El pasado 21 de agosto se publicó la Sentencia del Tribunal Constitucional nº 177/2015, de 22 de julio de 2015 (PDF y otros formatos). Una sentencia del pleno del intérprete de la Constitución que atendía a una reclamación por parte de dos condenados por quemar una fotografía del rey (injurias a la Corona) durante una manifestación antimonárquica e independentistas en 2007. Los manifestantes y condenados (a 15 meses de prisión sustituida por una multa de 30 meses a razón de tres euros el día) consideraron vulnerados dos derechos fundamentales: libertad ideológica (art. 16.1 de la Constitución) y la libertad de expresión (art. 20.1.a de la carta magna).
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Estos días se han ido juntando los temas, uno detrás de otro, pero no siempre con «entidad» suficiente (de mi parte, no por el tema en sí). Intentaré ser breve, incluso con los más novedosos.
El triste final de la primavera árabe en Egipto
No solo en Egipto terminó mal, pero fue uno de los puntales en todo esto. Esos periodistas condenados por «apoyar a los Hermanos Musulmanes» (organización declarada terrorista tras el golpe de Estado; no son, claro, los primeros represaliados, ni serán los últimos) que no ha levantado gran queja por los gobiernos occidentales que, a su vez, mantienen su apoyo a Abdel Fattah el-Sisi (sí, el que dio el golpe de Estado contra Morsi y ganó unas nada limpias elecciones hace un mes). Y ese es el tema, al imperialismo occidental le importa tres cominos si en Egipto hay o no hay respeto alguno por los derechos humanos, si hay o no hay democracia, lo único que les importa es que quien gobierne sea amigo suyo. Lo único que diferencia a Sisi de Mubarak es que el segundo al menos no dirigió un golpe contra el gobierno del que formaba parte.
A reprimir se ha dicho
Recuerdo las manifestaciones con Aznar en el gobierno, recuerdo lo rápido que las fuerzas y cuperpos de seguridad del Estado (o las que se tercien) cargaban en cualquier momento. Seguridad. Seguridad decían los muy cínicos (no es que haya cambiado radicalmente este panorama, pero sí un poquito). Hoy Mariano Rajoy me ha recordado por qué no se debiera votar por él, y por su partido. No es por su pasado, ni el de los suyos (recordar los orígenes falangistas y antidemocráticos es ocioso, no lleva a ninguna parte), sino por la idea que tienen del Estado, y no lo digo por la economía (que también), sino por el uso de la fuerza. «Ante los ataques a la Corona yo habría usado las Fuerzas de Seguridad del Estado», declaró el sucesor de Aznar.