No votaron ni los redactores del Estatuto de Autonomía de Andalucía. Un referendo en que ni siquiera asisten a votar el 40% de los llamados a las urnas no merece ser festejado, sin importar ya el resultado, sabemos que el ganador fue el ausentismo electoral. He criticado varios textos por la baja participación en su referendo, y este no va a ser menos. Eso sí, el Sí, entre los que decidieron dar su opinión, fue claramente mayoritario.
El pescado estaba vendido, eso es cierto, los dos partidos mayoritarios votaban que sí, y eso atrae poco al ciudadano. Si a eso le sumamos que pronto son las locales (donde los partidos afilan las garras), el poco entusiasmo público por la aprobación de un proyecto de Estatuto que no entienden para qué se desarrolla (ni se ha querido explicar, realmente), se suman de forma curiosa para dar una participación ridícula, del 36.2% del electorado.Eso sí, de ese 36%, el 87 % ha votado que sí, que quieren ese estatuto. Pero, en números, resulta que de los 6.045.560 votantes, sólo 1.899.860 han dcho el «sí quiero» al estatuto, lo que representa el 31.42% de los mayores de edad llamados a votar. ¿A eso se le puede llamar una victoria del Sí? No ha ganado el Sí. Tampoco ha vencido el No. El ausentismo electoral invalida, por completo, el resultado de los comicios. O mejor dicho, debería invalidar el referendo. Porque sabemos que la ley permite que estas cuestiones se decidan por mayoría simple de los electores, en otras palabras, por la mitad más uno de los que han ido a votar.
Es curioso que un país que forma parte de un bloque que exige unos mínimos de participación del 55% a otros países en sus referendos, no exija lo mismo para el interior de sus fronteras. Últimamente el tema de los referendos en España está bastante mal, se usan para cuestiones «ya resueltas», donde los partidos se mojan poco o no consiguen convencer a la gente de la importancia de votar, donde, a fin de cuentas, parece que lo que menos importa es la participación del ciudadano, y lo que se busca es la cifra aplastante de la victoria de la propia opinión. Y así pasó en el referendo (no vinculante) sobre el Tratado por el cual se establecía una Constitución para la Unión Europea (57.6% de abstención, 76.6% de síes), pasó con el Estatuto de Cataluña recientemente aprobado (abstención del 51%, y de los votos, el 73.9% fueron síes), algo falla en esta democracia representativa (en realidad, falla el sistema de la democracia formal).
Y no sólo pasa en España, en las últimas legislativas Venezolanas (donde se retiró la oposición) el ausentismo rozó el 75%, o en las presidenciales colombianas, donde el 54.89% de los votantes decidieron quedarse en casa (y Uribe recibió el 62% de los votos válidos). En la otra acera, como referendos participativos tenemos el ejemplo montenegrino, donde el 86.5% de los ciudadanos de la república federada a la extinta Yugoslavia se presentó en las urnas, claro que es un ejemplo especial, se decidía la independencia de un país. En Gibraltar hace poco reformaron, tras un referendo aprobatorio, su constitución (por llamarlo de alguna forma) con una participación del 60.4%, que ya es algo aceptable. En Italia la participación en el referendo para ver si aprobaban la reforma constitucional, hace no demasiado tiempo, participó poco más del 53% de los ciudadanos con derecho a votar, que, mayoritariamente, se negaron a la reforma.
Algo pasa cuando las urnas se quedan vacías, algo falla cuando el ciudadano siente que realmente su opinión no vale para nada, algo no funciona si, para llenar esas urnas, se recurre a obligar a la gente a votar (por ello, voto voluntario ya para el Perú), y lo peor es que los superdemócratas de toda la vida se alegran por el desinterés del ciudadano, y no realizan la mínima autocrítica.
Volviendo al presente referendo, el del Estatuto Andaluz, tenemos una participación patética en un referendo donde uno de los grandes que pedían el sí (el Partido Popular -PP-) no se movió mucho para levantar de los asientos al electorado, y el otro, el que gobierna (el Partido Socialista Obrero Español -PSOE-), no mostró el mínimo interés real en explicar el estatuto y movilizar a su grandísimo electorado (no por gusto tienen una gran mayoría en barrios andaluces).
El Partido Andalucista (PA) pedía el No, y se alegra por un resultado en que no participó nadie, y aprovecha para pedir la dimisión del actual gobierno autonómico, por no movilizar a los andaluces. Pero el No tampoco ganó, ni siquiera consiguió un resultado aceptable, que demostrara el poder de movilización del PA o el descontento con el actual proyecto de estatuto. Nada. Simplemente una revolución en blanco. Otra más, mejor dicho. Y cada vez más, los políticos demuestran su propia inutilidad.