Desde hace un tiempo mantengo la opinión que en estos lides interneteros (y permítanme el palabro) estamos viendo un cambio de intermediarios más que una eliminación de los mismos. Estos «nuevos» intermediarios odian el lenguaje antiguo, no quieren llamarse agencia inmobiliaria o de viajes (o todos los nombres posibles) y prefieren cancamusa de la Web2.0 y neologismos como «consumo colaborativo». Dentro de este concepto, curiosamente, toma fuerza el uso de plataformas «en línea» y todo el sistema de reputaciones, comentarios y el servicio cerrado de un tercero de confianza, más que el propio hecho de «entre particulares» que parecería darle su origen o sentido. ¿Cómo puede ser algo persona a persona cuando lo más importante es el intermediario?
Lo primero: siempre ha existido. Siempre ha habido quien alquila una habitación en su casa, siempre ha habido gente que haciendo un trayecto de A a B de forma continua lleva gente (y le cobra parte del costo -o incluso el total-) a quien esporádicamente hace ese camino, siempre se han intercambiado o prestado libros, siempre se ha vendido cosas de segunda mano… solo que no le llamábamos «consumo colaborativo», al menos no como ahora.
Lo curioso es que antes muchas de esas actividades sí eran persona-persona, esto es, el colega que va al trabajo por una avenida grande y pone su cartelito de «colectivo» (algo que era relativamente habitual en Lima hace unos cuantos años) y va recogiendo y dejando gente en ese mismo camino no necesitaba un intermediario para su «consumo colaborativo», ahora, en cambio, aparecen unos terceros (que son la fuente de centralización de avisos, posicionamiento y confianza, esto último harto importante) que realizan y cobran por el servicio de intermediación.
Personalmente, cuando conocí el término de «consumo colaborativo» realmente era referido a eso: o a un consumo ya existente que se optimizaba o reducía su costo/impacto (lo típico de compartir carro) o era por medio de asociaciones o cooperativas de consumo: un grupo de gente se reúne para hacer, por ejemplo, la compra directamente a agricultores locales (que busca, además, la eliminación de intermediarios en beneficio de los pequeños agricultores y de los consumidores, tendiendo además a lo local y en temporada). También vinculado a los bancos de tiempo. Algunos -y no todos- de esos casos sí son consumo o economía colaborativa.
Pero parece que estaba equivocado, que eso de «consumo colaborativo» era lo de toda la vida más otros negocios -también de toda la vida- pero vía web (así es como el compartir oficina se transformó en coworking); y con todo un nuevo discurso para hacer lo mismo. Algunos de estos intermediarios se cuidan mucho de cobrar sus servicios y pagar todos los impuestos como es debido (así, en Europa, el IVA omnipresente y bien aplicado), me preocupa menos lo que hace la otra parte del negocio (si Fulanito o Sutanita pagan lo que deben pagar; pasa lo mismo fuera de la red -he tenido y conocido caseros con varios pisos que me reconocían que no declaraban el alquiler de ninguno-).
Algunas de esas plataformas de «consumo p2p», además, animan a que una de las partes «viva» de poner sus bienes o trabajo (las que puentean el sistema de taxis son un ejemplo, las que te animan a volverte un buen anfitrión y que des más que simplemente una habitación otro; la de los perros del artículo de El País un ejemplo) y ellos se llevan una comisión (no siempre, sí de los principales). A esos intermediarios les interesa la profesionalidad de la parte que ofrece el bien o servicio, pues mejorará el nivel de confianza y animará el boca a boca de su propia plataforma.
Estamos, entonces, ante un modelo de negocio de intermediación, no necesariamente entre dos particulares (eBay es casi un ejemplo viejo, ahí le compras a cualquiera, contando tiendas y productores; otros como Uber, digamos, están «profesionalizando» a la contraparte), basados en la confianza que te da un tercero. No encuentro diferencias entre una agencia inmobiliaria o una de viajes y Airbnb. ¿Que estas nuevas plataformas pueden dar mejores servicios a mejor precio? ¡Posiblemente! Se aprovechan de una economía de escala y de mayor alcance (¿la agencia inmobiliaria de al lado de tu casa oferta pisos en 190 países? pues eso).
Estas empresas están encontrando una respuesta negativa por parte de los grupos de presión de determinados negocios (hosteleros y patronales del transporte, sobre todo), en parte con razón (fraude de ley en el servicio de transporte urbano -taxis- o los posibles fraudes a hacienda en el IVA o la renta -estos dos problemas son una constante, nada nuevos; y se dan también en los negocios formales-) y en parte sin nada de ella (lo siento, hoteles y albergues de España, acá no hay problema con subarriendos, alquileres de verano y asimilados), no tanto les molesta algo que ya existía (recuerdo hace quince años el intercambio de viviendas para vacaciones; además del subarriendo o alquiler con anuncios en periódicos o en las calles con cartelitos) sino el nivel de visibilidad que alcanza, dando más confianza incluso que ellos mismos. Mientras fueran cuatro los que compartían carro no pasaba nada, cuando se puentea el sistema de taxis se levanta la liebre.
Existe una regulación que hay que cumplir; que esté «en Internet» no lo hace necesariamente bueno, necesario o legal (tampoco lo hace «fuera de la ley» en sus formas de alegal o ilegal); normativa que podría o debería revisarse en muchos casos (pero muchos) pero que no se puede saltar a la torera (más cuando no se habla de lucha por las libertades o derechos, sino simplemente de montar un negocio, hacerlo contra legem puede suponer una competencia desleal indeseable); también hay que ser conscientes de lo que puede suponer en cuanto a la informalidad en las relaciones de trabajo.
Luego, muy importante, hay que distinguir la paja del trigo para aplicar de forma limpia los términos; debemos diferenciar de lo que realmente es o podría considerarse «economía colaborativa» y lo que es más de lo mismo pero precarizado o, simplemente, con otro nombre o alcance.
Evidemente, con lo dicho hasta ahora, verán que no todas las plataformas de «consumo colaborativo» merecen los reparos que estoy poniendo; me he encontrado con un par que ni cobran por sus servicios ni suponen un modelo de negocio propio, realmente animan a un «consumo colaborativo» en sentido práctico (más que estricto), una de ellas para «compartir mesa» en los trenes de RENFE (ya saben, para aprovechar esas tarifas especiales para cuatro personas que tienen ciertos trenes; lo que hace esa plataforma es ayudarte a buscar dos o tres personas que estén interesadas en el mismo trayecto y horario que tú; el descuento de RENFE es jugoso como para no intentarlo), otra que sí es un intermediario con modelo de negocio (transparente) basado en compartir carro de verdad (Fulano, que va a trabajar al aeropuerto a tal hora y vuelve a tal, tiene tales espacios en su carro; no ofrece algo que no usa -como otros sistemas que son «taxi» en sentido estricto-, sino que es el camino que ya hace, con un límite de precio para evitar el lucro). Así como otras plataformas de intercambio… En fin, hay de todo ahí fuera.