Cuando el Partido Nacionalista Peruano se vio impedido de presentarse a las elecciones generales de 2006 buscó un partido que sí podía para hacer una extraña amistad y tirarse a la piscina electoral, fueron el partido más votado para el Congreso y ganaron la primera vuelta (UPP, no eran una «coalición electoral», en el sentido legal de la expresión, más bien, miembros del PNP se presentaron por UPP, contando el candidato presidencial), en esas elecciones una barrera electoral nacional impidió a un partido, el segundo más votado en La Libertad (por delante de UPP y UN, por detrás del APRA) consiguiera un escaño (peligraron tres curules, los del PP consiguieron saltar la valla), tras esas elecciones (y la reválida de las municipales y regionales), el propio PNP junto con muchos otros partidos perdieron su inscripción gracias a la ley de Partidos. La ley de Partidos, para seguir abundando, tiene una exigencias altísimas para poder inscribir formaciones políticas, busca grandes partidos y solo encuentra formaciones que, una vez en el Congreso, explotan por todos lados (buenos ejemplos son UN y UPP, divididos en infinidad de grupos, y la cantidad de «no adscritos» que ahora pululan por el parlamento, gracias, en cierta medida, a los tejemanejes nada claros del APRA y que nuestros políticos estén en venta constante).
¿Y ante esta situación qué se hace? ¿Se entiende que la participación política es fundamental y que dar canales a los ciudadanos para que ejerzan la misma es imprescindible? No, lo que se hace es: a) Atacar a la «partidocracia» (¿qué partidos quedan en el Perú? ¡Hasta el fujimorismo vive de refundar formaciones políticas!); b) endurecer la ley de Partidos.
En este último sentido, el de endurecer la absurda, mírese por donde se mire, legislación de nuestras formaciones políticas, encontramos la propuesta del cada vez más inefale Raúl Castro (el que firmó un proyecto por el voto voluntario y votó en contra de otro exactamente igual, mientras que UN mantenía públicamente una postura favorable a reformar la obligatoriedad del voto, aunque sus congresistas votaran otra cosa), de Unidad Nacional, en que pide que haya que tener cinco años de andadura en elecciones regionales y municipales para poder presentar candidaturas al Congreso.
Mientras las listas al Congreso se hagan como actualmente se hacen, ninguna medida como la que propone Raúl Castro funcionará, y solo servirá para limitar el acceso de candidatos válidos al Congreso por formaciones que actualmente no estén en la casa de todos. Hay que recordar, además, que la legislación electoral y partidaria en el Perú castiga a las formaciones que no consiguen cargos políticos, así puedes tener muchos años de experiencia en la arena pública pero estar refundando y reinscribiendo constantemente tu formación política para poder participar en los distintos comicios (y para esto Javier Diez Canseco como ejemplo), mientras tanto, formaciones como UPP o UN (de la que forma parte este ínclito congresista), con larga data de actividad política, que una vez llegan al Congreso con un popurrí interno poco explicable, tienen una desbandada interesante y se reproducen los grupos salidos de su seno.
Raúl Castro reacciona (y es un decir) ante los problemas de congresistas considerados como «improvisados», pero tanto su alianza electoral como en otras (incluso la oficialista APRA) se dan casos de congresistas sancionados por distintas faltas, hasta delictivas (aunque a veces haya un corazoncito estrellado que las proteja). Se ataca mucho a los congresistas elegidos por UPP en las pasadas elecciones, pero hay que recordar que, por ejemplo, esta norma no evitaría formaciones como las de ese partido político, habida cuenta que fue fundado en 1994 y tiene presencia parlamentaria desde el 95, pero da igual, Raúl Castro trata a UPP como si fuera un partido nuevo.
El problema no está tanto en cuántos partidos se presentan a las elecciones o qué trayectoria tienen, sino más bien en el funcionamiento interno de los partidos, en la corrupción, en la compra de puestos en las listas electorales o que se elija a Fulanito y Sutanita porque es hija, hermano o colega de un mandamás del partido, o porque le deben un favor (y todos los que conozcan las formaciones, sabrán que esto pasa tanto en el APRA, como en UN, UPP, PP y demás partidos con más años en el Congreso que Matusalén), exigir que haya una participación política previa de cinco años solo encarecerá la compra de esos puestos en las listas (y las necesidades de recuperar la inversión, nada limpias) e impedirá el surgimiento de nuevos partidos que sí respondan a las necesidades ciudadanas, por no decir que volverán a todos los partidos en el Congreso en verdaderos atrápalotodo (a lo países bipartidistas, y es lo que se está volviendo UN y lo que pasó con UPP).
Cada vez que nuestros congresistas miran a la ley de partidos o a la electoral, nos debemos poner a temblar, alguna medida contraproducente se les está ocurriendo. Y lo jodido es que la mitad de las veces consiguen aprobar sus absurdas propuestas y luego pasa lo que pasa, que las formaciones se tiran más tiempo recogiendo firmas que trabajando en sus programas, para que al final quienes lo tengan más fácil sea los que ya están en el parlamento nacional.