Pensamientos varios sobre el estado de Alarma – cuarentena general

Comparto una serie de ideas más o menos sueltas a raíz de lo pensado todos estos días, por ahora centrado en algunos temas negativos, aunque también hay lecciones positivas que sacar de todo esto. En fin, al tema:

No te diviertas, pero ve al trabajo

Existe un difícil equilibrio entre mantener sana y salva a la población y no permitir que el sistema productivo colapse. Estamos entrando en una suerte de suspensión de la actividad y debemos tomarla como tal. Pero terminamos haciendo trampa al solitario: todos los esfuerzos se dirigen a mantener el trabajo.

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Cuando se pide una «izquierda moderna»

Será que no me meto (demasiado… o creo que no lo hago) con sus cosas, así que me resulta molesto cuando desde otros ámbitos ideológicos se «pide» una «izquierda moderna»; más cuando los requisitos para la misma significan, en el fondo, no ser izquierda. Esto lo digo en gran medida sin ánimo de «repartir carnés de izquierdistas», lo pongo de manifiesto, dentro de las múltiples izquierdas, porque normalmente a esa descripción abstracta de lo que debemos defender se le suele llamar «centroizquierda» e, incluso, dentro de ella nos encontraríamos en el «ala derecha de la centroizquierda». Y no rechazo que se nos critique, por supuesto que no (¡nos viene bien, incluso!), lo que me desespera son los consejos que te llevan a la tumba ideológica desde una superioridad moral absurda.

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La izquierda que necesita…

¿Se enteraron que el otro día tuvimos una «Jornada de lucha» en todo el Perú? Sí, seguro que sí. Muchos de ustedes -la grandísima mayoría- se enteró tarde y solo por los «inconvenientes» («caos» según ciertos medios). Ando lejos, ustedes lo saben, así que de las cosas me entero por pura fuente indirecta; es increíble -no, increíble no es el adjetivo correcto, justo lo contrario- cómo los principales medios dedicaron páginas y bits para enseñarnos el «desorden» pero no contar nada, esto es, no decir por qué y para qué se salía a la calle, que era lo importante. Todo lo demás es anécdota -exagero-.

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¿Sin culturas democráticas?

«Pero desde su propia génesis resulta ilegítimo democráticamente hablando. No nos sirve.»
Víctor Alonso Rocafort en El Diario.

Les recomiendo la lectura del artículo de Rocafort, «Expertos, objetividad y odio a la democracia», publicado ayer. Sin querer descontextualizar la frase citada, creo que se equivoca en plantear esas «comisiones» como parte del problema. En realidad la cuestión no está tanto en quién o cómo se hace un borrador, sino en lo que se hace luego con él. Bien señala Rocafort a lo largo del texto enlazado varias de las cuestiones, el discurso que envuelve dichos proyectos, la falta de debate posterior (ahí hay que incidir) y, por supuesto, ese «odio a la democracia» que se ve en la propia estructura de toma de decisiones y en cómo las mismas se venden. El problema, en el fondo y como ya señala el autor, es que vivimos en una democracia formal donde el acto de votar agota la vida pública… acto que luego no sirve para nada (como vieron los griegos o italianos recientemente).

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In time: Un mal intento de todo

Hacía tiempo que no hablaba por acá de una película, ¿cinco años tal vez? En fin, hoy he visto una de esas películas que si te dicen el trasfondo piensas «puede estar muy bien», si ves el avance cinematográfico piensas en que fue una oportunidad perdida, y cuando por fin miras la película te quedas anonadado, con el trasfondo tiene poco que ver, con los avances directamente nada, al final te queda la sensación de «intento fallido», intento fallido de crítica al capitalismo en una distopía, intento fallido de película de amor, intento fallido de película de acción. Sí, hablo de «In time» filme dirigido y escrito por Andrew Niccol (guionista y director de Gattaca, guionista de El Show de Truman), protagonizada por Justin Timberlake (como Will Salas) y Amanda Seyfried (haciendo de Sylvia Weis).

