En un encuentro virtual con sus seguidores hace como un mes, Marco Sifuentes comparó el legislativo peruano con el finés para comentar algo que en Perú sería una opinión muy impopular: tenemos pocos congresistas. Comentó por encima lo que es el parlamento de Finlandia, país que cuenta con 200 congresistas para una población de 5,5 millones de personas, mientras que en Perú tenemos 130 congresistas para una población de 34,3 millones de personas. Además, se puso a comentar la importancia de los distritos electorales pequeños y de que cada circunscripción eligiera «su» congresista; de esta forma, habría una mejor relación entre las personas electoras y las elegidas, permitiendo un control directo y una línea clara de comunicación (como se supone que pasa en otros países).
Sé que esto lo dijo en torno a una conversación informal (comentarios en una charla a raíz de su paseo por Europa en tren) y que no viene de un análisis de la realidad de Finlandia, sino que aprovechó que el Rímac pasa por Lima para hablar de un tema que, la verdad, el antes conocido como Ocram sí que ha repetido muchas veces (si no recuerdo mal): la necesidad de circunscripciones uninominales. De hecho, esto se ha planteado más de una vez por otras personas muy metidas en el tema electoral, como Carlos Meléndez o Diethell Columbus. De este tema hablé largo y tendido hace un montón de años (cuando se planteó una posible reforma en ese sentido), así que intentaré no repetirme mucho.
El parlamento finés es unicameral (como el peruano), con una Eduskunta (Riksdagen en sueco) de 200 personas que se eligen, en su gran mayoría, en distritos plurinominales aplicando el método d’Hondt para el reparto. Solo un distrito es uninominal (Åland, que tiene sus propios partidos). La cantidad de personas que se eligen por distrito depende de la población, la verdad es que no sé si hay un mínimo de escaños por circunscripción, lo que sí sé es que en las últimas elecciones, descontando Åland, el distrito con menos escaños tenía 7 y el que más tenía 36. Como particularidad, Helsinki (la capital) es la única circunscripción monomunicipal (22 escaños), que se separó de su región (la provincia de Uusimaa), que sigue siendo la circunscripción con mayor número de representantes (36). Un cuarto de quienes ocupan el parlamento de ese país salen de la misma provincia (aunque de dos circunscripciones).
Además, todo esto lo comentaba dentro del tema de los incentivos, diciendo que en Perú no hay incentivos para «hacerlo bien» durante el mandato (cualquier mandato) al no existir reelección, eso imposibilita plantear cuestiones a medio y largo plazo (sumándolo, añadiría yo, a la falta de estructuras de partido, pues la carrera política se podría mantener «dentro» del partido, así como todos los planes a medio y largo plazo se vincularían al partido y no a la persona), junto con un total desconocimiento de quiénes son tus representantes; comentó lo de Lima y la cantidad que hay (33; 3 menos que en Uusimaa).
Esto último, creo, solo es aplicable a unas muy pocas circunscripciones en Perú, ya que la mayoría tiene pocos congresistas (de hecho, tenemos una uninominal, Madre de Dios, y 8 binominales, entre las que se encuentra la de Residentes en el Extranjero), en otras palabras, justo un tercio de nuestras circunscripciones son extremadamente pequeñas y bien podrías tener esa relación con «tu congresista» (en varias de las pequeñas, además, son del mismo partido las dos personas electas). Incluso, me atrevería a decir que es un problema solo de la provincia de Lima (que está separada del resto del departamento, que tiene una circunscripción con 4 curules), pues las siguientes con más gente tienen 7 (La Libertad y Piura).
Perú tiene serios problemas con su sistema actual: no solo la prohibición de reelección, la falta de apoyo popular (es un poder completamente odiado por el público en general; esto se retroalimenta con una obligación de votar que genera un número absurdamente alto de votos blancos y nulos: casi 4,86 millones de votos nulos y blancos entre 17,72 millones de votos; esto es, el 27,42 % de los votos emitidos no fueron válidos), la barrera electoral nacional que ha creado cosas «feas» más de una vez (no podemos olvidar que a veces el partido ganador en una circunscripción no ha sacado escaño porque su partido no tuvo apoyo en otras circunscripciones) y un sistema basado en la proporcionalidad que, en la mayoría del país, lo es poco (el 44,44 % distritos electorales eligen a 3 o menos congresistas). Un sistema uninominal no va a solucionar ese problema de representación (lo hay en Madre de Dios y ahí se elige solo un curul); de hecho, la forma en que elegimos al presidente de la república es uninominal y hay un problema de representación, primero, porque la mayoría de gente vota al mal menor en la segunda vuelta (y acá se dividió ese «mal menor» entre Fujimori y Castillo, decantándose por muy poco en favor de Castillo; como cinco años atrás fue entre Kuczynski y Fujimori, también cayendo por el lado de Kuczynski por poquísimo), teniendo una primera vuelta con una gran dispersión de votos; esta dispersión se debe al sentimiento de representación, que no está concentrado.
Un sistema como el francés, que en sus distritos uninominales tiene dos vueltas, diseñado para generar pactos en la segunda vuelta (no pasan solo 2, pasan todos los que superen determinados umbrales) fomenta un sistema de alianzas durante las propias elecciones que van más allá de endosar el voto a otra candidatura como mal menor, pero aún así genera sus propios problemas (el cordón sanitario a la extrema derecha, aunque ha controlado su ingreso masivo en instituciones, lo que generó también fue un rechazo popular muy grande y una unión más fuerte de esos discursos de odio, que venía por un gran grupo de personas que votando masivamente veían como su representación al final era mínima).
