Llevaba un par de días rumiando una entrada sobre la Remuneración Mínima Vital (RMV) y su posible (o no) aumento, sobre cómo el tema se había desviado en la lucha entre el entonces primer ministro, César Villanueva, y la primera dama, Nadine Heredia (la dama de hierro, la mandamás de verdad, apódenla como quieran). El tema era y tenía que ser el salario mínimo en Perú, ese sueldo básico que (casi) nadie cobra porque es muy bajo (según un editorial de El Comercio, al que contesté por acá) pero que no hay que subir porque es muy alto ya y condenaría a la gente a la informalidad (el discurso de PPK, que aprovechó a pedir bajada de IGV porque aumenta la informalidad, algo que no es cierto). Lo iba preparando, pero, de un momento a otro, renuncia del jefe del Consejo de Ministros, cambios ministeriales (contando el paso del de Vivienda a ser el Primer Ministro), posible salida del de Economía…
Sobre el sueldo mínimo, les recomiendo la excelente columna de Humberto Campodónico en La República, «Salario mínimo, institucionalidad débil».
Campodónico acierta de pleno cuando habla del ninguneo de la Consejo Nacional del Trabajo (CNT), queda patente que si le pasan un trabajo, cuando tiene el mandato legal de ver el tema del salario mínimo, y el Ministro de Economía (¿o ya es ex ministro?) ya dice que nada de aumento en la RMV, que ahora no toca, «por los efectos negativos».
Castilla es la muestra más palpable de la posición a la derecha del gobierno, del triunfo del capitalismo más crudo en las distintas decisiones del ejecutivo en materia laboral. No es la primera batalla que gana en esta arena, donde el MEF manda más que el MINTRA. (A todo esto, y como nota entre paréntesis, la participación en el debate de la titular de Trabajo, Nancy Laos, ha sido, básicamente, para ponerse de perfil y que no le salpique).
Los «efectos negativos» suelen ser inflación, aumento de informalidad (la falsa disyuntiva que Kuczynski tiende a plantear), bajada de productividad… sobre este último, la fórmula usada en Perú ya hace depender el aumento de la productividad para que se suba la RMV, esta en dos años ha mejorado, mientras que el jornal básico no se ha tocado, con lo que sería lo propio retribuir esta mejora (y eso que el sistema es una forma de blindar la plusvalía repartiendo solo una minúscula parte de la misma).
La informalidad no ha crecido estos años, de hecho, como recuerda el columnista de La República, la informalidad cayó casi 8 puntos entre el 2005 y el 2012 (también «a pesar» de que los impuestos no han bajado). La informalidad está lejos de depender del salario mínimo o los impuestos, tiene más que ver con un tema cultural (nosotros premiamos al vivo) y de (la falta de) inspección y sanción al incumplidor, además de las pocas campañas activas que busquen la formalización.
La inflación, que significa que desde la última subida (en 2012) los asalariados con RMV han visto mermada su capacidad de compra, tampoco se ha comportado mal. Todo lo contrario, si vemos la última subida (2012, un 11,11% sobre la cuantía anterior), no tuvo un efecto significativo en la inflación (en junio de 2013, esto es, un año después, el IPC de Lima fue de 2,91%). Si comparamos el actual jornal mínimo con el establecido en 2006, tenemos que este ha aumentado en un 50%, mientras que la inflación, entre esa misma fecha del 2006 y enero de 2014 (año y pico después de la última subida salarial), el IPC de Lima en ese periodo aumentó un 26,62%.
Estos años el PBI no ha dejado de crecer, incluso el peor año (en media crisis internacional). De hecho, si comparamos el 2006 y con el 2012 (el dato de 2013 no es definitivo aún) el crecimiento total del PBI fue del 120,47%. Mientras tanto, el peso de las rentas salariales en ese mismo PBI cae. De hecho, lo de aumentar el salario mínimo para forzar una mayor distribución e incentivar la economía es una medida bastante ortodoxa (por eso en EE.UU. lo subirán).
Los «efectos negativos» sobre la economía, en realidad, son los «efectos negativos en los bolsillos de los explotadores», de quienes se quedan con la plusvalía del trabajo.
Castilla, como la mitad más uno de los ministros (y, qué rayos, la propia pareja presidencial) no son aliados de la clase trabajadora, sino de esa élite carroñera que puebla la economía peruana.
Excurso: la CGTP no pide solo el aumento de la RMV -una de las centrales que lo puso sobre la mesa en la CNT- sino el de todos los trabajadores y pensionistas.
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