¿En diez años nos vamos a arrepentir? Puede, pero no queda otra
Hugo Neira plantea que si elegimos a Ollanta Humala en 10 años nos vamos a «arrepentir», como pasó con la elección de Fujimori frente a Vargas Llosa en 1990. Fujimori salió rana, como también pasó con Alan García (tanto su primer gobierno como este segundo) y antes con Alejandro Toledo. No es que hayamos tenido mucho tino en los últimos cientos de años con nuestros gobernantes, sean «electos» o «autoproclamados». Ollanta Humala no es mi opción preferida, es, posiblemente, uno de los últimos candidatos por los que hubiese votado, pero como todo lo relativo, si el penúltimo (tampoco lo es) se enfrenta con la última, la decisión favorece al «menos malo», sin eliminar la idea de que es «malo».
Muchos intelectuales se están planteando el debate del «mal mayor» (ya ni hablamos del mal menor), sorprende incluso ver la firma de algunos politólogos en contra de Keiko Fujimori (favoreciendo por puro rebote a Humala) cuando son declarados anti-humalistas. Esto es lo que nos lleva una decisión entre dos grandes males, que los «anti» juegan duro.
Para le primera vuelta planteé en este espacio por qué no quería votar por Gana Perú, en esta segunda vuelta ya he dejado claro que marcaré la O de Ollanta (¿qué hace una «O» como sigla de un partido llamado «Gana Perú»?) por puro y duro «antifujimorismo». No puedo ni imaginarme todo lo malo que podrá ser un gobierno con los mismos que jodieron más el país durante un decenio entero y que lo han dejado arrastrando males de todo tipo hasta la fecha.
Pero bueno, volvamos: ¿Nos vamos a arrepentir de haber votado por Humala? Neira lo plantea así: «Con Keiko sabemos que estará 5 años, con Ollanta no lo sabemos», y pone de ejemplo, nuevamente, los gobiernos autoritarios como el de Chávez en Venezuela. Lo malo es que ese «peligro» lo tenemos con los dos, no solo con Humala. Fujimori ya ha demostrado que quiere el poder en su familia y por su familia, sea Alberto (autogolpe y reelección fraudulenta incluida), Keiko (y todo el plan para que sea presidenta) y Kenji (ya en el Congreso). ¿Que se van a alternar entre ellos? Vamos, como la Rusia de Putin, donde él manda sea el Presidente de Rusia o sea el Presidente del gobierno.
No voy a negar todos los «debe» que tiene Ollanta Humala, todos los que me llevaron a no votar por él en la primera vuelta, todos los que hacen que sea un personaje gris y temible, todos los «debe» que me hacen verlo más como una desilusión futura para sus votantes, como un peligro para los que no le votamos (en primera vuelta la gran mayoría de peruanos, no olvidemos que OH solo recibió el 23,27% de los votos en relación del censo electoral -Fujimori el 17,29%, por si acaso-), y como un paso atrás en algunos campos que, personalmente, ya deberíamos estar dando uno hacia delante (sí, pienso en esa faceta conservadora y autoritaria de Humala), todo eso sumado puede hacernos que nos arrepintamos de tenerlo de presidente (seguramente pase), pero no de haber alejado a un Fujimori de Palacio de Gobierno.
Cuando Neira plantea la relación Fujimori-Vargas se olvida de algo: Fujimori venía sin compañías demasiado extrañas o ya conocidas, Vargas Llosa nos prometía lo que, en plano económico, terminó haciendo Fujimori, eso nos hace pensar que tal vez un gobierno de Vargas Llosa pudo ser mejor que uno de Fujimori, ahora bien, un nuevo gobierno de Fujimori, o mejor dicho, un gobierno comandado por Alberto bajo la formalidad de su hija, Keiko, con todos los que ya estuvieron en el gobierno anterior y institucionalmente delincuente nos hace temer lo peor.
Keiko Fujimori carga con las «virtudes» del gobierno de su padre y asegura que no cometerá los «errores» de este. Se olvida que no solo hablamos de «errores», hablamos de «delitos» que no fueron algo «puntual», sino «sistemático» en el gobierno de su padre, sea el robo de dinero público, sea la compra de medios de comunicación, sea la persecución de los adversarios políticos, sea la destrucción de los partidos, sea la aniquilación de los sindicatos, la explotación de los trabajadores, sea la utilización del Estado solo para fines privados, sean los múltiples delitos contra las mujeres (sobre todo las pobres) y, por supuesto, la constante violación de derechos humanos en todo el país como guinda de un pastel que quieren volverse a repartir.
