Y la discusión es parte de la lucha. Es importante ser honestos cuando se abre un debate; es imprescindible ir de buena fe, y por ello es increíblemente negativo estar otorgando oscuros intereses a las partes con las que se entabla la conversación. Con respecto a la Ley nº 30288 (PDF de la separata legal), llamada «Ley Pulpín», se están escribiendo ríos de tinta mientras los jóvenes y no tan jóvenes marchan en las calles (y se la juegan tras la brutal represión policial; algo básico: las pintadas no se combaten con pistolas, señores policías). Existe, en este caso, no solo intereses enfrentados, sino visiones distintas de cómo resolver los problemas; por ello el diálogo es importante… pero resulta imposible, por lo visto. El gobierno no escucha y quienes defienden la norma nos califican de manipuladores, de estar en contra por pura mala fe (o por ignorancia); como ejemplo, el editorial de El Comercio del domingo.
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Sobre la «rigidez laboral» en Perú, a propósito de la «Ley pulpín»
«¿Cómo no va a poder defenderse un régimen que hace menos onerosa la contratación formal de un adulto menor de 24 años en un país que tiene uno de los 20 regímenes laborales más rígidos del planeta, o en el que siete de cada diez personas con algún tipo de trabajo se ven en la necesidad de desarrollarlo en la informalidad?»
Es una de las preguntas retóricas que hace el editorial de El Comercio para atacar a los opositores de la reforma laboral juvenil obrada por la Ley nº 30288 o, como se le llama, la «ley pulpín» (PDF de la separata legal). Esa pregunta contiene al menos tres elementos muy discutibles que El Comercio da por hecho. Por un lado, está la repetidísima afirmación sobre la rigidez en la regulación laboral peruana (algo que se machaca desde antes de la flexibilización que comienza en el 91 y que cada reforma laboral sigue), simplemente no es cierto (más adelante desarrollo esta idea) y, por otro lado, deja clara la opinión, sin establecerlo, que la flexibilización trae formalización. Lo segundo es empíricamente falso, el sector con más trabajo informal en Perú es la microempresa (casi la totalidad de los trabajadores, el doble que las empresas grandes) que tiene el peor y más flexible de los regímenes laborales posibles (incluso el mamarracho legal de la ley pulpín da más derechos que los que tienen los trabajadores de la microempresa). El tercer elemento de la pregunta retórica, en el que no entraré, es ese de «se ven en la necesidad» de trabajar informalmente; no es que sea una «necesidad», es que es una imposición por parte del empleador (no hay que perder de vista esto, nunca).
Costes, pensiones, AFP y otros
El Gobierno de las Redes Sociales. Alguien apodó, con tino, de esta forma al actual ejecutivo del Estado peruano (más o menos). Normal, solo se toma en cuenta los gritos en esas mal llamadas «redes sociales», que por lo visto el barullo digital es más efectivo que tomar una carretera (no es tanto el dónde se hace la protesta, sino quiénes la protagonizan). El último caso es el de las retenciones obligatorias en favor de las AFP dentro de los recibos emitidos por los trabajadores independientes (autónomos, monocontribuyentes…), ese 13% que fue, se suspendió, e irá a las AFP (se dividirá entre la comisión y lo que iba al fondo de pensiones). Para situarnos, les recomiendo leer las notas al respecto de Sifuentes en La República (la seria y la selección de tuiteos, total, si son lo que valen) y el editorial de El Comercio sobre el tema.
De informalidad, rigidez y reforma agraria
Un comentario al editorial de Fritz Du Bois en Perú 21
En Perú los impuestos no son (especialmente) altos. Los costes laborales tampoco. ¿Por qué siempre se alude a ambos elementos cuando se habla de la informalidad en el Perú? Evidentemente porque buscan, mediante un nexo causal inexistente, justificar una bajada de impuestos y una destrucción de los ya precarios salarios, así de simple. Dentro de esas tesis se encuentra, cómo no, Fritz Du Bois, que hoy firma una editorial titulada «La informalidad ja, ja, ja, ja» en Perú 21 donde aprovecha para atacar las precarias instituciones laborales, la burocracia (que más que causa de informalidad es excusa), los distintos gobiernos y pedir bajadas de impuestos.
Como otros, ¿no?
«Todo el mundo sabe que un 19% de IGV es un obstáculo a la formalización» declara Kuczynski. Todo el mundo sabe que en Chile, Uruguay, Argentina, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Irlanda, Islandia, Letonia, Países Bajos, Suecia, Noruega o Finlandia, por poner algunos ejemplos, son países donde prima el sector informal, todos ellos tienen impuestos sobre el valor añadido iguales o superiores a Perú, por eso mantienen niveles de informalidad empresarial que superan al peruano, que es de como el 65%. ¿O no es así? El IGV alto no es un obstáculo para la formalización, es un problema por mala distribución de la carga impositiva (en Perú prima la parte indirecta sobre la directa), pero bajarlo tampoco soluciona nada, máxime cuando se necesitan recursos para otras cosas (y no, Kuczynski no propone subir los impuestos directos y mejorar su progresividad, incluso propone bajárselos a los que cumplen la ley).