El poder del templo perdido

Se escuchaban con fuerza los cánticos fervorosos hacia Si y hacia Ai Apaec, adoración y miedo mezclados durante la adoración de la diosa Luna y ante el dios degollador, esa noche era grande y todo mundo lo celebraba en la Huaca de Si. Todos menos Illuque Chumbi, absorto como siempre entre cientos de mapas y pergaminos.

Chomuña, el Cie-quich no estará contento si se entera de que no estás con el resto de sacerdotes –se escuchó la melodiosa voz de Chiya Suy desde el oscuro umbral de la puerta, se adivinaba esa sonrisa comprensiva que solía esbozar cada vez que le reprochaba su falta de atención a los asuntos comunes y su reclusión en esos antiguos textos.

–Esto es más importante, no sumo nada gritando por el favor de Ai Apaec –sin apartar la vista de los cueros e inscripciones–; además, nadie notará mi ausencia.

–Yo lo he notado –manifestó en tono firme y reconciliador mientras se acercaba a él, con toda la intención de jalarlo y sacarle de ese cuartucho mal iluminado.

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Franco franco que Franco no existió

Entrevista ficticia a Juan Carlos I tras la publicación de su nueva Web y la forma en que se saltan a Franco (visiten el enlace):

Entrevistador: ¿Y cómo se decidió que usté sería el heredero?
Juan Carlos I: Me tocaba.
E: No, le tocaba a su padre ¿No lo designó Franco tras negociar con los monárquicos?
JCI: ¿Franco? Franco no es un nombre, es un adjetivo, ¿¡cómo me va a nombrar un adjetivo!? En fin, franco que no me acuerdo, siempre he sido franco, pero franco-franco, que no le tocaba a mi padre, ¿por qué le debería tocar?
E: Porque era el príncipe de Asturias y a usté lo nombraron Príncipe de España saltándose a su padre…
JCI: ¿Quién me nombró qué?
E: Franco.
JCI: Claro que soy sincero.
E: Grrr, en fin, ¿Por qué entre el 47 y el 75 no hubo rey?
JCI: Franco que no me acuerdo.
E: ¿A la muerte de quién asumió la jefatura del Estado?
JCI: ¿De mi padre?
E: No.
JCI: Franco que no me acuerdo.

Y así hasta el infinito.

30 años de Monarquía. Ya son demasiados», nota de 2005.)

Cambio

-Te veo realmente contenta- dijo Sinclair, mientras terminaba de preparar el desayuno, cuando vio a su esposa cruzar el umbral de la puerta de la cocina.

-¿Cómo no estarlo? ¡Por fin!-contestó ella con una sonrisa entre perezosa y entusiasmada, de recién levantada.

Ambos continuaron sus quehaceres matinales sin más interrupción, solo con el zumbido de fondo de la televisión; tenían puesto el canal de noticias, así que escuchaban todas y cada una de las posibilidades planteadas en los días anteriores sobre el gran acontecimiento, oyeron interminables debates entre expertos, expertos de todo y nada, sobre qué pasaría si tal o cual fuera el elegido.

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El fin del pasado

La vi llorando en la cocina, no dejaba de moverse inquieta, repitiendo los movimientos que cada mañana hacía, pero esta vez con un extraño temblor en las manos, miedo en los ojos y una expresión desconsolada coronada por las lágrimas, el desayuno, una rutina simple, parecía por primera vez un arduo trabajo procedimental en que algo no encajaba. Me quedé en la puerta viéndole sin saber qué hacer, qué decirle.

—Cariño, ¿estás bien? —conseguí decir.

—Sí, sí —me miró de forma extraviada, buscando en un remoto pasado una referencia para reconocerme hasta que una pequeña luz brilló en sus ojos— sí Jorge, ¿qué haces acá tan pronto?

—¿Pronto? Son las 10…

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¿Motivo de su viaje?

