Estoy con Carlos Meléndez, más conocido como el Jorobado de Notre Dame, «no culpes a la lista», más aun, no lo hagas cuando tú confeccionaste las listas. Si tú invitaste a Pascual, aupaste en unas falsas primarias a Menganito y permitiste, previo pago, que Sutano entrara con el siempre beneficiado número 13, no te quejes del voto preferente para explicar que tus parlamentarios apesten (hablando feo y pronto) y que sean unos díscolos que no saben por dónde andan. Si tu idea de partido político es un club de amigos que reúnen plata para las elecciones, no te quejes que luego la maquinaria partidista no funcione para nada y que los congresistas (o cargos electos en general) sean un atajo de mentirosos o disfuncionales miembros bajo unas siglas normalmente cambiantes (y de esto los fujimoristas nos pueden dar cátedra, y eso forman lo más parecido, junto al APRA, a un Partido Político, así, con mayúscula). Mejor lea esos consejos que hace unos días daba El Jorobado a todos los que monten chiringuitos partidarios.
Pero vamos por partes, ¿por qué la saña contra el voto preferente? Recordemos que esa «facultad» no afecta al número de congresistas electos por cada formación, sino que «desbloquea» la lista y permite a los ciudadanos «ordenar» a los candidatos dentro de la misma, o dicho de otro modo, decir «sí, quiero este partido, y si puede ser, en concreto estos dos congresistas» (o uno si es Madre de Dios), las listas las han aprobado los partidos, así que quejarse por los integrantes de las mismas es bastante absurdo. Es el partido el responsable final (políticamente hablando) de la limpieza de los integrantes de las listas que presentan, de la integridad de todos ellos, de la competencia para poder ser representantes y, por supuesto, de su comportamiento con respecto al partido.
Todo lo demás (como esa «furia antitransfuguista», representada proyectos de reforma del reglamento del Congreso o de la ley de partidos, que no es de ahora, sino que viene de antiguo), como la crítica de que el voto preferente favorece la pugna interna (pues escojan personas que se nieguen a hacer campañas personalistas, so memos) y una vinculación directa entre el ciudadano-votante y el candidato-elegido en vez de entre el congresista y el partido, habría que recordar, nuevamente, que a ese le eligió el partido, que sin voto preferente también pasaría lo mismo que hoy por hoy ocurre (si hay desapego entre los candidatos y el partido es porque el partido no funciona, no es una institución, no tiene mecanismos internos o estructura real, solo existen en los comicios), y que el congresista no es un representante del partido, sino de «la nación», no tiene mandato por parte de nadie (eso por ahora pone el primer párrafo del art. 93 de la carta magna), pretender que el congresista sea un pelele del partido es, incluso, inconstitucional (y poco democrático), haya o no voto preferente.
Es curioso ver como en algunos sitios con férreas listas cerradas ya hasta algunos partidos mayoritarios plantean el «desbloquearlas» en Perú queremos cargarnos un mecanismo que no es para nada negativo (máxime teniendo en cuenta la inexistencia de partidos y lo llenas que están de morralla, no sé, a mí todas las veces que he votado me ha gustado indicar quién quisiera que saliera dentro del partido que apoyé, incluso siempre he visto muchos indeseables en listas que apoyo, es una forma que esos partidos se lleven mi voto sin que la decisión sea o un indeseable que va cabeza de lista o voto nulo), hace un par de años, de pasada comenté este tema:
No deja de ser curioso la saña que se tiene con el voto preferente, es tal vez el único respiro que tenemos los votantes ante listas cerradas, en tanto que las volvemos rígidas. Si el ciudadano sabe que determinado partido de una formación que sí le agrada es una mala pieza (tenga títulos académicos o no, tenga condenas o no), en un caso de lista cerrada se ve obligado a elegir entre castigar a todo el partido (no votando) o votar por ese candidato no apto (votando por la lista cerrada y rígida), con el voto preferente se incluye una opción más, que es castigar a ese candidato votando por otros dentro de la lista de su preferencia (voto dentro de una lista cerrada con ordenación de preferencia).
Entre ese artículo y hoy han pasado unas elecciones generales, ¿hicieron los partidos políticos lo suficiente para tener unas listas «limpias»? ¿De quién es culpa de que ciertos personajes vayan en las listas al Congreso? (Los ciudadanos también somos responsables de a quiénes votamos, pero nosotros estamos mediatizados por lo elegido por los partidos.) Lo que es más importante: ¿Eliminando el voto preferente hubiésemos impedido que, por ejemplo, Armando Romero saliera electo? Pues no, él fue el cabeza de lista en Madre de Dios. La «robacable» sí está ahí gracias al voto preferente, pero el problema de quiénes son candidatos por cada partido es independiente a su número en la lista, es que desde el saque no debían ser candidatos, o atenerse a las consecuencias de su nombramiento.
Como dice El Jorobado y como lo hacen otros muchos, eliminando el voto preferencial no se soluciona ningún problema en cuanto a los congresistas, sí se cierra una vía más de participación de los ciudadanos-votantes, tampoco ayuda a los partidos políticos en nada (no asegura fidelidad entre los congresistas y el partido, ni limpieza en los candidatos, ni apertura de los partidos a los ciudadanos). ¿Se requiere una reforma global? El problema no está tanto en la legislación (y que yo diga esto tiene tela), aunque la misma sea mejorable (o haga falta una «gran reforma») sino en la práctica política, si los partidos siguen funcionando como lo hacen hoy en día, da igual lo maravillosa que sea la ley, el Congreso será una porquería de cara a los ciudadanos y los partidos, fuera del imaginario de cuatro políticos, seguirán sin existir.
Por parte de los partidos me parece una irresponsabilidad política y partidaria creer que el camino es una reforma puntual en el voto preferente.