Como decía, Alberto Fujimori se presentó en 1990 con un plan de gobierno y unos asesores a los que dejó rápidamente de lado, al menos los públicos, el plan de gobierno cambió radicalmente, adoptó el de su adversario principal, traicionó a la izquierda que le apoyó, el plan político fue otra cosa distinta, más cercano al Plan Verde de los militares, sus asesores principales eran oscuros personajes que en el 90 muchos no conocíamos. La izquierda no le volvió a apoyar, ya al año siguiente de su elección se veía el error, y Fujimori dio un golpe. Su hija ahora se presenta y con ella lleva todos esos aduladores de su padre, en el congreso hay ex ministros que rebajan la gravedad, o niegan directamente, los crímenes de Estado cometidos contra todos nosotros, esto es, la diferencia del Fujimori de los 90 que traicionó a los que le apoyaron y la Fujimori de 2011 es que la de ahora no engaña, ya trae perfilado el mismo plan y gobierno que aplicó su padre.
No, no es posible que Fujimori tenga un buen gobierno. Habrá que arriesgarse con Ollanta Humala.
Humala nos puede engañar, puede que sea «más Chávez que Lula» (muy Chávez fue Fujimori, mejor dicho, Chávez fue muy Fujimori), puede que sea más filofascista de lo que su renegado etnocacerismo parece, puede que sea más trasgresor de los Derechos Humanos (recordando lo que pudo hacer mientras fue militar bajo el mando del gobierno de Alberto Fujimori), puede que traicione a todos esos buenos asesores (que no son los principales a su lado) y a todos los demás, pero con Fujimori ya sabemos lo que tendremos, y lo sabemos no por lo que hizo Fujimori padre, sino por lo que está haciendo Fujimori hija y por la gente que le acompaña.
O no arriesgarse con ninguno. Mi voto hasta hace poco estaba para el tachón, otra opción es no ir a votar (y pagar religiosamente la multa, caballero nomás) o hacerlo en blanco, ¿por qué lo he cambiado por GP? Simple: porque la alternativa es Keiko Fujimori, y las encuestas dan un empate técnico, así que cada voto cuenta, y yo haré todo lo posible para que los Fujimori no vuelvan al poder, y todo lo posible, en mi caso, es votar por Humala aunque me arrepintiendo de ello, podré vivir con eso si sirve para que los Fujimori y sus ayayeros no vuelvan a copar el poder.
(A todos los que piensan o dicen que no votarán por un comunista, tranquilos, Ollanta Humala tiene muy poco de comunista, diría que entre nada y menos que nada. Una lástima.)
Para acabar, y como extra, un cuadro de Francisco Javier Rodríguez Arias: «Sistematizando mi opción electoral – segunda vuelta – Perú 2011».
Excurso: Dice Neira que la «izquierda moderna» tiene que aceptar el mercado. Pues no, claro que no. La izquierda moderna tiene que adaptarse a las circunstancias actuales para plantear alternativas viables y medios para conseguir la emancipación de todas las personas y acabar con la explotación y con ello con las clases sociales, aceptar «el mercado» es aceptar la dominación de unas personas sobre otras, y ahí ni hay libertad ni hay igualdad ni hay nada. La «democracia» (como sistema formal o como sistema sustantivo) no está ligado a un sistema económico concreto, «creer» eso es negar la evidencia de las múltiples dictaduras y similares que tienen sistemas económicos de mercado, y que vamos a un sistema global en que ni hay igualdad ni hay libertad…
Sí pues, si Humala hubiera sido de verdad de izquierda, hubiera tenido mi voto desde primera vuelta… una pena que hubiera partidos de izquierda en las presidenciales (el más parecido se retiró :S).
Buenas Fj
Cabe recordar que algunos partidos de izquierda sí acompañaron a Gana Perú, esto al margen de que el propio Ollanta se ha declarado más de una vez contra la distinción de «izquierda-derecha» negando que sea válida.
Hasta luego ;)
Claro, pero una cosa es apoyos puntuales y otra una línea política clara. Y esa negación a la distinción en cierta forma es más una estrategia, que además es usada por todos los demás también :S.