Hace muchos días, recuerdo, salió la noticia de cómo la municipalidad de Lima se iba a poner «dura» estas fiestas con el tema de las fachadas y banderas, sí, para las fachadas habría un perdón para las familias sin recursos (igual la multa no la podrían pagar), no una ayuda para pintarla, un perdón, que se vea que son pobres al no poder ni pagar la pintura ni la multa… Pero con las banderas nada, no había excusa, que son un puñado de soles para tener la bandera para toda la vida. No se cuestionó una de nuestras más absurdas leyes, esa que nos obliga a ser patriotas, a izar la bandera. Quien quiera que la ice, faltaría más, pero, ¿y los que no queremos? ¿Los que no nos sentimos representados por nación alguna? Así que nada, «celebrando» la independencia a Perú (y llorando la dura derrota de Alianza por el ATM), la vigésimo segunda tira de Igualito va de banderas (la anterior tira fue el final de la saga en las tierras de Canaán, hablando de muros y tal).
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De banderas y fachadas
«Convencen a mujer trujillana de retirar los colores de la bandera chilena de su casa» titula Perú21. Aparte de la redundancia en el titular («mujer trujillana», si es «trujillana» es «mujer» por pura definición, el usar el sexo sin venir a cuento para remarcar la condición del mismo es machista) me sorprende la noticia. No tanto por el titular, uno piensa, normal, no les gustan los colores, se acercan a la vecina y le dicen «ya pues vecina, cambie esos colores, estos quedarían mejor» y santas pascuas. Pero leyendo la noticia uno se sorprende del patriotismo meapilas y la estupidez política tanto de los vecinos, como del alcalde.
Por el derecho de quemar símbolos
Muchos reconocen la figura de los reyes como símbolos, incluso muchos constitucionalistas hablan de que el verdadero papel de la monarquía es ser símbolo del Estado actual, muestra inequívoca de la Unidad final y del funcionamiento como Estado Social, Democrático y de Derecho que debe ser España. Vamos, como la bandera, escudo incluido. Así pues, dentro de esa idea, hay que admitir el derecho a quemar Símbolos. El derecho subjetivo, quiero decir, no el Derecho objetivo. Pocas cosas se me ocurren más anacrónicas o autoritarias que un Estado que prohiba a sus ciudadanos manifestarse, sin hacer daños a otros (contando, incluso, sus propiedades) si es que irán contra un símbolo de la patria. Sobre todo cuando la manifestación, siempre simbólica, va contra lo que representa un símbolo concreto, o una institución que se ve reflejada en dicho símbolo.