Otra vez me aprovecho de una columna de Marco Sifuentes (más conocido como ocraM o «el del Útero ese») como punto de partida para un artículo, y es en parte por una noticia de la que no tuve conocimiento hasta leer dicha columna, y aprovecho para meter cabe a los «servicios» de esta tan cacareada «web2.0». Al lío, lean el artículo de Sifuentes en Perú21 de este domingo: «No es censura pero se parece».
Supongo que contradecir a un sociólogo de prestigio como Manuel Castells es casi una herejía si no voy a explicar en concreto por qué lo contradigo, pero comenzaré por ahí (ya que Marco lo menciona): Internet no tiene una arquitectura «para la libertad», incluso en gran medida todos esos recovecos que se encuentran y usan para saltar a la torera los distintos extremos del control en la red son, justamente, eso, aristas del sistema, no parte del mismo. La arquitectura de la red de redes, en contra de lo que parece, no es una flexible red de entrada y salida de distintos nodos de forma libre, construida de abajo a arriba, más bien está diseñada de arriba a abajo, y eso jamás puede ser visto como un sitio de «libertad».
Lo que sí es cierto es que el control previo en Internet muchas veces (sino siempre) tiene poco sentido, y que lo que prima es el control a posteriori, incluso esa es la base en la que han crecido los grandes servicios en los últimos años, dejan publicar lo que sea y luego borrarán lo que les dé la gana. Tal vez la mejor comparativa de estos comportamientos y por qué un servicio pueda triunfar frente a otro sería la comparación de Youtube con Google Vídeos, el segundo tenía menos restriccines de tiempo y espacio, tenía mejor calidad y permitía descargar los vídeos que veías, todo comodidades, el segundo era más ineficiente en todo sentido, el buscador daba pena y tenía restricciones fuertes, a la par que no permite descargar el contenido, triunfó el primero. ¿Por qué? Entre otras muchas razones, porque permitía subir vídeos sin control previo, algo que sí tenía Google Vídeos (en ocasiones podían tardar bastante en «aprobar» tu vídeo, en Youtube el visionado era casi inmediato a la subida, no hay color). Además de permitir comentarios y otras cuestiones que, supongo, ayudaban. Este es un ejemplo de tantos otros, pero si vemos cualquier servicio que actualmente triunfe, nos daremos cuenta que todos, absolutamente todos, tienen un control posterior y casi ninguno uno anterior. El usuario-generador de contenidos exige inmediatez en su acción, pero a la par es tolerante con el control posterior.
Todos estos servicios englobados en el humo llamado «Web2.0» (concepto que, oh sorpresa, se enseña en los institutos) tienden a la centralización de la información, y facilitan muchísimo el control de contenidos, lo que es peor, este control no se ejerce por gobiernos que mal que bien elegimos (al menos hacemos la pantomima) sino por una suerte de burócratas empresariales que no miran el cumplimiento de ninguna ley ni cuidan especialmente la libertad de prensa o de expresión, sino que se fijan en no tener problemas y participan, si se puede, en cualquier sistema de censura gubernamental, a la par que ejercen un control arbitrario y poco controlable. Todo ello con el trabajo esclavo y oculto del usuario, que no tiene problemas en duplicar trabajo y que, como mucho, busca otros canales también centralizadores para subir la información que quiere comunicar, pero sigue estando «atado» a servicios que no respetan ley alguna, salvo la de los beneficios (y como mucho, la estadounidense).
El ciudadano busca aristas en el sistema, ya sea en la propia arquitectura de Internet como en la forma de usar determinados servicios, así pues, algunos como Facebook o Twitter están siendo puntualmente usados para temas que no fueron ni pensados ni diseñados, pero esto no significa que sean herramientas positivas en cuanto al cumplimiento de nuestras libertades también en la Red, solo hace falta ver sus condiciones de uso o cómo funcionan estos servicios en determinados países para entender los límites de depender de sistemas centralizadores a la hora de plantear estrategias contrainformativas.
Estamos cada vez más volcados en servicios que concentran poder de control sobre los contenidos (posterior e indirecto, pero control), y que no responden a filtros mínimamente democráticos (al respecto, me remito a lo que escribí en «Amazon, 1984, prensa y control»), sino que simplemente velan por el beneficio empresarial de sus directivos y dueños, a la par que caemos en una dinámica, como en los casos que menciona Marco, de un activismo en la red que nos deja contentos sin haber hecho realmente nada (sobre este tema, me remito a «¿Activismo en la Red?», de hace unas semanas).
La arquitectura de la red no fue pensada en la libertad, pero sí pensada en «resistir» problemas. Es decir, si una parte de la red no funciona, el sistema (de redes y enrutamientos) se «adapta» para que se obvie esa parte. Así que un «filtro» puede ser interpretado como un mal funcionamiento, y por eso puede ser «puenteado» por el mismo sistema. Pero esto hablando a nivel de arquitectura de la red. En cuanto a los servicios, como bien dices, puedes estar bastante amarrado a los dueños. Y sí es cierto que siempre puedes construir tu propio servicio. Pero finalmente te puede bloquear si es que una orden lo ameritara, hasta tu propio proveedor. Que te cambias, bueno, siempre hay alguno que le importen poco los bloqueos, y finalmente puedes poner tu servidor en algún paraíso fiscal, a lo financiero, donde no haya ley ni para internet :D. Igual si quisieran orquestar algo contra ti, siempre puede el mismo sistema base DNS negarte pertenecer al sistema.
Saludos,
FJ