El sistema uninominal, sin dudas, tiene sus ventajas; y tiende (o tendía) a generar grandes mayorías, aunque últimamente ya no sean tan grandes (la experiencia inglesa es, creo, bastante clara en esto) o genera redes clientelares y mucha subrepresentación de minorías (acá la experiencia estadounidense es clara). Un sistema uninominal, al final, solo da voz y voto a la mayoría de cada una de esas pequeñas partes en las que has dividido el país, ocultando el resto de voces. En poblaciones muy homogéneas podríamos pensar que así se representa mejor el sentir mayoritario, pero la verdad es que siempre ha habido una gran mayoría silenciada (las mujeres) y, sobre todo, estás asumiendo que quien no se asemeje a la gente de su región no va a tener ni un poquito de voz y voto, al menos no por medio de la política parlamentaria.
En gran medida, ya elegimos por nombres (no solo por las listas semiabiertas en el Congreso, sino por cómo funciona el presidencialismo, regionalismo y municipalismo en Perú), y aún así, hay un problema de representación; y, encima, elegimos a gente que ya tiene una catadura moral muy cuestionable y un pasado de corrupción claro (y, cuando no lo tienen, como era Castillo, se apuran para hacer currículo; un año en el poder y ya tiene 5 casos abiertos y algunos muy claros). ¿Por qué tener «línea directa» con tu congresista mejoraría en algo esto? Ya tenemos eso en las alcaldías municipales y… bueno, ya saben cómo va la cosa.
El tema de la bicameralidad es otro constante en el debate; la verdad es que existe un equilibrio entre la representación ciudadana y la representación de la ciudadanía enclavada en un territorio bastante mal resuelto; por un lado, en países unicamerales pero con distrito múltiple eso queda vinculado al buen hacer de los partidos con respecto a las circunscripciones de las que vienen (que suelen coincidir con la división administrativa más importante… salvo casos como España, donde está enclavado en el sistema provincial cuando la distribución principal ahora son las autonomías), mientras que en los bicamerales una de las cámaras sería «territorial», o no del todo (como Estados Unidos, donde es un sí pero no), pero digamos que hay una cámara territorial, ¿si los partidos luego se comportan igual en las dos cámaras de qué vale tener ambas? Y acá vamos al ejemplo español, donde el Senado, además de muy mal visto y con un poder limitado, sí tiene en su composición un reflejo territorial fuerte (algunas se eligen en distritos plurinominales con sistema mayoritario y listas abiertas en las provincias, teniendo cada provincia el mismo número de representantes –las islas y demás tienen números particulares–, pero otras son designadas por los parlamentos autonómicos, un curul más uno por cada millón de habitantes), pero no vemos que sus políticas (que sus acuerdos y la forma de actuar de sus senadores y senadoras) sea acorde con esa representación territorial (así pues, la llamada España Vaciada está sobrerrepresentada en el Senado y no sale nada de ahí en su favor; de hecho, es habitual ver a representantes políticos diciendo que algo es bueno para su territorio pero votan en contra porque el partido considera que es malo en general); en otros lares, aunque oficialmente no tengan una cámara baja y una alta, por funciones y diseño, tenemos que una sí representa los intereses territoriales (los de los estados federados) y otra tiene una composición que intenta ser la representación popular directa: en Alemania, por ejemplo, el Consejo de Estado (Bundesrat) tiene competencias legislativas y es la representación de los lander (estados federados), en la práctica es un Senado. Senado que se compone por las personas designadas por el gobierno federal (ni siquiera por el parlamento) donde cada Estado tiene un número de votos relacionado con su población; cada Estado vota con el total de sus escaños (un Estado no puede tener votos divididos, de hecho, esto ha provocado la declaración de nulidad de alguna ley).
Hablando de Alemania, tal vez tenga el sistema electoral más de compromiso entre la elección uninominal y una proporcional estricta (y más antes que ahora, pues cambiaron el método de reparto para las listas). E Bundestag (legislativo federal) se elige con un método un pelín demasiado complejo, pero útil para este punto: cada persona tiene dos votos, uno de ellos dentro de un sistema uninominal (299 de estas circunscripciones, una cada, más o menos, 250 mil habitantes) y el otro a listas de partidos, que va con distritos plurinominales (un distrito por estado federado); en principio, los partidos recibirán escaños si superan el 5 % o han obtenido al menos 3 mandatos directos en los unipersonales (si tienen 1 o 2, ocuparán esos curules, pero no recibirán escaños en el reparto de listas). Y acá llega lo complicado: cada partido recibe tantos escaños como le corresponde a sus listas, dándose los primeros lugares a quienes han ganado en los distritos uninominales y repartiéndose el resto según la lista del Estado; lo curioso es que, con este método, se sabe el mínimo de escaños a repartir, pero no el máximo (bueno, el máximo absoluto sí, no se puede pasar de 800, pero es que el mínimo son 598); lo que pasa es que si un partido ha ganado más escaños (por unipersonales) que lo que le corresponde por lista (lo habitual en los partidos grandes y fuertes, suelen ser los más votados), se queda con los escaños de más; esto generaba una falta de proporcionalidad, así que se crearon los escaños de compensación hasta que las fuerzas demuestren la proporcionalidad de voto salido de las listas; con este sistema, tenemos que esta legislatura el parlamento alemán tenga 736 escaños. Este sistema mantiene la proporcionalidad (que es lo más criticable, para mi gusto, de los sistemas con distritos uninominales). ¿En Perú sería posible un sistema así? Y, si fuera posible, ¿sería positivo?