«Si votar sirviera de algo, ya estaría prohibido», dice el refrán, y lo explica Rubén Kotler.
publicado originalmente en De Igual a Igual.
Me encantan las elecciones, y siento que no deberían existir. Soy, como casi todo humano que se precie, contradictorio, y entiendo mis propias contradicciones (al menos las más evidentes, como la presente). Sé que el sistema de democracia representativa o democracia formal se agota a sí misma por su propia definición y fin, sé que participar en el sistema no lo debilita, lo agranda, sé que caigo en la trampa de considerar que mi voto vale algo (cuando, en todos los sitios que he votado, mi opinión ha sido totalmente minoritaria, y esto también lo sé) pero también sé que simplemente no participar no significa nada, por más que asienta con la cabeza cada vez que veo una pintada de la CNT-AIT llamando a la abstención activa como acción directa contra una democracia formal ya acabada. Todo esto me pasa también con las elecciones sindicales.
Considero que cualquier movimiento que se precie debe actuar lo más dentro posible del sistema, sin claudicar al mismo, entre otras cosas porque fuera de él es difícil alcanzar ciertos puntos que, como objetivos secundarios o intermedios, son más que necesarios y van «facilitando las cosas», el día a día. Un buen ejemplo (tomado de la legislatura actual) es el tema de los matrimonios entre personas del mismo sexo1, fuera del sistema es imposible ir consiguiendo su validez (ya que tienen una utilidad práctica en la vida cotidiana, que para la gran mayoría de la sociedad se realiza dentro del sistema) mientras se llega al fin deseado (jamás será cosa de un día para otro, olvídense por completo de revoluciones nocturnas que cambien el mundo en doce horas)…
Así pues, para ir consiguiendo los objetivos medios (nunca los finales, es imposible2) es necesario acudir a votar. ¿Por qué? Porque, hasta ahora, las decisiones en este sistema burgués el poder decisorio lo tienen representantes no vinculados, y lo único que nos queda es votarles con la esperanza que cumplan lo que prometen, mientras les presionamos (acciones directas durante el resto del tiempo político) para que se comporten como decían que lo harían el resto del tiempo.
Tanto en Perú como en España (y creo que en casi todos los países, salvo, tal vez, Venezuela), el absentismo electoral favorece a la derecha (en Perú a la Derecha y al APRA3), en todo caso, el ausentismo suele favorecer el statu quo, con lo cual sirve de poco para esos intereses intermedios que defino más arriba4. ¿Es necesario votar? Sí. Como alguien decía, para una vez que nos preguntan algo, no nos vamos a quedar callados. El participar en los sufragios, a fin de cuentas, representa una opinión clara y directa sobre los asuntos del Estado, aunque tu voto no consiga verse reflejado en la representación parlamentaria.
Acá pensarán que entro en otra contradicción, si votar es lo menos malo, ¿por qué votar a un partido que no tendrá representación parlamentaria? ¿Por qué no recurrir directamente al voto útil? Sin menospreciar la posible utilidad del voto útil (valga la redundancia), el votar a consciencia es un mensaje claro, de protesta real. No ir a votar se interpreta de mil y un formas, y no faltan los partidos que participan torticeramente en el sistema que se apropian de esa abstención, si tú no votas, el poder político se alegrará grandemente, le has hecho un favor, y el resto de pollitos que picotean las migajas harán su agosto con tu decisión meditada en contra del sistema de sufragio que consagra nuestros estados.
A modo de conclusiones voy a parafrasear algo que dije con respecto a las elecciones sindicales: La participación en las elecciones se presenta como una necesidad a la par que un reto: No podemos permitir que los parlamentos sigan siendo lo que son, no podemos quedarnos al margen para intentar una lucha paralela mientras dejamos pasar el tren de las decisiones actuales, en las que vamos perdiendo todos los derechos que nos quedan, a la par que en el resto de acciones de nuestra vida pública debemos reclamar lo que nos pertenece o debiera pertenecer, esos derechos que hemos ido perdiendo o que jamás hemos tenido. No podemos, por otra parte, subyugarnos, dejarnos dominar, por ese sistema representativo. No es contradictorio, es un voto responsable, es un voto que no debe delegar las responsabilidades, es un voto que debe quedar sometido a un compromiso de funcionamiento asambleario. Los representantes que elijamos deben entender que su compromiso está con todos nosotros, y que el debate interno debe ser una de las grandes constantes y que las bases, afiliadas o no, deben ser escuchadas y participar en el funcionamiento del Estado, para que la Democracia formal sea un poco más participativa.
Votar es uno de los tantos actos políticos que debemos hacer durante nuestra vida, no es ni el más importante ni el más determinante, no cambia radicalmente las cosas, pero no por ello debemos dejar pasar la oportunidad de gritar, de vez en cuando, lo que creemos dentro de ese sistema que nos llama, muy de vez en cuando, para opinar.
