Estos días se está hablando mucho de la Ley de la Memoria Histórica, y desde el Partido Popular y la jerarquía de la Iglesia Católica en España se critica la misma por «abrir viejas heridas ya cerradas» (no señores, no se cerraron, al menos no se curaron) y estar «sesgada en favor a un bando de la guerra» (bueno, es que el otro impuso una dictadura de 40 años durante los que ensalzó a sus caídos, ahora toca desenterrar fozas comunes para que los otros entierren a sus muertos). A la par de tanta crítica, la Conferencia Episcopal española ha comenzado una investigación para beatificar a 498 religiosos muertos durante la guerra civil. Todos cayeron a manos de los republicanos, ninguno del bando franquista, cuando al menos 16 curas y religiosos vascos cayeron sin renunciar a su fe a manos del bando falangista.