Franco franco que Franco no existió

Entrevista ficticia a Juan Carlos I tras la publicación de su nueva Web y la forma en que se saltan a Franco (visiten el enlace):

Entrevistador: ¿Y cómo se decidió que usté sería el heredero?
Juan Carlos I: Me tocaba.
E: No, le tocaba a su padre ¿No lo designó Franco tras negociar con los monárquicos?
JCI: ¿Franco? Franco no es un nombre, es un adjetivo, ¿¡cómo me va a nombrar un adjetivo!? En fin, franco que no me acuerdo, siempre he sido franco, pero franco-franco, que no le tocaba a mi padre, ¿por qué le debería tocar?
E: Porque era el príncipe de Asturias y a usté lo nombraron Príncipe de España saltándose a su padre…
JCI: ¿Quién me nombró qué?
E: Franco.
JCI: Claro que soy sincero.
E: Grrr, en fin, ¿Por qué entre el 47 y el 75 no hubo rey?
JCI: Franco que no me acuerdo.
E: ¿A la muerte de quién asumió la jefatura del Estado?
JCI: ¿De mi padre?
E: No.
JCI: Franco que no me acuerdo.

Y así hasta el infinito.

30 años de Monarquía. Ya son demasiados», nota de 2005.)

El Rey en Lima, condecoraciones y repúblicas

¿Soy yo o esta vez hay más «pomposidad» y huachafería varia para recibir a Juan Carlos que a cualquier otro jefe de Estado de países de habla hispana -cuanto menos-? Porque entre cañonazos van y vienen y caballos apostados en las inmediaciones de Palacio, todo sazonado con una cantidad brutal de militares de todas las ramas bien cuadrados ellos, puestitos para rendirse ante un rey que hace años sus ancestros negaron potestad sobre nosotros, pero nada, que no aprendemos y le volvemos a abrir las puertas…

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Cállense todos / callaos todos (ellos, no nosotros)

Y por segundo día voy a hablar del «¿Por qué no te callas?» del borbónico monarca español. Y me fastidia porque ya hay una inundación de comentarios y demás sobre el tema, porque ya todo mundo se formó su opinión y porque hemos conseguido que una inútil Cumbre Iberoamericana caiga aún más bajo que en su propio no-funcionamiento, caiga en pura prensa rosa de dimes y diretes, del «tú más» en que el gesto del rey de España es la gota que colmó el vaso de la falta de diplomacia entre nuestros países (eso sí, con petróleo y armas como fuerte lazo internacional). Pero vuelvo para comentar, más que las acciones (que creo que ya aclaré mi postura de jalar a todos), las reacciones, de ellos y de todos nosotros.

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Por el derecho de quemar símbolos

Muchos reconocen la figura de los reyes como símbolos, incluso muchos constitucionalistas hablan de que el verdadero papel de la monarquía es ser símbolo del Estado actual, muestra inequívoca de la Unidad final y del funcionamiento como Estado Social, Democrático y de Derecho que debe ser España. Vamos, como la bandera, escudo incluido. Así pues, dentro de esa idea, hay que admitir el derecho a quemar Símbolos. El derecho subjetivo, quiero decir, no el Derecho objetivo. Pocas cosas se me ocurren más anacrónicas o autoritarias que un Estado que prohiba a sus ciudadanos manifestarse, sin hacer daños a otros (contando, incluso, sus propiedades) si es que irán contra un símbolo de la patria. Sobre todo cuando la manifestación, siempre simbólica, va contra lo que representa un símbolo concreto, o una institución que se ve reflejada en dicho símbolo.

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