Introducción
El desarrollo del republicanismo se enmarca en las distintas ramas del mismo, sensibilidades diferenciadas que, aunque tienen en común ciertos rasgos básicos, los interpretan de manera distinta, dando líneas completamente dispares a lo que se entiende por República, sin perder, eso sí, los ideales básicos.
Es curioso cómo, en la actualidad, republicanismo se entiende (en el foro público) de la forma más llana, como modelo de “República”, sin entrar en en lo que significa republicanismo, y algunos partidos o personajes conocidos identifican república inmediatamente con un color concreto del pensamiento político, cuando en la misma caben las distintas identidades y visiones del mundo y sus posibles respuestas al mismo. En una breve exposición de las distintas culturas republicanas nos permitirán tener una visión global tanto del pensamiento republicano como de la historia del mismo en España.
El presente trabajo es un breve repaso por las culturas republicanas, abarcando desde los inicios en España hasta la época de la Restauración, usando como guión base las clases del impartidas dentro del programa de doctorado, donde incidiremos en algunas cuestiones como las diferencias en el Concepto de Libertad entre las dos posturas más importantes del S. XIX como fue el republicanismo y el Liberalismo, en sus distintas facetas; la exposición acaba en la época de la Restauración.
El Liberalismo en España, S. XIX.
Culturas Políticas del Liberalismo
En contra del reduccionismo habitual, el liberalismo presenta varias caras, sobre todo en una época en que copó el ámbito político, al ser las únicas políticas realmente permitidas desde los gobiernos monárquicos. Aunque básicamente todos eran, en España, Monárquicos. Así pues, tenemos una de las primeras dicotomías entre el republicanismo y el liberalismo, que se representa en la idea de “Pueblo contra oligarquía”.
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Liberalismo revolucionario
Sobre todo se dio hasta mediados de los años treinta, se representó en la constitución de Cádiz. Durante la guerra con Francia, habló mucho sobre la Guerra y Revolución, pero no usaba el argumento de la Independencia, esto fue una construcción teórica posterior para afianzar la idea nacional de España sobre el mito de la guerra de Independencia.
Por ese entonces, la cultura liberal revolucionaria no estaba vinculada de forma directa con la burguesía, o mejor, no era una revolución burguesa, todas las clases sociales intervinieron en dicha revolución, tanto las populares como la Iglesia que pretendían acabar con el Antiguo Régimen, eso sí, esto no impide que, a fin de cuentas, los mayores beneficiarios fueron justamente la clase Burguesa.
Este Liberalismo revolucionario se asentó en conceptos ilustrados, así pues, el liberalismo se muestra como una evolución del pensamiento Ilustrado, al igual que ellos, luchan contra el Antiguo Régimen conservador-católico. Usaron componentes historicistas para crear legitimidad a un nuevo orden afirmando los elementos de continuidad, mediante los mismo podían utilizar las instituciones francesas (no hay que olvidar que luchaban justo contra ellos) sin que se les pudiera tachar de “afrancesamiento”. Eso sí, el concepto de nación de los Ilustrados y de los liberales es totalmente distinto, para los primeros la nación no existe como concepto abstracto, sino que resulta la suma de los órganos del antiguo régimen, mientras que para los segundos en la Nación reside la soberanía.
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Liberalismo posrevolucionario
La cultura política en la que se asienta este liberalismo es bastante diferente al Revolucionario, incluso, muchas veces niega muchos de los postulados revolucionarios y, por tanto, rompe con esa línea de pensamiento. Abandona los planteamientos ilustrados. Está basada en la cultura romántica, relacionado por completo con la Burguesía (ya no tiene los componentes populares de los revolucionarios), con una idea doctrinal de Libertad, donde lo que importa es el modelo económico y que exista un equilibrio de poderes (lo cual significa que la separación no tiene por qué ser estricta, teniendo los mismos que colaborar entre sí).
Los exiliados revolucionarios vuelven de Francia e Inglaterra, los primeros con nuevas ideas conservadoras y los segundos con ideas algo más progresistas; aunque ambos quieren eliminar la tradición revolucionaria (que evoluciona, hasta cierto punto, al republicanismo), su modelo de Estado es la Monarquía constitucional. La monarquía es identificada con la continuidad histórica de la Nación (acá vemos el transformo de la cultura romántica), también porque resulta una institución útil (desde la perspectiva del utilitarismo).
Los posrevolucionarios podemos dividirlos en dos grupos, que compartían los principales conceptos liberales y cultura romántica de fondo, pero que en la práctica se comportaban algo distinto, como son los Progresistas y los moderados.
