El escándalo en Reino Unido está siendo impresionante, incluso ha dimitido el speaker (presidente) de la cámara de los Comunes, algo que no pasaba desde hace más de 300 años (aunque parezca exagerado, por lo visto es cierto), y eso que hay escándalo pero no ilegalidad. El tema es básicamente igual que el caso peruano, parlamentarios que usan alegremente las compensaciones para beneficio propio (incluso pagaban dos segundas residencias extras a costa de las cuentas públicas), ni más ni menos.
A casi todos los comunes se les pude acusar de aprovechados, pero solo dimite el presidente, acusado, no sin cierta sinvergüencería, de no favorecer la transparencia ni haber propuesto reformas del sistema a tiempo (mientras que todos, eso sí, se aprovechaban del sistema). La oposición aprovecha para pedir un adelanto de las elecciones a lo que Gordon Brown, el primer ministro, dice que de eso nada, que tampoco nos pasemos, mientras repite una letanía constante de disculpas.
Esa tal vez es la gran diferencia entre Perú y Reino Unido en este momento, que allá, cuando se sabe que hay gente que va cambiando su segunda residencia para amueblar sus distintas casas (cómo viven estos ricos) o pagándose la pornografía con dinero público, los ciudadanos reaccionan con indignación real, piden cuentas, y termina dimitiendo el presidente de la cámara baja, y de paso, el primer ministro anuncia más control, más transparencia en el gasto, incluso inhabilitaciones para ser reelectos a quien viole las normas, todo ello tirando al traste la tradición (que en esas islas perdidas de la mano de dios valen mucho, pero realmente mucho).
¿Qué pasó en Perú? Ah, cambiaron el sistema para mantener el beneficio que disfrutaban, haciéndolo más opaco, imposible de fiscalizar, un cheque en blanco, vaya. ¿Dimisiones? Bien gracias. Insisto en la diferencia: Una vez conocidas las «malas prácticas» de los representantes, hasta el Primer Ministro pidió disculpas públicas, todos corrieron a decir, incluso, que devolverían el dinero si eso, también, entonan un mea culpa y se dedican, con todas las ganas, a recuperar la confianza de los electores, perdón, de los ciudadanos.
¿Qué pasó en Perú? Se atacó a los medios que desvelaban los gastos (y de paso se insultó a quienes nos unimos a la campaña de adopción), los congresistas (salvo honrosas excepciones) hicieron piña y se protegieron unos a otros y el cambio legislativo, lejos de buscar la transparencia, volvió más opaco todo. Así se hace país, carambas.
Algo sí que queda claro, no es que en Perú tengamos sinvergüenzas en el congreso, en exclusiva, a diferencia de los países que sí saben de este juego democrático y parlamentario, ya lo vimos con lo del parlamento europeo (en el escándalo de los proveedores de la eurocámara), el problema es que quien no corre, vuela, así que nos toca, a los ciudadanos (no elegidos), perseguir a quienes nos representan para que no se le suban los cuartos a la cabeza y no intenten siquiera aprovecharse del erario. Sí hay una diferencia, en todo caso, en cómo reaccionaron las autoridades en uno y otro país.
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