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El mito sobre las deudas, a propósito de un editorial de El Comercio

Evolución de la Deuda en relación al PIB

Estoy de acuerdo cuando se dice que no es una «crisis del capitalismo», porque no lo es, no estoy de acuerdo con que se diga que es una «Crisis del Estado Social», como hace se tramposamente en el editorial de El Comercio. Es una «crisis en el capitalismo» (crisis, por lo demás, cíclicas). Y hace trampa porque la crisis en Grecia no tiene el mismo sentido (ni la misma forma) que la ocurrida en Irlanda, en España, en Portugal, en Italia… cada país muestra una serie de peculiaridades no solo en dónde viene la parte gorda y preocupante de la deuda (en Grecia sí es la parte pública, como en Italia, en Irlanda o España es la deuda privada lo que fastidia al total de la economía), unas condiciones productivas distintas (Alemania sale de la crisis distinto que España entre otras cosas porque su crecimiento se basa y basaba en la exportación y las tecnologías, mientras que el crecimiento español, ese milagro que tantas veces se ha aplaudido en El Comercio, se sustentaba en el ladrillo especulativo, que hoy tumba bancos y cajas, y para salir se tienen que reforzar sectores ignorados e inexistentes), mercados distintos.

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Sobre los sindicatos y el sindicalismo


Desde la OIT más de una vez se ha alertado de que en Perú no se respeta la libertad sindical, y este gobierno no hace mucho para cambiar la situación, más bien todo lo contrario. Si nos fijamos en los medios de comunicación masivos en nuestro país, nos encontraremos con una realidad antisindical mayoritaria, en pocos medios tienen cabida consideraciones positivas por la labor de las organizaciones sindicales, mil y un veces insultadas y retratadas como criminales. La política desde el Estado ha sido la represión, la propia constitución peruana es limitativa del derecho sindical. ¿Que los sindicatos y el sindicalismo tienen una opinión pública bastante contraria en Perú? Sería raro que fuera lo contrario, y los compañeros de las distintas centrales luchan día sí y día también para mostrar lo que es el sindicalismo de clase: Lucha y solidaridad.

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Cambio

-Te veo realmente contenta- dijo Sinclair, mientras terminaba de preparar el desayuno, cuando vio a su esposa cruzar el umbral de la puerta de la cocina.

-¿Cómo no estarlo? ¡Por fin!-contestó ella con una sonrisa entre perezosa y entusiasmada, de recién levantada.

Ambos continuaron sus quehaceres matinales sin más interrupción, solo con el zumbido de fondo de la televisión; tenían puesto el canal de noticias, así que escuchaban todas y cada una de las posibilidades planteadas en los días anteriores sobre el gran acontecimiento, oyeron interminables debates entre expertos, expertos de todo y nada, sobre qué pasaría si tal o cual fuera el elegido.

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Ya no mandan en la sombra, ahora son El Gobierno

Lo que mal llamamos «mercados»* ya no se contentan con marcar la política general (y económica) de los Estados, en favorecer a determinadas candidaturas, sino que ya apuntan, directamente, a mandar. Ya no se contentan con ser el «poder en la sombra», el de toda la vida, ahora quieren serlo a la luz de todos. La crisis les permitió mandar de forma clara, algunos políticos con poder eran altavoces y todo comenzó a hacerse para «calmar» o «contentar» a los «mercados» (¿y los votantes? para algo se inventó el bipartidismo, sobre todo cuando las dos principales formaciones hacen y harán caso a «los mercados»), y ya han dado el siguiente paso: Que si el gobierno no cumple al dedillo lo que ellos mandan, se quita el gobierno y se pone a otro, y la llamamos «técnico y de concentración». Los gobiernos de Italia y Grecia las primeras víctimas del experimento.

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La «democracia» de quienes tienen el dinero

El otro día (y no encuentro la cita exacta) Rajoy, hablando de economía, Grecia y demás, y antes de su reunión con el presidente del gobierno, instó al ejecutivo a hacer las medidas exigidas desde las instituciones internacionales como el FMI y similares, vamos, que hiciera en España lo que se está haciendo en Grecia, porque (y ahí está la clave de sus declaraciones) «si no tomas las decisiones otros las toman por ti» (no es textual, pero casi), y claro, continuaba, es más doloroso que otros te la apliquen a hacerlo uno mismo.