Así pues, los Moderados abogan por una centralización política (administrativismo), donde la soberanía nacional está compartida entre la nación y las cortes (bicameral), siendo la participación política una función, no un derecho, el sufragio, en este aspecto, es directo pero censitario. Tienen una clara concepción jerárquica de la sociedad, en que el equilibrio entre la Ley y el Orden, defienden un concepto de Libertad basado en el de Benjamín de Constant, donde se debe disponer de más tiempo para el “hacer” en el ámbito particular, por tanto, el Estado debe ser mínimo, para que no quepa ingerencia posible en el “hacer” particular.
Aunque hablaran de ideas como la igualdad ante la Ley, la libertad de expresión, y limitar el poder real, la aplicación práctica del discurso era distinto. El modelo constitucional fue el de la norma suprema de 1845, que da pocas libertades (y ellas están restringidas), donde el poder Real influye en el poder local (esto es, los poderes locales son dependientes de la corona), creándose la Guardia Civil, controlada desde el poder central, que remplaza a la Milicia Nacional (creada por el primer liberalismo para garantizar el triunfo de la revolución), que era controlada por los poderes locales. Y donde el Estado financia a la Iglesia y le cede un gran poder en la educación, el Estado es Confesional1; donde la idea del poder era elitista y oligárquica, siendo la propiedad la clave del poder.
Mientras tanto, los progresistas hablaban del “pueblo” y de la soberanía nacional, pero no era más que una forma de sostenerse en el poder. Siendo la noción de “pueblo-nación” el “mito movilizador” para la revolución política, que no es otra que el acceso al poder. No son tan elitistas, puesto que piensan en las clases medias, por tanto, intentan ampliar las libertades, entre ellas la del sufragio (pero nunca lo postulan como universal). Ya que la mayoría de progresistas regresaron de Inglaterra (o mamaron de las ideas inglesas), sus ideas sobre la monarquía son las inglesas, así pues, su modelo es la Monarquía Parlamentaria inglesa, donde las cámaras son el eje del pensamiento político.
El modelo económico es más individualista, más “liberal” (de mercado) que el moderado (que por influencia de la Iglesia tenía tintes más sociales), un modelo de sociedad y producción más industrial (frente al moderado, que es agrario). Prefieren un poder local más independiente y fuerte, con ello llevan una especial afinidad con la Milicia Nacional frente a la Guardia Civil.
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Liberalismo Democrático
Tanto los Revolucionarios como los posrevolucionarios eran antidemocráticos, con un carácter más comunitarista de la sociedad (hablan de la nación como un todo, el individuo no es el sujeto de los derechos), no discuten la confesionalidad del Estado (más bien, la desean) y excluyen a las clases populares del funcionamiento social.
La cultura del liberalismo democrático surge de los liberales revolucionarios más radicales, vinculados a la carbonería y la comunería), desarrollándose durante el trienio constitucional. Durante las desamortizaciones hablaron de entregar pequeños lotes de tierra a quienes se aprovechaban de las mismas (a quienes tenían el dominio útil), siendo la propiedad del Estado, así pues, es un modelo no-capitalista de la tenencia de tierras. Eso sí, defendían la idea liberal de Libertad (por tanto, la libertad Negativa). Una rama de este liberalismo se desarrolló dentro de las corrientes republicanas.
Idea de Libertad, confrontación entre Liberalismo y Republicanismo.
Donde más diferencias podemos encontrar, no cabe duda, es en la idea de Libertad que ambas corrientes del pensamiento defienden. En el liberalismo, sin entrar en demasiados detalles, tienen una concepción de libertad negativo, basado en el “no hacer” del Estado, esto es, mientras que el Estado Liberal está encargado de una serie de labores mínimas (muchas de ellas giran en torno a labores de guardar el orden), no debe interferir en la vida privada de los individuos, donde la misma se representa como un ámbito de actuación libre y cerrado.
Mientras tanto, la idea de Libertad en el republicanismo gira en torno a la No-Dominación, la fraterniada y la virtud cívica. Es una libertad como contrapuesto a la servidumbre, una concepción política de la libertad. La no-dominación supone un desarrollo de las capacidades individuales, la fraternidad se demuestra en el discurso emancipatorio (que se concreta en el sufragio universal, soberanía popular, derechos como el de asociación, etc.), la virtud política o cívica se representa en la necesidad de participación en el foro público, el poder local recobra una importancia superior y donde el poder está controlado por los ciudadanos.
1Todo ello a partir del Acuerdo con la Iglesia de 1851, que, entre otras cuestiones, consolida la desamortización.
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Archivos:
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