Hoy estuve leyendo el ABC de ayer, cosas de la vida y de la sobre carga del PC, que me dejó tiempos libres salteados… A lo que iba, me sorprendió la cantidad de artículos en defensa de Mariano Rajoy, o sea, de las declaraciones de Mariano en que hablaba de su primo y tal, no sólo en artículos de opinión (con la honrosa excepción, entre los artículos que hablaron del tema, del firmado por Ignacio Camacho), sino de contenido, contando con un artículo elevando al olimpo al Catedrático de Física apellidado Brey, y explicando sus palabras (las mal citadas por Rajoy) sin olvidar dar la contra a los que han puesto el grito en el cielo por las brabatas de Mariano.
Me entusiasma ver cómo se ataca al «cambio climático» para defender a Rajoy, siempre olvidando que las palabras del primo, según él mismo, no fueron hechas para poner en duda el cambio climático, sino «a los que vaticinan lo que pasará dentro de cientos de años». Es cierto que el discurso apocalíptico hace un faco favor a la credibilidad de los defensores de la existencia del cambio climático, pero no es menos cierto que gracias a dicho discurso superficial, más gente ha prestado atención al fondo de la cuestión (que es lo que importa).
Cuando declaró: «Yo sé poco de este asunto, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: He traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?», Rajoy confundió, cual paleto, tiempo con clima. Y demuestra, efectivamente, que del asunto sabe poco (por suerte es humilde, esa se la apunto a su favor).
Se debe reconocer que las formas de Rajoy, al hablar del Cambio Climático tras esa conferencia, fueron incorrectas, vamos, una payasada de bar más que otra cosa (y por algo las ha tenido que matizar), que no entendieron lo dicho por su primo (que no es climatólogo, así que, por más gran científico que sea en su campo, me perdonará no considerarlo una autoridad en climatología, máxime leyendo el contexto de sus palabras). Según nos recuerda un artículo de Pérez, Un primo como para sentirse orgulloso, las palabras del primo fueron una respuesta sobre el materialismo científico, en la que dijo, literalmente: «Es un ejemplo moderno de la manipulación de la ciencia, de su utilización para justificar algo, para darle valor a las cosas o quitárselo. Se invoca a la ciencia para decir si Dios existe, que no existe, para el cambio climático… Traes a los cien mejores científicos del mundo y no te pueden asegurar al cien por cien si pasado mañana va a llover en Sevilla. Y hay seudocientíficos que saben lo que va a ocurrir dentro de 300 años con el cambio climático…». Rajoy oye campanas y no sabe dónde suenan.
Y hoy Rajoy sale a matizar sus palabras. Como lo hiciera ayer Esperanza Aguirre, que tras dar su total apoyo a Rajoy, reculó de forma basta. Pero bueno, eso es hoy, ayer tocaba defenderle a capa y espada, hoy se dirá, o tal vez mañana, lo preocupado que está Mariano con el clima y el medio ambiente y todos esos, que tanta mierda tiraron ayer, hoy serán incoherentes y todas las medidas para evitar el «cambio climático», siempre que sean propuestas por el PP, serán aplaudidas. La diferencia, dirán, está en que Rajoy defiende el medio ambiente sin… sin… sin… Lo defiende diferente, sin fanatismos, eso, sin fanatismos. Y ya que lo hace así, tiene la verdad absoluta en todo lo que dice. Pero sin fanatismos…
Y ya que estamos hablando de ABC, ese diario monárquico de la derecha de toda la vida, me ha sorprendido uno de sus editoriales de ayer, titulado «Zapatero redacta leyes«, no sé si lo han escrito en serio, o a un becario mal pagado le tocó completar el espacio de las editoriales y desempolvó algún libro demasiado antiguo como para enterarce de cómo son y se hacen las leyes hoy en día. Rodríguez Zapatero, el mister Been español, se está pavoneando de haber escrito la exposición de motivos del proyecto de Ley de la Memoria Histórica. No creo que sea un texto como para estar orgulloso, pero bueno. La cosa es que esto ha producido una respuesta un tanto desproporcionada por parte del medio monárquico, donde se llega a decir: «La potestad legislativa corresponde a las Cortes Generales y, aunque la división de poderes está muy relativizada en nuestros días, no es aceptable que los más altos niveles del Ejecutivo desarrollen con ese grado de detalle el trabajo que incumbe a otras instancias. (…) Y en el peor de los casos, si el presidente se empeña en demostrar su habilidad con la pluma, sería mejor que no presumiera de ello por respeto a las diferentes funciones institucionales». Se olvidan que el ejecutivo en España tiene iniciativa legislativa (y por eso existe la distinción entre proyectos de ley y propuestas de ley) y que los proyectos de ley que presentan SIEMPRE van con exposición de motivo, luego el congreso, si quiere, lo cambia, pero el texto que dan a las cámaras debe ser completo, incluyendo, por supuesto, la exposición de motivos.
En realidad, ese primer párrafo de la corta editorial sirve como plataforma para atacar a la ley de memoria, por el lado contrario del que yo la critico. La califican de innecesaria y de dividir a los españoles y romper el «espíritu de la transición». Es una ley insuficiente, pero necesaria. Aún quedan muchos cadáveres por desenterrar, y al menos esta ley dará cobertura para obligar a abrir las fozas comunes. Y no, no pueden quedar tapadas en beneficio de una transición cuyo peor punto fue una amnistía a los torturadores y opresores del pueblo. Y no, no divide realmente a los españoles, asusta a los que fueron fascistas y se salvaron de ser juzgados por leyes de punto final. Y el problema, en gran medida, es que esta ley se volverá de punto final sin querer queriéndolo, en tanto que no da justicia a las víctimas del franquismo. El gran problema de la «centro-derecha« (como ellos se definen) española es que siguen justificando, de una forma u otra, el franquismo, y aceptan todos los excesos del mismo por la «extraordinaria placidez» con la que ellos y sus familias vivieron una época en que otros iban a la cárcel por sus ideas. No aceptan que a a los maquis se les trate como guerrilleros porque para ellos no eran más que unos rojos terroristas que subvertían el orden sagrado impuesto por el Caudillo por la Gracia de Dios, el Generalísimo Francisco Franco, como tanto se le decía.