El subdirector de Público, Jesús Maraña, en su columna de hoy señala:
«Dirigentes y votantes de izquierda se preguntan cómo es posible que las ideas socialdemócratas avancen (a su manera) en EEUU y que gobiernos de derecha en la UE apliquen políticas keynesianas mientras los partidos progresistas retroceden.»
En Público, medio de «izquierdas», llevan unos días analizando el retroceso de la socialdemocracia europea, indicando lo obvio, que en general ha caído estando o no en los gobiernos, mientras que otros partidos de derechas en gobiernos, aunque bajan en votos, no caen tanto como la oposición socialdemócrata, los análisis han sido de todo tipo, pero, para mi gusto, los más certeros indican que la socialdemocracia ha perdido los referentes, o ya no son, directamente, socialdemócratas. Y creo que el artículo de Jesús Maraña es un buen ejemplo de ello.
En el momento en que se considera que medidas keynesianas son las propias de partidos socialdemócratas o de las izquierdas (en plural mejor que en singular) es que se han perdido los referentes, tanto ideológicos como prácticos. No digo que hay que rechazar dichas medidas de plano, pero verlas como izquierdistas es obviar tanto su origen como su fin.
John Maynard Keynes, un gran economista, era un decidido defensor del mercado y del capitalismo, pero veía en el mercado una serie de contradicciones y vacíos, que se manifestaban sobre todo en periodos de crisis (las crisis económicas, como la que vivimos, son cíclicas) y por ello, por ejemplo, alentaba la intervención estatal con medidas contracíclicas mediante el gasto público, medidas fiscales y monetarias, todo ello en beneficio del mercado, para poder acortar sus baches. Keynes era liberal, heterodoxo, pero profundamente liberal. Estuvo implicado durante mucho tiempo en la política como asesor del Partido Liberal, y cuando le nombraron Barón y le dieron un asiento en la Cámara de los Lores, por sus servicios a la Corona, se ubicó en la bancada liberal. No podía ser de otra forma.
Ya en diciembre, el 14, escribí sobre este tema, sobre el keynesianismo como el referente de los socialdemócratas, que ya se estaban posicionando a su propia derecha, que ya es decir. Es el triunfo total de la facción más derechista dentro de la propia Tercera Vía, compartida, como se sabe, por partidos convencidamente capitalistas, como el propio Partido Demócrata de Estados Unidos.
Cuando la administración Obama toma medidas keynesianas (o lo hace la democristiana Angela Merkel) no adopta medidas socialdemócratas, sino puramente capitalistas, de la derecha liberal heterodoxa que abandonó el liberalismo clásico. En cambio, cuando un gobierno dizque socialdemócrata, como el de España, toma esas medidas, está adoptando las recetas de la derecha. A su manera, si se quiere, pero son medidas capitalistas para «salvar» el capitalismo. Con el keynesianismo no avanza la socialdemocracia, sino que retrocede o se estanca.
Maraña tiene toda la razón cuando enfatiza que la izquierda (entiendo que se refiere a la socialdemocracia) necesita «un discurso articulado, directo, ético y eficaz», pero no solo requieren un discurso, sino algo detrás del mismo que lo sustente, y mucha coherencia entre los actos y las palabras, y que estas sean de izquierda, aunque sea de los periodos pre-tercera vía.
Si la socialdemocracia, europea y española, va a construir su discurso pensando en las tesis de Keynes, que nos eviten el roche y dejen de llamarse socialistas y socialdemócratas. Y luego, cuando no les voten, que no se quejen diciendo que la gente no vota a la izquierda, ellos no lo son. Y para esto acabo citando a otro columnista de Público, Rafael Reig, a propósito de la reforma fiscal del gobierno del PSOE, escribió:
«Pues yo sí creo entender el rumbo: se trata de un flujo neto de los que menos tienen hacia los que más tienen, así pagan los platos rotos los de siempre. Añada una política de subvenciones populistas en época electoral, sazone con oratoria, dele un golpe de horno con ¡que viene la derecha!, un poquito de perejil ecologista y ya lo tiene. ¿Que no es una política de izquierdas? ¡Toma, claro que no! Eso ya lo sabíamos. Si quisiéramos una política de izquierdas, ¿no sería mucho más fácil votar a la izquierda?»
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