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Comentario a «La Corrosión del carácter» de Richard Sennett

En la asignatura de «Teoría de las Relaciones Laborales» (dentro de «Ciencias del Trabajo») el profesor, Antonio San Martín, nos pidió que hiciéramos dos trabajos (más comentario personal que otro tipo de artículo) eligiendo dos de tres libros, por mi parte escogí «La Corrosión del Carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo» de Richard Sennett y «Cabeza de Turco. Abajo del todo» de Günter Wallraff, y acá les copio el trabajo de «la Corrosión…» (el trabajo es de febrero de este año):

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El debate de la crisis (II de II)

[Para leer la primera parte, dé click acá: «El debate de la crisis (I de II)»]

¿Y la izquierda no-capitalista?
Aceptemos entonces que los socialdemócratas, desde hace demasiado, son una «izquierda capitalista» (y lo de «izquierda» lo mantengo más por respeto a su propia historia que por otra cosa, salvando además a los socialdemócratas que no se han sumado a la «tercera vía»), entraron en el mismo debate que las derechas capitalistas y lo que han hecho es sumar esfuerzos con los keynesianos, consiguiendo pequeños triunfos en los foros internacionales donde los poderosos deciden cómo resolver los problemas de los más poderosos, siempre con grandes cesiones a la contraparte (así pues, el Estado interviene de forma clara, pero sin controlar a los agentes privados intervenidos, lo vemos en los bancos y en casi todos los sectores «ayudados»; el Estado, eso sí, se reserva la potestad de más programas sociales pero con partidas presupuestarias brutalmente más pequeñas que las orientadas a los grandes agentes económicos empresariales, etc.), con ello, el mensaje «distinto» de la socialdemocracia se diluye en favor de quienes son vistos como mejores gestores de los dineros, aunque sean concausantes de la crisis económica actual.

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El debate de la crisis (I de II)

Algunos de los problemas (entre otros muchísimos) de las izquierdas durante esta crisis es, por un lado, que la misma era «del sistema» y no una de las tantas cíclicas que hay, y por otro, no presentar una alternativa real al capitalismo, sino centrar las críticas en unas políticas concretas del capitalismo ofreciendo «más capitalismo» como respuesta a la crisis económica (cíclicas en el capitalismo, no lo olvidemos). ¿El resultado? Las izquierdas no avanzan, más bien retroceden, sobre todo las izquierdas socialdemócratas, que son las que más «cometen» los dos problemas antedichos.

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Amnistía fiscal en Italia

«En Italia, tras su aprobación, un periodista preguntó en rueda de prensa al ministro de Economía si la amnistía a los delincuentes fiscales era coherente con las promesas de capitalismo ético. El ministro, creyendo cerrado el micrófono, le llamó “gilipollas”. Y es que hay que ser gilipollas, eh.» (Isaac Rosa resumiendo la situación.)

¿Cómo luchar contra el altísimo fraude fiscal mediante la fuga de capitales hacia paraísos fiscales? ¡Perdonando el fraude a Hacienda! ¿Que puede ser delito? Pelillos a la mar, una pequeña multa y un tipo fiscal privilegiado. Esto es: Que vuelva la plata, que la trataremos como en un paraíso fiscal.

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Socialdemócratas convertidos en capitalistas keynesianos

A nadie se le escapa que la socialdemocracia, en su origen, era una postura reformista del sistema capitalista en que se aceptaban muchos de sus puntos y se abandonaba el programa máximo del socialismo en favor de la disminución de las desigualdades del capitalismo dentro de los sistemas burgueses, con lo cual la revolución se abandonaba siempre y cuando las luchas sociales institucionalizadas consiguieran determinados triunfos menores dentro del propio sistema, muchas veces se ha visto en los socialdemócratas a socialistas pragmáticos. Ahora bien, desde hace unos cuantos años a esta parte, los partidos socialdemócratas han ido abandonando esas posturas reformistas en favor de enarbolar banderas totalmente capitalistas donde Keynes, como mucho, es el nuevo punto a seguir y de medio se convierte en fin.

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