Toledo se hace el gracioso hablando de «12» candidatos para acusar (o denunciar, según se vea) al presidente Alan García por su intervención en la campaña. En la queja o lamento de Toledo también hay otro componente: Es difícil acaparar muchos votos por la alta cantidad de partidos. Esto segundo está realmente en relación con algo que se está haciendo en Perú en los últimos años: Limitar la oferta electoral artificialmente para «fortalecer» las instituciones. Dentro de esa idea se engloban políticas como la barrera electoral a nivel nacional (actualmente en el 5%, en las elecciones pasadas se cobró una víctima), la cancelación de la inscripción de partidos que no superan la valla electoral, así como los fortísimos requisitos para inscribir una formación política, entre otras lindezas.
Así pues, la política en Perú está siendo transformada, sobre el papel, por una legislación restrictiva de la oferta electoral, que ha conseguido que el propio Ollanta Humala en el último debate de candidatos pusiera todos los puntos comunes (que fueron hartos) en un documento de mínimos sacado de las propuestas presentadas por los candidatos, la ley está «obligando» a alianzas extrañas que tienen el único fin de saltar la valla electoral y mantener la inscripción del partido (y así se entiende el sancochado de la Alianza por el Gran Cambio de Pedro Pablo Kuczynski, o que los partidos de izquierda, tras el fracaso de la alianza con FS, corrieran y cerraran una con el PNP en tiempo récord) o permite, en última instancia, una nueva vigencia de los partidos de alquiler.
Pero todo esto no consigue dos de los objetivos: a) Que los partidos sean instituciones bien organizadas con los principios como pilares y no agrupaciones de individualidades que se presentan bajo una sigla; b) Concentrar de verdad la demanda electoral (la última encuesta publicada indica que cinco candidatos tienen más del 10% de la intención de voto, y los tres primeros suman tan solo el 63,2%); y c) Que los peruanos se sientan realmente representados (existe un alto índice de voto blanco o nulo, desapego a la política institucionalizada, esto es, un rechazo frontal al Congreso y a otras instancias participativas).
El que actualmente haya una fortísima dispersión de votos no depende de la oferta electoral, que en las presidenciales está muy restringida (11 candidatos nada más), sino que ninguno de los discursos consigue agrupar mucho voto, que las redes clientelares y caudillistas y la negociación de intereses está tan fragmentada que ningún candidato canaliza una fuerte suma de votos a su favor, por más que la gran mayoría de candidaturas se basen en alianzas electorales construidas, justamente, con el fin de acaparar votos de varias partes.
Podemos mirar a las elecciones del 2006 para comprobar que, aunque el resultado final fue ajustado y disperso (tres candidatos concentraron el 78,58% de votos válidos), fue más concentrado que lo que las encuestas nos dan a entender que serán estos comicios (en esta ocasión cinco candidatos podrían superar el 10%, frente a tres la vez pasada), además, un candidato, Ollanta Humala por UPP, sacó el 30,96% de votos válidos (el 26% de los emitidos) a nivel nacional, más de lo que posiblemente saque Alejandro Toledo (que lidera las encuestas en torno al 26%).
Además, esta dispersión no fue generalizada (sí se dio en las principales plazas electorales), así UPP sacó una importante mayoría en departamentos como Ayacucho (62,66%), Huancavelica (59,4%), Apurímac (57,39%), Puno (51,59%), Cusco (57,15%), Tacna (48,8%), Arequipa (48,49%), Madre de Dios (46,17%), Moquegua (42,36%) y Junín (41,01%). Esas concentraciones no solo favorecieron a UPP, sino también al APRA en La Libertad (53,51%).
Esto es: Es posible concentrar votos a pesar de que hayan muchos candidatos, incluso en Perú (como lo demuestran otras experiencias electorales, y una tan cercana como la inmediatamente anterior elección presidencial).
Pero no, en Perú no queremos, perdón, nuestros políticos no quieren que los candidatos se ganen los votos, para nada, lo que quieren es que se restrinja la oferta electoral a unos pocos candidatos y que estos se peleen por los pocos votos a candidaturas que habrán, todos ellos que acudieron a votar porque les obligaron (porque los grandes no dicen nada sobre el voto voluntario o votan en contra del mismo o, en su caso, consideran práctica corrupta el proponerlo), ven en la dispersión un problema cuando, en todo caso, es un síntoma de cómo está estructurado el sistema de partidos (o el sistema representativo, mejor dicho), no hacen absolutamente nada para ganarse el voto del electorado desde un plano programático e ideológico, sino que insisten en la vía del intercambio electoral.
Además, las elecciones se han vuelto una competencia entre partidos que tienen como diferencias solo pequeños matices, en los planos centrales, como son la economía, el sistema de partidos, entre otros muchos. Tal vez nos la juguemos entre autoritarismo y otras opciones, pero poco, realmente poco.
Claro que es difícil ganar en primera vuelta, sin dudas, no tiene por qué ser fácil, y también lo es concentrar el voto. Pero esa es la tarea de los candidatos, no debe ser una imposición legal. Deberían, todos ellos, reflexionar sobre cómo es posible que a duras penas uno supere el 25% de la intención de voto, no estar pensando en fórmulas para impedir una mayor oferta electoral.
(Y sí, esto lo firma alguien que no se siente representado por ninguno de los 11 candidatos y que lamenta la restricción en la oferta electoral vía legal que favorece las alianzas «amplias» que diluyen a las minorías.)
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