Notas:
1.- Es un ejemplo un tanto extraño de mi parte, puesto que apoyo dicha ampliación del concepto de matrimonio (o mejor dicho, un retorno a la pureza conceptual del matrimonio) cuando estoy en contra de la institución-contrato que es el matrimonio (figura arcaica por completo). Pueden leer mi opinión (del 2005, cómo pasa el tiempo) en dos entradas: Detalles sobre el Matrimonio Homosexual I y II.
2.- En palabras de Mikel Bakunin (Obras, I, p. 304):
¿Quiere decir esto que nosotros, socialistas revolucionarios, no queremos el sufragio universal, y que preferimos sea el sufragio restringido, sea el despotismo de uno solo? De ningún modo. Lo que afirmamos es que el sufragio universal, considerado en sí mismo y obrando en una sociedad sobre la desigualdad económica y social, no será nunca para el pueblo más que una trampa; que de parte de los demócratas burgueses no será nada más que una odiosa mentira, el instrumento más seguro para consolidar, con una apariencia de liberalismo y de justicia, en detrimento de los intereses y de la libertad populares, la eterna dominación de las clases explotadas y posesoras.
Negamos por consiguiente que el sufragio universal sea instrumento de que el pueblo pueda servirse para conquistar la justicia o la igualdad económica y social, puesto que, como acabo de demostrarlo, el sufragio universal ejercido por el pueblo al margen de las condiciones de esa igualdad y de esa justicia, en medio de la desigualdad y de las injusticias que reinan en la sociedad actual, en medio de la dependencia y de la ignorancia populares que son sus resultados naturales y fatales, producirá necesariamente y siempre un voto contrario a los intereses del pueblo y facorable solamente a los intereses de los burgueses.
3.- ¿Qué es el APRA? Eso lo pueden descubrir o leyendo los artículos dizque de García en El Comercio o, en su caso y más recomendable para el estómago, el breve ensayo «¿Qué es el ARPA?» de Julio Antonio Mella en 1928, esto es, critica desde el mismo pistoletazo inicial al movimiento del santificado Victor Raúl Haya de la Torre.
4.- En la nota 2 cito a Bakunin, bueno, él mismo, una vez que las circunstancias cambiaron, comenzó a recomendar a todos los suyos participar activamente en la política representativa para influir lo más posible en los vaivenes políticos de esos tiempos, sin renunciar jamás a lo antedicho (como hacemos todos los que nos contradecimos con respecto a las elecciones). Bakunin siempre se había manifestado partidario de realizar la lucha en todos los frentes posibles, y la política institucional, no lo olvidemos nunca, es uno de esos frentes de lucha, con un límite clarísimo, pero no por ello despreciable. Recomiendo, sobre esta relectura de Bakunin en prólogo de la antología de obras de Bakunin «La Libertad», escrito por Carlos Díaz (en concreto, las páginas 12 y siguientes de la Segunda Edición, 1980, Editorial Júcar, impreso en Barcelona). Bakunin, por su parte, apoyó movimientos de alianzas con partidos que sí participaban en elecciones en tanto que sirvieran para conseguir triunfos intermedios (lo que, más o menos, propongo en esta entrada), incluso, lo recomendó a los anarquistas españoles (que no olvidemos, participaron de forma proactiva en, al menos, dos elecciones, y gracias a ellos se ganaron, aunque luego se sintieron, los anarquistas, totalmente traicionados, esa también es una constante en los representantes que elegimos). El absentismo electoral se ha vuelto un dogma cuando no era tal en los inicios del anarquismo, al punto que, no olvidemos, Proudhon fue diputado en la Asamblea Nacional francesa en 1848 (y duramente criticado por ello, no abandonó su discurso y fue expulsado de la Asamblea y condenado a la cárcel en 1849, pero esa ya es otra historia). Con esto no estoy tachando, para nada, la postura de los abstencionistas, sino que defiendo la mía, más aún, al comienzo de la entrada enlazo un interesante artículo de Rubén Kotler con el que estoy muy de acuerdo.
Yo, he llegado a conclusiones parecidas.
Votaré, sí. Pero no a ninguno de los partidos imporatntes, ya que todos me decepcionan e incumplen normas morales que no pueden justificar sus buenos actos.
Por ello, votaré a los verdes, o a algún otro partido minoritario. Porque de esta manera daré verdaderamente mi voto a un ideal, y no a un partido y sus personas, ya que es bien improbable que lleguen a gobernar.
Espero que se haya entendido xD
Salud
Se le entiende perfectamente, y me alegra pensar que también se me entiende a mí :P.
Tal vez, siendo muy generosos, y sólo tal vez, puede que votar por un minoritario (que no sea un sólo puñado de votos, sino que tenga «bastantes» pero no «suficientes») mande un mensaje claro a partidos con ideología medio cercana al mismo (por ejemplo, los verdes con respecto al PSOE o IU) para que cuiden más esos aspectos ideales…
Gracias por su comentario y hasta luego ;)