Durante una de las respuestas de Ramón Tamames en el debate de la moción de censura soltó algo así como que hay que estudiar por qué los españoles no consiguen trabajo mientras que los latinoamericanos y los marroquíes lo tienen inmediatamente, según llegan. Plantó una «semilla de duda» de por qué esto pasa, abriendo la posibilidad de que se deba estudiar… pero es que, simplemente, eso no pasa. Vamos a distinguir dos cuestiones: quienes vienen ya con un visado de trabajo y quienes no. Los primeros, evidentemente vienen con trabajo, es la condición para la concesión del visado. No es fácil acceder a eso y es una vía bastante restringida (existe una lista de trabajos de difícil cobertura dentro de España dentro de la que es relativamente fácil conseguir justificar la contratación en el extranjero de una persona, fuera de esa lista no es nada sencillo). Evidentemente, quienes llegan en esas condiciones a España tienen trabajo (si no, no llegarían). No han «quitado» el trabajo a nadie porque, bueno, justamente son puestos de trabajo no cubiertos en el propio mercado laboral español bajo los que se abre esta puerta sin demasiado problema (ojo: cubierto dentro de España, con gente con DNI o con NIE, o sea, nacional o extranjera). El otro caso, bastante habitual, son las personas de origen foráneo que ya se encuentran en España y buscan trabajo (pueden haber venido por muchas fórmulas, entre ellas, con un contrato de trabajo que concluyó).
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No son «brotes»
Existe una idea generalizada sobre el «aumento del racismo» junto con la aparición de «brotes» de «racismo» (eventos violentos con odio racial de por medio). Junto con esto, no faltan quienes indican el clasismo que subyace al problema (elemento que existe, pocos se quejan del extranjero millonario; pero no es único o principal). Esos eventos violentos (palizas acá y allá, hechos puntuales o no tan puntuales) tal vez sean algo más visibles ahora, pero no son nuevos. Que sean visibles tiene un pequeño elemento positivo, es que ya son noticia (no son «normales» ni simplemente «justificables» fuera del delito de odio), el negativo es que se acompañan normalmente de un discurso racista, racializador y clasista, en otras palabras, justo la forma inversa a como se deberían estar presentándose (estoy generalizando, hay medios que tratan correctamente estas noticias).
Siga leyendo…¿Sobran inmigrantes?
Hace no mucho Jorge Majfud escribió un muy buen artículo sobre los «Seis mitos fundamentales sobre la inmigración» -que leí gracias a que Kotler me pasó el dato-, en que deja claro cómo ciertas preconcepciones sobre los inmigrantes son falsas, tales como el aumento de la criminalidad, el que quitan el trabajo a los nativos, que son una carga porque usan demasiado los servicios públicos, que no pagan impuestos (los ilegales) o sobre el «poder corporativo» de los inmigrantes indocumentados. El discurso xenófobo, construido en gran medida por quienes mantienen el mito de las naciones, cala y mucho entre una población acrítica (y «educada» para nunca plantearse nada), que busca una «cabeza de turco» para la crisis que ve, para los problemas que siente, ¿y qué mejor que hacerle mirar a los inmigrantes como «culpables» de la crisis, o por lo menos como escollo para salir de la misma?
Otra norma xenófoba en Italia
Solemos mirar con recelo los movimientos de la aun mayor potencia mundial en cuanto al tratamiento de los inmigrantes, es demasiado irónico que una población mayoritariamente inmigrante margine y desprecie a los inmigrantes «nuevos» por no ser «auténticos americanos», pero el resto del primer (y no tan primer) mundo no se queda atrás en el maltrato a los que vienen de fuera. El país en la «Unión Europea de los derechos humanos» que se lleva la palma en este sentido no es otro que Italia (aunque seguido bien de cerca por Francia, máxime si los inmigrantes son gitanos), que lleva un tiempo persiguiendo a los inmigrantes (criminalizándolos) y hoy ha dado un paso más: «Italia podrá confinar a los inmigrantes hasta 18 meses».
En España, xenofobia y mentiras repetidas
Estos días muchos partidos muestran su cara más racista, menos solidaria, y muchos de esos partidos se dicen de izquierda (PSC y ERC, sin ir más lejos), hasta han comprado el discurso de la derecha sin sonrojarse ni un poquito (bueno, a veces rectifican, al ver las que les cae), y eso que la derecha nacional no se termina de aclarar (aunque lleva tiempo pidiendo que se endurezca la ya dura ley de extranjería, y mintiendo descaradamente sobre los efectos de la misma en extremos como la reagrupación familiar -que finalmente se ha limitado, por enésima vez-, así como azuzando la xenofobia), va, eso sí, dejando de lado el doble discurso para centrarse en lo importante para ellos: «No cabemos». La extrema derecha lleva años apostando por ese lema, deben estar aplaudiendo hasta con las orejas.
¡Me pido serrano de Marte!
Hace unos días Juan Carlos Valdivia, en su sección «Columnas Bizantinas» en Correo, soltó un contundente:
«No es objetable que haya prensa y periodistas que legítimamente decidan apoyar al gobierno, pero de ahí a dedicarse a tapar un acto de corrupción hay una gran distancia. Sea por un malentendido oficialismo, por celos profesionales, o la razón que se quiera esgrimir, es incomprensible el papel que algunos han decidido desarrollar frente a este escándalo. Lo que no cuestiona la válida preocupación sobre el origen de los audios y correos electrónicos.»
En otras palabras un bien que seas oficialista, pero eso no significa el soboneo y la ocultación de corrupción y del gobierno. Pues bien, Julio Favre, personaje más que cuestionable, se suelta con todo contra los detractores del actual gobierno y de paso muestra por enésima vez su cara más racista en el artículo «¡Marcinanos o Serranos!» publicado también en Correo, en la columna de Favre llamada (nótese la ironía) «Ama Llulla».
«Vota por mí»
Interesante iniciativa la de la Web «Vota por mí«, que se presenta como un «experimento participativo abierto a los españoles residentes legalmente en España y a los ciudadanos españoles» en que se ofrece al inmigrante residente que realice un voto en favor al partido que decida a la espera que un español «adopte» ese voto. La cuestión es simple para ellos, los inmigrantes representan un 10% de la población española. ¿Si pudieran votar cómo afectaría eso a las elecciones?