Cateriano: o cómo mover todo para no cambiar nada

Martín Vizcarra nunca lo tuvo fácil. Y, curiosamente, ha sido uno de los presidentes con mejor aceptación de los últimos periodos (algo que no es del todo difícil), tal vez porque nadie lo eligió (como presidente, quiero decir), tal vez porque se dedicó a torpedear al otro poder del Estado que tantos problemas (y tan pocas soluciones) lleva dando desde hace muchos años. Es la típica crisis ministerial en que se mueven muchos puestos pero parece que las políticas de las diferentes carteras no se alterarán mucho.

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¡Viva la temporalidad! Otro golpe a la clase trabajadora

Mientras se habla tanto de la absurda reforma constitucional (¿ven cómo no es tan complicado meterle mano a la Carta Magna? en un par de semanas han acordado una reforma) el Ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, ha defendido otro gran retroceso en los derechos laborales de los trabajadores. Cuando alguien no cumple la ley o se mejora la vigilancia del cumplimiento o se mejora la redacción para que no sea fácil saltarla, no se hace lo que el Ministro propone, que es suspender la aplicación de la ley. Gómez afirma:

«Muchas empresas y algunas instituciones públicas importantes no renuevan los contratos temporales si con esa renovación se incurre ya en la regla de que a la próxima se tiene que convertir ese contrato en indefinido.»

Esta práctica empresarial no solo existe, sino que se viene dando desde que esa regla se aprobó ya hace mucho tiempo, esto es, no es un incumplimiento de la norma vinculado a la crisis económica, sino una norma toreada desde que se aprobó por la falta de control (lo mismo que la causalidad de los contratos temporales, es imposible que 9 de cada 10 contratos nuevos cumplan las causas de la temporalidad). Ahora el ministro lo suelta como excusa: Ya que no renuevan los contratos, quitemos la norma que los obliga a convertir a fijos para que esa persona mantenga su empleo.

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¿Y el plano laboral en el gobierno de Ollanta cómo quedará?

Ollanta Humala rotoscopiado
Mientras la aprobación de Ollanta Humala cae según El Comercio (impresionante, y todo esto antes de asumir el gobierno), todo por el tema del hermanísimo, y medios como El Comercio siguen fijando su atención básicamente en quién será o el próximo Primer Ministro o, lo que parece más importante, el próximo Ministro de Economía, a mí me sigue preocupando quién puede llevar la cartera de trabajo (y otras como Educación). Cada día que avanza la transferencia, que salen posibles nuevos ministros, que se ven los lineamientos del próximo gobierno, parece, y digo parece, que es un todo cambia para que nada cambie. Que los actores del renovado gabinete ministerial que acompañan a Ollanta sean los mismos que hemos visto los últimos 10 años no es precisamente una buena señal, sobre todo en temas sensibles como la economía, educación o el tema laboral.

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Sobre el Paro y los padrones de afiliados

Al igual que estoy en contra de la entrega del padrón de afiliados de los partidos políticos (por todo lo que ello significa) no puedo sino estar totalmente en contra de la «gran idea» de que los sindicatos muestren los padrones de sus afiliados. No no y mil veces no. Por las mismas razones, básicamente, que las del registro del padrón de afiliados a los partidos políticos, y algunas cuantas más: a.- En Perú se persigue a los sindicatos, tanto política como empresarialmente, el obligar que la afiliación a un sindicato sea público es un desincentivo claro a la afiliación sindical; b.- Los patrones encontrarán, en la afiliación a los sindicatos, una seña de la posible «conflictividad» o «sumisión» de un trabajador, se volverá «motivo» o de despido (que ya se persigue bastante a los sindicalistas que van como tales) o de «no contratación».

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El Ministro de Trabajo ni se entera de lo que piden para el Paro

El Ministro de Trabajo, Mario Pasco Cosmópolis, sigue en sus trece de ver a los sindicatos exclusivamente en el limitado plano de «relación laboral», y por ello considera que el paro convocado por la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) es «estrictamente político y no laboral». Cualquier reivindicación laboral que vaya más allá de la relación empresario – trabajador (por ejemplo, un despido, el salario concreto, etc.) sale del ámbito estrictamente laboral y se coloca en el político, pero no por ello se aleja del objetivo del sindicato en su lucha por mejoras sociolaborales, en tanto que se enmarcan dentro de dicho contexto.

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