Hace unos días Juan Carlos Valdivia, en su sección «Columnas Bizantinas» en Correo, soltó un contundente:
«No es objetable que haya prensa y periodistas que legítimamente decidan apoyar al gobierno, pero de ahí a dedicarse a tapar un acto de corrupción hay una gran distancia. Sea por un malentendido oficialismo, por celos profesionales, o la razón que se quiera esgrimir, es incomprensible el papel que algunos han decidido desarrollar frente a este escándalo. Lo que no cuestiona la válida preocupación sobre el origen de los audios y correos electrónicos.»
En otras palabras un bien que seas oficialista, pero eso no significa el soboneo y la ocultación de corrupción y del gobierno. Pues bien, Julio Favre, personaje más que cuestionable, se suelta con todo contra los detractores del actual gobierno y de paso muestra por enésima vez su cara más racista en el artículo «¡Marcinanos o Serranos!» publicado también en Correo, en la columna de Favre llamada (nótese la ironía) «Ama Llulla».