El día comenzó para Raúl como lo hacen todos los días en que uno viaja de vuelta: Con ajetreo. Muchas idas y venidas, de arriba a abajo, de un lado a otro, mirando que todo esté como debe estar al momento de emprender el viaje, que nada se quede en tierra, que las botellas estén bien embaladas y los regalos protegidos de todo golpe, que las maletas tengan los candados debidos y que todo en la habitación quede más o menos ordenado, listo para que el anfitrión durante ese par de semanas pueda volver a usar ese cuarto con su fin usual y no con la visita de esos días. Las llamadas en la mañana para las despedidas apuradas son parte del quehacer. El nunca corto trayecto al aeropuerto ya casi con la hora encima solo sirve para recordar esas pequeñas cosas que faltaron por hacer, esas prendas de vestir que se quedaron sobre la cama dobladas esperando ser ordenadas en la maleta…

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Entre rejas, patios y fútbol

La pichanga de barrio, el balón en movimiento, el pase corto, no había espacio para más. Todas esas tardes tiradas en el parque, con sueños incompletos y a medio hacer, apartando las pesadillas del día a día a puro golpe de esférico, de bromas blancas y negras, fiando nuestro bienestar a la pierna en alto del compañero enemigo, ese cuyo nombre jamás recordarás pero que su chapa está escrita en tu propia historia. Esas tardes, mañanas, días enteros de descubrimiento propio y ajeno, de nadedad de barrio, si me permiten el palabro, se fueron acompañando a horas de descubrimiento de «las otras», esa presencia femenina que de compañeras de peloteo pasaban a amigas de la botella, no la que se tomaba, sino la que se giraba contra un asfalto que resistía lo que le echaras.

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La última pelea

– Mira, no lo entiendes – cortó en seco Joaquín mientras se daba media vuelta. Se dirigió hasta la puerta donde se detuvo unos instantes, parecía que iba a rectificar, que giraría aunque sea un poco la cabeza para decir algo más, Marta contuvo la respiración en lo que sintió como una eternidad, como una espera imposible, pero Joaquín solo atinó a bajar un poco la cabeza y marcharse dando un sonoro portazo.

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Nosotros, los Antidisturbios

un Antidisturbio*

Somos la última defensa de la Paz y Seguridad, eso nos dice el capitán siempre, nosotros, los antidisturbios, cuidamos y protegemos a todos los ciudadanos de esas hordas de descontentos que quieren alzar su voz contra todos, contra la democracia y paz que nosotros, los antidisturbios, defendemos. No es fácil, nunca lo es, salir vestido como caballero moderno, con todo tipo de prendas para protegernos de esos salvajes que se manifiestan, nosotros, los antidisturbios, tenemos la misión de impedir que destrocen todo, aunque tengamos, nosotros, que destrozarlos, a ellos, culpables de sus propias palizas.

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Tarde de fútbol

Hay veces en que el árbol no te deja ver el bosque, normalmente es por la propia estulticia de quien observa, otras, como la que les voy a contar, es por lo singular del árbol, que distrae la atención totalmente del objetivo inicial. Todo comenzó como suele ser habitual, la típica visita al Helmántico con un invierno adelantado y un cielo que amenazaba con hacerse presente en el partido o con lluvia o con nieve, y de todas maneras congelando al personal.

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Ella (I)

¡Qué suerte he tenido! pensé en ese momento. La miraba y escuchaba con una total atención, absorto en cada una de sus palabras, en la armonía que las mismas desprendían al conectarse unas con otras, formando hermosas figuras que el mejor literato ni ha soñado, y todo para explicar las cosas más sencillas de la creación. La miraba a la vez, era imposible apartar la vista de su persona, cuya sola presencia ya merece las más grandes loas, y encima sus palabras se entremezclaban con su aroma, con ese halo que poseen quienes brillan con luz propia. Llevaba, como les decía, horas con ella, feliz hasta la saciedad de haberla conocido, y parecía que, por alguna extraña razón, el sentimiento era mutuo. Nos encantaba estar conociéndonos, que es gerundio, ambos bromeábamos…

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Carta de García a un empresario argentino

Querido patrón

Soy Alan García Pérez, quizá me recuerde del gobierno peruano de 1985 a 1990, soy aquél que estatizó la banca y creó dos dólares paralelos para favorecer a mis amigos, entre los que espero estuviese vuestra merced. En estos tiempos aciagos vuelvo a ser Presidente Constitucional del Perú, y estoy rematando las parcelas que quedan del suelo patrio sin ser explotadas ya sea por multinacionales como la suya o por grupos empresariales de mis búfalos.

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Un cuento de Matete: «El Rey y la Aldeana»

Ya tenemos, en estos barrios, dos cuentos de Matete, uno de ellos titulado "El Perro y el Gato" y el otro "Ghimell", ahora mostramos un nuevo cuento de la misma, "El Rey y la Aldeana". En fin, sin más dilación, el cuento de esta pequeña autora:

El Rey y la Aldeana

Había una vez un Rey de un país que no se encontraba en el mapa.
El país se llamaba Silof y el Rey se llamaba Don.

