¿De verdad sabe de qué habla?

Javier Cremades es el presidente del Foro Iberoamericano de la Propiedad Intelectual (FIPI), y no voy a ser yo quien negue su capacidad en temas de la mal llamada Propiedad Intelectual (mejor es acudir directamente al término «Derechos de Autor«, describen de forma más correcta la institución de la que hablamos y el bien jurídico que queremos proteger y regular), pero algunas declaraciones como la hoy dada en El País hacen pensar que no sabe muy bien de lo que habla cuando aborda fenómenos como el del Copyleft.

El reto ahora es desterrar esa idea y abordar los mismos desafíos que existen en otras zonas del mundo, según Cremades. Por una parte, hacer frente a la cultura del copyleft (acceso universal a los contenidos) y por otra, establecer sistemas eficaces de control sobre los derechos de autor de las creaciones, cada vez más escurridizos por las nuevas tecnologías. (El País).

Por un lado, hay que tener cuales son los Derechos de Autor que realmente merecen la pena ser protegidos, y no mezclar los temas de los derechos de autor con la llamada propiedad Industrial (son cuestiones distintas que persiguen fines completamente diferentes, no tiene sentido meterlos en el mismo saco cuando tanto tiempo han vivido diferenciados). Una vez tenemos claro estos conceptos, estas diferenciaciones, hay que ver lo que busca el FIPI:

El I Foro Iberoamericano de la Propiedad Intelectual (FIPI) (…) contará con la intervención de periodistas, juristas, legisladores y académicos especializados en la propiedad intelectual e intentará diseñar un dispositivo jurídico que garantice la difusión y la llegada a todos los ámbitos de la creación cultural. (Hoy Inversión)

Así pues, a la par que el FIPI busca relanzar la creación artística o cultural en Iberoamérica con el fin, por un lado, de ampliar la llegada de la cultura a todos los sectores, y por otro, el de crear toda una industria que ayude a la mejora económica de sectores altamente beneficiosos para la sociedad, entre otras cosas porque realmente representan un valor agregado al producto final.

Ahora bien, diciendo todo esto: ¿Por qué rayos hay que «hacer frente a la cultura del copyleft«? ¿Sabe este señor qué es Copyleft o Cultura Libre? Es innegable que la «cultura libre» está generando todo un mercado, toda una creación de industria que favorece sin problemas a «los necesitados» (es cierto, hay que desterrar la idea de que los derechos de autor son para los ricos, pero para ello hay que humanizar los derechos de autor, y esa solución no la da la cultura anglosajona de derechos de autor actual). ¿Acaso no ve todo lo que hay alrededor de GNU/Linux (por poner un ejemplo)? Todos los que se están beneficiando y trabajando para todos los demás.

El nuevo modelo de producción planteado en la filosofía libre realmente abre las puertas a los dos objetivos que desde FIPI se declaran como necesarios, el alcance de la cultura a todos los sectores a la par que genera industria.

Pero Javier Cremades parece desconocer todo esto, va al cliché simple sobre el movimiento de cultura libre que manejan sociedades de gestión como la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), donde se habla del Copyleft como enfrendato a los autores y promovido por «intereses oscuros» de los sectores tecnológicos, lo cual demuestra falta de conocimiento no sólo de los orígenes del movimiento por la cultura libre, sino de su filosofía, fundamento, y demás relacionado con el mismo.

El Copyleft no ataca a los autores, para nada, y existen fórmulas dentro de la cultura libre (con o sin Copyleft) que se afanan en la protección de los derechos morales de los autores (de lejos, los más importantes entre estos derechos), que son, como uno de sus impulsores dice, una solución humanista a la libre difusión de la Cultura.

En el modelo «deseado» por Cremades, el anglosajón plasmado en sus leyes, el autor, el creador, importa más bien poco, la protección se da y se busca únicamente a quien tiene los derechos de explotación económica (los derechos menos importantes en relación con las creaciones artísticas), con un modelo así, es difícil que los países no desarrollados puedan acceder y dar acceso a la cultura a todos sus ciudadanos, con lo cual, el FIPI no podría cumplir con uno de sus objetivos, con un modelo así, el autor queda desprotegido sin mucha dificultad ante las corporaciones, que se quedan con lo creado sin problemas, con un modelo así, ya lo hemos visto, las diferencias entre los ricos y los pobres no hace más que crecer y se ponen ciertas trabas a la circulación de lo creado, lo cual no beneficia a la gran mayoría de la gente, sino que mantiene un statu quo en que unos están por encima de otros, tanto en las posibilidades de creación como en las de acceso, y donde la industria generada en torno a las creaciones culturales tiene poco de humana y mucho de explotadora, donde el autor no es el más beneficiado (sobre todo cuando no es un superventas), donde no se busca el compartir sino el consumir.

Sólo hay que ver la poca protección que dan los convenios internacionales a la protección de los derechos morales y la sobredimensión a los patrimoniales como para saber que el modelo que no podemos seguir es justamente ese, el de la explotación. Cremades habla de la «mayor protección de los derechos» en Estados Unidos, y esto es incorrecto si hablamos de los derechos que intentamos proteger, esto es, de los morales, para que sea el autor quien mantenga ese control sobre su obra, esa paternidad necesaria para él y la sociedad, que deberá beneficiarse, en su conjunto, de las creaciones que en ella se emanen.

Como dice el abogado Pedro J. Canut, el concepto de Derechos de Autor (copyright) en la common law es diferente al nuestro:

Esta concepción utilitarista de los derechos de autor que ha llevado a los paises anglosajones a aglutinar bajo una misma disciplina la propiedad intelectual y la propiedad industrial (fruto, precisamente, de la concepción de los derechos de autor como monopolio pactado entre autores y sociedad) está impregnando los tratados internacionales, sacando del articulado los pilares sobre los que descansa la concepción latina de derechos de autor y descendiendo imperceptiblemente a las legislaciones nacionales de tradición romano-germánica por la nada sutil vía de los tratados de libre comercio. (Blogespierre)

¿Ese es el modelo que nos permitirá crecer? ¿Esas son las instituciones que debemos proteger e impulsar? ¿Esas son las industrias que busca el FIPI? Teniendo en cuenta los impulsores de este foro, los que «están detrás», parece que sí, que persiguen el beneficio de unos pocos en contra de la sociedad, o a costa de ella (como se prefiera plantear), donde el continente es protegido y el contenido despreciado, y claro, el creador y la sociedad están a la cola de todo el invento. No se puede hablar de hacer llegar la cultura a todos con el modelo anglosajón en la mano.

No se puede hablar del copyleft o la cultura libre como un enemigo de la industria cultural cuando ya ha demostrado, o está demostrando, que es motor de industria a la par que consigue hacer llegar la cultura a todos esos sectores que se ven privados de la misma por el modelo de la OMPI y similares.

Si el FIPI va por el modelo que cada vez se impone más en todo el mundo a la par que se va, poco a poco, deshumanizando, quiere decir que no está ni del lado de los creadores ni de la sociedad en general, sino que se posiciona al lado de los privilegiados. Y así no vamos a crecer ni a mantener, en nuestras sociedades, a los creadores de contenido, a los que tienen ideas.

Publicado también en De Igual a Igual. 

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