¿Es posible un chavismo sin Chávez? Esa pregunta ronda muchas cabezas estos días, algunos se apresuran a contestar que no (rezando a todos sus dioses para que su intuición no falle) y otros que sí (poniendo de ejemplo las recientes elecciones regionales donde Chávez no ha participado casi nada, obviando el hecho de que Chávez sigue ahí y se ha apostado por su continuidad). Personalmente no estoy tan seguro de ninguna de las dos opciones. Por un lado Chávez ha conseguido un poder cercano al de un rey absolutista, en todos los niveles posibles hay chavistas al mando (sean o no electos), y estas elecciones han dado un buen ejemplo de esa fuerza, pero por otro es un movimiento muy personalista, el punto de referencia no es una ideología (el propio Heinz Dieterich se apartó del chavismo ya hace años), no es un cuerpo normativo (no es la constitución, mucho menos tras fracasar el referendo de hace unos años), es Chávez, es su discurso (¿esperanzador? sin dudas), es su dirección, su mando. Venezuela es un feudo de ese hombre, que se dedicó por años a cortar cuanto debate interno surgiera, a impedir figuras emergentes y aglutinantes. Ahora ha nombrado a un sucesor (porque puede) pero tal vez sea demasiado tarde. Lo único que une a los chavistas es el poder, y el poder es Chávez.
Siempre he comparado el chavismo con el fujimorismo, para entenderlo un poco más en «clave peruana» (guardando, claro, las distancias), no deja de ser una simplificación errónea pero nos permite trazar y entender algunas coincidencias con facilidad y que justifican un apoyo popular innegable: Discurso de mano dura (aunque luego la corrupción y delincuencia campen a sus anchas), liderazgo fuertemente caudillista, pobre base ideológica (uno de un palo y otro del otro), fuerte clientelismo (excesivamente fuerte y eficaz), fuerte control de las instituciones de control (prensa, poder judicial, etc.), poner al líder y gobierno por encima de la ley, constitución y demás.
Aunque ambos líderes (Chávez y Fujimori) surgen por fuera de los partidos, su relación con los mismos es distinta, mientras el fujimorismo aprendió a hacer política burlándose de toda la literatura sobre partidos políticos (incluso en cuanto al nombre-marca, no hay elección en que se presenten bajo las mismas siglas) y sobre la relación con los movimientos sociales (¿porque no puede o no lo interesa?) el chavismo ha intentado construir un partido unificador de las múltiples fuerzas que apoyan a Chávez (no lo ha conseguido) y se ha dedicado a cooptar todo movimiento social (¡hasta los ecologistas!) consiguiendo fuertes antipatías de grupos muy debilitados (como es el sindicalismo combativo y de clase).
En el discurso identitario del chavismo se pone muchos énfasis en los héroes, en las figuras personales, que todas acaban en un Chávez mesiánico, todopoderoso, único, mientras que en el discurso fujimorista, tras años, ha conseguido incluir a un grupo familiar como portadores de una identidad única (eso se nota, por ejemplo, en el poco apoyo que pueden tener grandes y conocidos fujimoristas, mientras que un ni siquiera como uno de los hijos de Fujimori arrasa en las elecciones), poseedores de todo el capital positivo de los 10 años de mandato del Pater familias (incluso volviendo positivos hechos negativos, como la guerra sucia o el autogolpe o, en el colmo, el allanamiento de la morada de Montesinos) a la par que encuentran un chivo expiatorio para lo negativo (un Montesinos traidor, que es el gran culpable de la corrupción y todos los males del régimen que abrazan), así pues: ¿el chavismo está preparado para liderazgos sin Chávez? Porque, además, cuando el fujimorismo busca un referente final puede encontrar la mirada del propio Fujimori (como pasa en Cuba con los hermanos Castro, la mirada vigilante de Fidel está ahí, no ha desaparecido con un Raúl al mando), mientras que en Argentina la muerte ha significado la fortaleza del discurso donde el ex presidente fallecido, esposo de la actual presidenta, se le trata de «Él», con mayúscula, cual hijo de dios… ¿sería posible algo así con Chávez?
En el actual chavismo existen varias familias, incluso una derecha burocrática fuerte, esa burguesía que tanto abrazó el bolivarianismo chavista que ahora es boliburguesa, y campa a sus anchas por las dunas del poder, Chávez nombra, sin posibilidad de debate, cerrar acuerdos, arreglar internamente el partido, reaccionar democráticamente, dar la palabra al pueblo (a su pueblo) a Nicolás Maduro como sucesor «por si las moscas», que es un hombre que levanta ciertas simpatías en el chavismo pero está lejos de poder ser una «autoridad» como era Chávez, lejos de ser el Caudillo de Venezuela.
Y ese es el gran problema de un futuro chavista para Venezuela, que eso es lo mismo que decir un futuro de continuismo o incluso de regresión en lo poco avanzado en positivo, en Venezuela no hay un proceso revolucionario socialista ni nada parecido (aunque haya revolucionarios -pocos- en el poder), no hay ápice de implantación de «otro sistema político-económico», hay innumerables grupúsculos que quieren mantenerse en el poder y que sin Chávez ordenando las cosas verán que la ley de la selva impera, que donde había amistad ahora habrá conflicto, que donde existían repartos de poder se dará el «quítate tú que me pongo yo», y todo eso porque faltará el Caudillo y muchos reclamarán su sillón, tanto los chavistas-populistas a lo Maduro como los socialistas a lo Samán como al derechista Cabello (un buen ejemplo, este hombre, de los parias que tiene el régimen y que mandan y mucho ahí dentro, siempre en los lugares de más alto poder), entre otras opciones (ninguna clara por la propia práctica de Chávez de cortar toda cabeza que asomara mucho).
Muchos sectores del chavismo no tendrán problemas en abrazar a esa derecha conservadora y reaccionaria que se muere de ganas de volver a pisar el Palacio de Miraflores, otros, posiblemente los que estén más a la izquierda, cuando dejen de ser necesarias para mantener el poder-discurso se verán apartadas por completo (como pasó en Perú con la izquierda que apoyó a Humala) y nuevamente alejados del apoyo popular en las urnas (como ya sufrió el trotskismo venezolano).
En otras palabras, aunque se mantuviera un gobierno PSUV en Venezuela tras la muerte de Chávez eso no significaría que el chavismo, como tal, continuara, ni que pudiera continuar. O, desde un punto de vista de izquierdas (y acá esto lo digo pensando también pro el ala izquierda del movimiento bolivariano), si valdría la pena mantener el apoyo a un pretendido chavismo absolutamente contrarrevolucionario, y cómo salir de ese atolladero de enfrentarse al chavismo por no ser socialista tras años de apoyarlo.
Muy buenos apuntes sobre el chavismo post Chávez. Veremos cuán ordenada / desordenada resultará una transición en la que la sucesión del «caudillismo chavista» está en el centro de la escena. Bueno, quizás también sea un punto de inflexión para terminar de abrir los ojos sobre los fracasos de los llamados gobiernos progresistas en la región y donde el personalismo de Chávez cundió como ejemplo desde Eucardo hasta abajo.