Cilia Flores, presidenta de la Asamblea Nacional, gritó un sentido «¡Viva el parlamentarismo social de calle, socialismo o muerte, venceremos!» al momento de aprobar una suerte de claudicación de un legislativo sin oposición a un líder indiscutible (como líder). En esa frase recurre a muchos clichés que, lamentablemente, dudo que ella crea o sepa realmente qué significan. Definitivamente, darle el poder a un ejecutivo para que haga y deshaga, no es parlamentarismo social (y menos "de calle"), y lo de "socialismo o muerte, venceremos", además de representar una repetición de algo tan manido que ya pierde el sentido, no sabemos qué socialismo es realmente el que se quiere implantar, así que no nos vale que sea una autoridad la que decida qué debemos entender por socialismo. Y menos una autoridad tan nacionalista e hipócrita con sus negocios.
Los críticos con Chávez, que ven peligros dictatoriales donde Chávez no necesita que haya, ven en esta Ley las puertas abiertas a una serie de nacionalizaciones que no convienen a una clase propietaria (pero sí a la otra) y que se cierren las puertas a la entrada de capital extranjero, o se pongan límites y trabas a las mismas (algo que, por cierto, hacen todos los países, en mayor o menor medida, e incluso con países hermanos y socios en todo sentido -véase el caso de EON y Endesa en España-).
La ley afecta a casi todas las áreas de la vida pública, y muchas de la privada, entre ellas la participación ciudadana, cuestiones de ordenación territorial, transportes, educación y demás. La educación exige una especial atención por parte de la oposición, puesto que Chávez habla de una educación para el socialismo bolivariano, y claro, esto sería una cantera de chavistas. No hay que olvidar que toda educación en un Estado, esto es, dirigida por un Estado, no es una educación como tal, sino una fábrica de obedientes alienados con el poder vigente, así que la situación realmente no cambia de la actualmente existente (en Venezuela y casi todo el mundo, todo sea dicho).
Chávez vuelve a la carga con el tema de la reforma constitucional, ahora la impulsará casi en solitario. Actualmente está a cargo de una comisión mixta Ejecutivo-Legislativo. Recordemos que la actual constitución de Venezuela data de 1999, tras un proceso constitucional, bajo el mando de Chávez -ya presidente-, se aprobó un texto en remplazo de la carta magna de 1961, más presidencialista si cabe, que hasta cambiaba el nombre del país por República Bolivariana de Venezuela. Se suele decir que uno de los puntos positivos de esa constitución fue su aprobación mediante referendo. Pero dicha consulta es tan criticable como la peruano del 93, por la baja participación popular. En otras palabras, Chávez pretende modificar una constitución hecha a medida para fines no demasiados claros.
Muchos ven en este Cheque en Blanco, sumado con la reforma Constitucional, un medio para que el gobierno instaure el socialismo, comunismo, una nueva cuba o no sé qué tantas cosas (se dicen tantísimas), al igual que vieron en la unificación del movimiento bolivariano un predecesor al sistema de partido único. Ver fantasmas donde no los hay es típico de una oposición que busca el catastrofismo como fórmula de combatir al gobierno, y, no es por nada, Chávez la deja fácil para atacarle por otros flancos, y de forma más constructiva. Pero la oposición constructiva no es utilizada ni en Venezuela ni en ningún país civilizado, puesto que da pocos réditos electorales. Tranquilos, Chávez no es comunista. Chávez no instaurará una nueva Cuba, entre otras cosas porque tiene petróleo y recursos (por más nacionalizaciones y demás que haga, seguirá vendiendo petróleo a Estados Unidos -o a otros-, así que jamás será bloqueado -como no lo es China actualmente-), el peligro de un bloqueo es inexistente habiendo países ávidos de explotar los recursos venezolanos. Así que Venezuela, salvo mala gestión económica (mala con ganas, o sea, descaradamente mala) jamás empobrecerá (podrá ralentizar el crecimiento, pero ello no es sinónimo de empobrecerse).
Chávez habla de un boliviarismo del que él está lejos, de un socialismo que a veces más se parece a la socialdemocracia que al socialismo que a muchos nos gustaría ver (y siempre como paso previo dentro de una revolución mayor, sino son tonterías), pero sin la defensa de los derechos individuales que debiera ser compatible con la consecución (porque hoy por hoy no existen) de los mismos y de los derechos grupales o colectivos (tan olvidados por un liberalismo que defiende los derechos desde la perspectiva de los privilegios a grupúsculos determinados). Por mucho que Chávez repita "Socialismo o muerte", no habrá ni socialismo ni muerte. Habrá Chavismo (que puede gustar más o menos, que puede ser mejor que lo existente o peor, pero que de socialismo tiene tan poco como de comunista la actual China). Pero que le llame socialismo, a fin de cuentas, es una palabra que prácticamente ha perdido su significado si vamos a la Internacional Socialista, donde hay de todo menos socialistas.
Chávez continúa manteniendo una sociedad altamente jerárquica, con una punta clara y caudillista (representada por él mismo, por supuesto), que es más parecido al Velasquismo que al socialismo, que no deja lugar a dudas: Las estructuras se mantendrán. Hay muchas cosas que no serán tocadas y que mantendrán el sistema de podredumbre como hasta ahora, entre ellas la propia configuración del Estado y la corrupción tan profunda del sistema, pasando por mantener la educación como estaba hasta ahora, cambios en las curricula no sirven de nada.
Chávez, eso sí, se equivoca en las formas. Se equivoca al querer hacerlo todo desde el ejecutivo, de forma vertical, se equivoca arrebatando a la Asamblea Nacional lo poco que podría hacer para mantener la dignidad perdida en las elecciones (dignidad que, en cambio, sí tiene Chávez al arrasar en las elecciones presidenciales). Un parlamento que iba a hacer todas esas reformas como sin oposición alguna, que podía realizar todo de forma ágil y con un mínimo de debate público que siempre resulta útil para la opinión pública. Pero no, Chávez es demasiado personalista, necesita (como necesidad en toda la extensión de la palabra) que todo sea realizado por su mano, así, además, tiene más rédito electoral donde le interesa, en las Presidenciales. Y este error es propio de los sistemas occidentales actuales, no es algo que debamos achacar sólo a Chávez, que conste.