Durante una de las respuestas de Ramón Tamames en el debate de la moción de censura soltó algo así como que hay que estudiar por qué los españoles no consiguen trabajo mientras que los latinoamericanos y los marroquíes lo tienen inmediatamente, según llegan. Plantó una «semilla de duda» de por qué esto pasa, abriendo la posibilidad de que se deba estudiar… pero es que, simplemente, eso no pasa. Vamos a distinguir dos cuestiones: quienes vienen ya con un visado de trabajo y quienes no. Los primeros, evidentemente vienen con trabajo, es la condición para la concesión del visado. No es fácil acceder a eso y es una vía bastante restringida (existe una lista de trabajos de difícil cobertura dentro de España dentro de la que es relativamente fácil conseguir justificar la contratación en el extranjero de una persona, fuera de esa lista no es nada sencillo). Evidentemente, quienes llegan en esas condiciones a España tienen trabajo (si no, no llegarían). No han «quitado» el trabajo a nadie porque, bueno, justamente son puestos de trabajo no cubiertos en el propio mercado laboral español bajo los que se abre esta puerta sin demasiado problema (ojo: cubierto dentro de España, con gente con DNI o con NIE, o sea, nacional o extranjera). El otro caso, bastante habitual, son las personas de origen foráneo que ya se encuentran en España y buscan trabajo (pueden haber venido por muchas fórmulas, entre ellas, con un contrato de trabajo que concluyó).
El discurso de la ultraderecha es que la gente de fuera roba el trabajo a la de dentro, que si hay un número de personas paradas en España sobra ese mismo número de personas inmigrantes. Este discurso lleva años aumentando, al punto que poco a poco fue siendo comprado por partidos a la derecha, al mal llamado centro e incluso en algunas formaciones que se reivindican de centroizquierda (como el PSOE) o de izquierdas (como algunos sindicatos). Hace más de diez años hablé de esto mismo.
Según la EPA del cuarto trimestre de 2022, la tasa de paro en España alcanza el 12,87 %. La tasa de paro de la población con nacionalidad española es del 11,93 %, la tasa de paro de la población extranjera es del 18,65 %, despuntando sobre todo la población que no pertenece a la Unión Europea (20,01 %). Es cierto que Tamames se refiere a la población marroquí y hispanoamericana, pero no es menos cierto que esos son los dos mayores grupos entre la población de fuera de la Unión Europea (según el padrón municipal para 2022, el 60,19 % de la población extranjera de fuera de la UE es de uno de esos dos colectivos).
El año pasado, el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) presentó el «Informe sobre la Integración de la población extranjera en el mercado laboral español» de Ramón Mahía y Eva Medina (PDF aquí, copia del PDF en local aquí) donde se puede ver que la situación de las personas extranjeras en el mercado laboral español es, a todas luces, peor que para las personas nacionales. En todas las cohortes de edad, las personas extranjeras tienen una tasa de paro superior:
Podemos, además, analizar otras variables, como el subempleo, el tipo de empleo (sector de actividad), inestabilidad en el trabajo o el salario percibido (las personas asalariadas con «bajos salarios», esto es, dos tercios o menos por debajo del salario bruto por hora mediano, incide más en la población extranjera, que para las personas de fuera de España y la UE llega al 36,7 %, mientras que para los españoles es de 15,3 %, según el INE con datos de 2020), que habría que sumarle el tema del género para poder hablar en concreto de la situación de las mujeres inmigrantes (porque la discriminación que sufren las mujeres en general –españolas y extranjeras– es un elemento importante en cualquier análisis socioeconómico).
La intervención Yolanda Díaz, Vicepresidenta segunda del Gobierno de España y ministra de Trabajo y Economía Social, que habló tras estas palabras de Tamames, creo que debió comenzar desmintiendo un bulo racista como el que soltó repetidas veces el economista y candidato a la presidencia del gobierno, no sé si lo hizo porque tenía ya una larga respuesta preparada fundamentada en la primera intervención de Tamames y del borrador que se filtró o por no darle juego a ese bulo racista, pero en el aire quedó como algo que Tamames planteaba como una duda legítima que «hay que estudiar» cuando la integración (falta de la misma) sociolaboral de las personas migradas está más que estudiada (y se debe seguir estudiando) y los datos que daba, de base, eran falsos.
Entre las personas con posturas xenófobas y racistas, como es todo Vox, cunde un perfil de la persona inmigrante contradictorio pero que defienden a capa y espada, así pues, no tienen problemas en acusar a las personas inmigrantes (todas o en su mayoría) de robar el trabajo pero a la vez de venir para vivir de las «paguitas» sin dar un palo al agua (ambas cosas falsas, por supuesto); cunde el desprecio de clase y aporofobia que demuestran cada vez que hablan de determinados trabajos normalmente desarrollados por personas migrantes y, acto seguido, refieren cómo las inmigrantes copan los sitios que consideran deseables. No es sostenible un perfil tan contradictorio de la persona inmigrante salvo que solamente se tenga como soporte de las afirmaciones la xenofobia y el racismo.
En un país que la precariedad y el paro son el pan nuestro de cada día, no se puede alimentar el odio dentro de la misma clase, salvo que la agenda sea la de encontrar un chivo expiatorio de los males producidos por un sistema capitalista que explota a las personas.
Que quede claro: no, las personas extranjeras no quitan el trabajo a nadie (ni en general ni en particular las personas de Hispanoamérica y de Marruecos); no, las extranjeras no tienen mejores condiciones laborales que las personas españolas, si no que, siempre, tienen peores datos.