Hace más de un año Israel lidera una ofensiva militar que, por un lado, supone la destrucción (física y psicológica) de la población palestina y por otro la desestabilización regional con continuos ataques a otros países. Hace un año, se discutía si un ataque sobre un centro médico era o no un error, era o no producido por Israel o por un error de Hamás o, incluso, un ataque de falsa bandera; poco después veíamos tropas israelíes entrando en un hospital y asesinando a un paciente; hoy Israel no solo ataca bases de Cascos Azules de la ONU, si no que directamente avisa al personal sanitario que si atiende a determinada población serán víctimas de sus ataques; el Estado de Israel, con esto, niega lo más básico de la normativa internacional sobre las guerras: al personal médico no se le ataca y a las personas heridas siempre hay que atenderlas o permitir su atención.
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Fuimos y somos violentos
Recordemos que no derrotamos al odio y al terror de Sendero con sus mismas armas, sino poniéndonos por encima y más allá de ellos y de sus agentes. No los derrotamos porque fuimos más feroces o más violentos que ellos; los derrotamos porque nos propusimos no ser como ellos y su sanguinario cabecilla fue apresado sin realizar un solo disparo y juzgado con las garantías de debido proceso que este asesino quiso destruir.
Palabras de Luis Davelouis en su columna de «Les ganamos» en Perú21. Ese discurso de nosotros contra ellos, nosotros desde la superioridad venciéndoles y demás lo escucho y leo mucho, sobre todo desde una parte de nuestra sociedad que quiere hablar bien de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y crear una distinción entre los héroes y el aparato corrupto y violento que todos esos años existió (y que en estos sigue existiendo, tal vez no con la fuerza de antaño, pero sigue). Como cuando hablamos de la Operación Chavín de Huántar, en que se quiere dejar claro que unos «infiltrados» ajusticiaron al menos a un terrorista mientras que el resto de los comandos son impolutos seres de luz y justicia.
No busquemos la inocencia de la víctima
Uno de los grandes problemas que tenemos cuando intentamos abordar determinados temas penales, está en que la mera sospecha ya priva de humanidad al presunto delincuente. Así pues, nos cuesta ver en esa persona, victimatario de otra, a una víctima a su vez cuando se comete un delito contra ella. Ponemos por delante, de esta manera, el «se lo buscó» o «se lo merece» al propio Estado de Derecho –lo peor es que lo hacemos levantando la bandera del mismo–; en otras ocasiones, y no pocas cuando hablamos de temas como el terrorismo o ya el racismo y la xenofobia han cubierto de porquería a un grupo humano determinado, con un «si lo han arrestado es que algo habrá hecho» y lo rematamos con el increíblemente idiota «todos son iguales».
La metamorfosis de Guantánamo
La eliminación de Guantánamo fue una promesa electoral, la firma del inicio del proceso uno de los primeros actos del recientemente electo gobierno de Estados Unidos, pero todo queda más en el lado simbólico y físico que en el real. Cuando decíamos «no» a Guantánamo no nos referíamos a «no a una cárcel concreta ubicada en Cuba», decíamos, muchos de nosotros -me permitirán el plural en tanto que conozco a muchos que compartimos estas ideas-, no a la cárcel con fuero especial, decíamos no a detenciones sin juicios, decíamos no al oscuro estatus de «combatiente enemigo», decíamos no a las torturas sistemáticas, no a los secuestros internacionales, no a tantas cosas… Y ninguna de ellas acabará con el simple cierre físico de Guantánamo.
«No se aceptan reclamos sobre Derechos Humanos»
Una pizarra en la puerta del arzobispado de Ayacucho se leía «No se aceptan reclamos sobre Derechos Humanos«, clara y tajante era la cuestión, Cipriani no quería saber nada con las denuncias contra las fuerzas armadas, no durante el fujimorismo, no contra su amigo y aliado, Alberto Fujimori, o esas Fuerzas Armadas con las que tanto confraternizaba (continuos viajes en helicópteros del ejército lo dejaban más que patente). «No se aceptan reclamos» sigue retumbando en la cabeza de muchos cristianos de esas zonas que intentaban buscar refugio en la Iglesia, y esta se lo negaba sin siquiera escuharlos. Si tienes algo que decir contra el ejército, cállate, era básicamente la postura oficial de esa Iglesia.
Genocidio en la Franja de Gaza
La represión generalizada a la población palestina por parte del gobierno de Israel es brutal, sin tapujos, y desde cualquier punto de vista, desmedida. Dicha represión debe considerarse un genocidio en toda regla, un castigo generalizado a una población que no hinca las rodillas ante los caprichos de una teocracia como la israelí. Tienen el cuajo de asegurar, desde el propio gobierno, que van a «desconectar Gaza», empeño en que vuelcan sus esfuerzos desde hace más de dos años, y que ha llegado a puntos insostenibles en los últimos días, y tienen la sinvergüenza de decir que seguirán «dando» gasolina y gas por «razones humanitarias», cuando han dejado sin «mundo moderno» a toda la población (más de un millón y medio de personas).
Grupo Colina: Terrorismo de Estado
Siempre se habla de «Grupo Colina», hay quienes los mencionan como paramilitares y otras personas defienden lo realizado por este grupo porque, a fin de cuentas, nos dicen, buscaban el orden en una época de caos (un «el fin justifica los medios y lo que yo digo que es correcto lo es y punto»), pero: ¿Qué fue el Grupo Colina? Por un lado, podemos decir que no eran paramilitares, en tanto que estaban dentro del sistema de Inteligencia Militar del Estado, por otro, sabemos que eran los ejecutores (uno de los grupos de este cariz) de la guerra sucia planteada por el Estado a los movimientos subversivos del país.