Siempre recibía quejas de los aldeano, sobretodo de Ganaay,
Una aldeana que aunque reciba 900 000 millones de monedas de oro no sería suficiente y querría más.

Solo había una aldeana que no se quejaba,
La más bonita y la más trabajadora,
Se llamaba Jacinta.

El Rey Don estaba enamorado de Jacinta.

Pero los de la corte y los Reyes de otros países como el Rey Gonaso Renato Dolón, el Rey Renato Paveta Pavel Bellín, y muchos otros reyes más le decían que era malo casarse de nuevo y con una aldeana pobre.

Pero él se quería casar y podía porque su esposa se había muerto cuando los dos tenían 37 años ya que se casaron a los 29.

Un día a la aldeana la quería arrestar porque según la señora Mildiditay ella le había robado sus zapatillas de oro, su collar de perlas plateadas, su brazalete de perlas doradas y un vestido Rojo.

Jacinta lo tenía todo puesto y hasta tenían nombre las cosas.
Pero ella no lo había robado,
Esa señora se lo había dado.

El Rey Don sabía que no podía ser verdad,
Así que mandó a explicar.

Al final Jacinta salió inocente y mandaron a Mildiditay a la cárcel.

Jacinta se enamoró del Rey y se casaron,
Jacinta tenía más de 999 999 millones de hueros,
Tenía vestidos hermosos,
bellas perlas,
Y para el final un palacio.

FIN

Otro cuento de Matete: Ghimell

El Perro y el Gato, hace más o menos un año, fue publicado en esta bitácora, la autora de dicha obrita me ha hecho llegar un cuento de hadas, de los de toda la vida, que paso a reproducir, ya que realmente está bueno. En fin, sin más dilación, el cuento:

Ghimell

Había una vez un país llamado Ghimell.
Ahí pasaban cosas muy raras:
Una bruja loca se casó con un hada,
Y un príncipe bello se casó con un pez,
Y aún más cosas suceden en Ghimell.
Te contaré una historia de un hada y un rey,
Que sabrás que vivían en Ghimell.

Había una vez un hada llamada Ada,
Y una bruja llamada Maruja.
Las dos vivían en Ghimell.

La bruja Maruja estaba enamorada del Rey Árturi Poneca Jorono Ven Dragón segundo.
Mejor conocido como Ven Dragón.
Pero Ven Dragón estaba enamorado del hada Ada.

La bruja Maruja pensaba que al hada el Rey le gustaba,
Por eso era que la bruja Maruja la hechizaba.

Un día al hada Ada por fin le gustó el Rey Ven Dragón.
Eso fue bueno para ellos dos,
Pero no para la bruja Maruja.

La bruja Maruja de venganza al hada Ada le puso pico,
Y de contra Ada le puso pelo azul,
El color que la bruja Maruja odiaba con toda su fría y oscura alma.
Entonces el Rey Ven Dragón se fue a la montaña de Ghimell para ver lo que pasaba con la bruja y el hada.

Luego se asustó y enojó tanto que de la montaña de Ghimell bajó y se fue al monte de los reyes, parientes lejanos y peces volando de Ghimell.

Le pidió un consejo al Rey Josefón Jorshy Palomo Alcatrás Panamá Gonzáles tercero,
Mejor conocido como el rey Gonzáles tercero.

Él le aconsejó ir con la reina hada de las nubes y que le dé un consejo,
Porque él no sabía sobre brujas, hadas ni amor.

El Rey Ven Dragón fue ahí y por fin le dieron un consejo:
Diles a las dos lo que sucede y explícales las cosas,
Luego yo tiraré mi magia y a ver lo que pasará.
El Rey obedeció y fue a la montaña de Ghimell.
El pensaba que con ese consejo para que no se peleen lo arreglaría,
Lo arregló, pero no fue como él lo pensó:

Subió y vio a la bruja y al hada tiradas en el suelo,
Sus corazones no latían,
Según él habían muerto las dos.

Se acercó al hada Ada, la agarró y empezó a llorar.
Entonces una de las lágrimas de “Tristeza y Amor” cayó sobre el hada Ada y raramente despertó.

Entonces el Rey Ven Dragón siguió llorando,
Pero de alegría,
Bajó volando por las alas de el hada Ada, de la montaña de Ghimell.

Dejaron ahí a la bruja Maruja y vivieron felices por siempre.

Esa fue una historia que pasó en Ghimell,
Y aunque no lo creas sucedió ayer,
Porque yo soy el Rey Ven Dragón de Ghimell.

FIN