Pena de muerte: ¡Que no!

Pena de muerte. Un tema recurrente en nuestra prensa. Un tema recurrente en los procesos electorales. Un tema recurrente entre los que solo ven la «mano dura» como la solución a todo. Y un paso que jamás debemos dar*. Ahora el tema de moda es la pena de muerte para los narcoterroristas que secuestran niños para que sean futuros senderistas. Al oportunismo en materia penal y petición de mano dura que nos tiene acostumbrados el fujimorismo parlamentario, hay que sumarle las burradas soltadas por Luis Bambarén (y digo burradas porque su rectificación no es tal, no totalmente, hablar de merecer la muerte).

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El JNE no debería hacer juicios ideológicos

La ideología no puede ser una razón para no inscribir a un partido político, y menos si esa decisión la toma un órgano que no pertenece al Poder Judicial (como es el Jurado Nacional de Elecciones). Podemos posicionarnos totalmente en contra del Partido Político Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF en adelante), pero el que incluyan en su ideario la adhesión al «pensamiento Gonzalo» no puede llevar a concluir que su «seguimiento implica actos violentos en contra de la Constitución», como pretende la JNE, véase la resolución 0224-2011-ROP/JNE, de 28 de noviembre (PDF), y sin existir más sospechas que las ideológicas (no hay prueba alguna de que estén armados o vayan a atentar) que se prohíba su inscripción es algo que todos deberíamos rechazar.

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Casas de Alba y agencia Andina

Labor social sin crítica. Eso es lo que quieren los que detentan el poder, esto es, que les hagan el trabajo y a su vez aplaudan su pasividad, o mejor, no hablen de nada, ni bueno ni malo. El tema de las llamadas Casas de Alba es curioso, en tanto que demuestra cierta (demasiada) hipocresía de los partidos políticos peruanos y una preocupación al ver cómo organismos pagados con dinero extranjero (de otros gobiernos) hacen labor social a la par de política (¿se pueden separar las dos? hasta los organismos de la ONU van con un discurso político detrás, igual que la Iglesia Católica o el resto de instituciones religiosas que realizan cierto trabajo social). En la agencia gubernamental leo uno de esos artículos sensacionalistas (por el tono, no tanto por el contenido) en que se «revela» la internacionalidad política en la convocatoria de unas marchas o manifestaciones en Puno.

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¿Iban dos desarmados?

«Siete terroristas mueren en enfrentamiento con el Ejército en Ayacucho» titula El Comercio. Poco a poco vuelven las noticias sobre enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas y grupos terroristas (digamos, cédulas de Al Qaeda, digo, de Sendero Luminoso) en ese Perú Profundo que realmente nunca ha salido de una guerra fratricida que no termina de cerrarse (por más que algunos crean que con la captura de Guzmán o con el rescate de la casa del embajador japonés y posterior asesinato de los terroristas rendidos acabó todo). El terrorismo desde la ideología se convirtió en narcoterrorismo antes de pararlo, y ya sabemos que con tanto dinero sobre la mesa, es difícil que se acabe con los que portan las armas.

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Grupo Colina: Terrorismo de Estado

Siempre se habla de «Grupo Colina», hay quienes los mencionan como paramilitares y otras personas defienden lo realizado por este grupo porque, a fin de cuentas, nos dicen, buscaban el orden en una época de caos (un «el fin justifica los medios y lo que yo digo que es correcto lo es y punto»), pero: ¿Qué fue el Grupo Colina? Por un lado, podemos decir que no eran paramilitares, en tanto que estaban dentro del sistema de Inteligencia Militar del Estado, por otro, sabemos que eran los ejecutores (uno de los grupos de este cariz) de la guerra sucia planteada por el Estado a los movimientos subversivos del país.

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