No hay que olvidarlo: Alberto Fujimori dio un golpe de Estado acabando con la frágil democracia e instaurando un sistema dictatorial durante unos años, que tuvo su continuación con la Constitución Política de 1993, que aún nos gobierna. Un autogolpe, como el perpetrado por Fujimori y los suyos, no es más que una forma entre los tipos de golpes que encontramos en nuestros sistemas. No es justificable y no es aceptable, no se puede hablar de «salvar la democracia» destruyéndola. No por gusto el «Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional» inició su vida con los tanques en la calle, secuestrando periodistas y opositores, disolviendo el Congreso y destituyendo al Tribunal Constitucional y todos los elementos del Poder Judicial que no rendían pleitesía a Fujimori.
Un cinco de abril de 1992, como he contado muchas veces en esta bitácora (por los 15 o 20 años, por ejemplo), Alberto Fujimori encabezó un golpe de Estado en que él, Presidente de la República, traicionaba a todos los electores y a la Democracia para controlar todo el aparato del Estado. He comentado, también, cómo Fujimori fue condenado por algunos de los delitos cometidos durante la ejecución del autogolpe (como el secuestro del periodista Gustavo Gorriti), sin olvidar que el golpe (en sí mismo) quedó excluido de la extradición del expresidente.
Las consecuencias del autogolpe de Estado fueron varias (y solo mencionaré dos): un gobierno de facto que reconstruyó la institucionalidad del país a su imagen y semejanza, a su puro servicio (y le permitió aumentar su apoyo popular y representativo, algo claro en el Congreso Constituyente y el posterior Congreso con una nueva mayoría clara fujimorista); esta nueva institucionalidad, además, fue configurada de tal forma para «acabar» con el terrorismo como para incumplir las propias leyes y violar los derechos humanos (todo ese primer quinquenio de la lucha contrasubversiva está marcado por el autogolpe y sus consecuencias); según se iba terminando con la amenaza subversiva aumentaba la autonomía e impunidad de un ejército desatado que solo respondía ante el Presidente y el asesor del SIN. La constitución del 93 (y el referendo que la aprobó -o no-) es el gran legado fujimorista, que aún vivimos y sufrimos; curiosamente Fujimori era el primero en saltársela cada dos por tres; a fin de cuentas, para él las leyes tenían que servir al Estado autoritario, y no al revés, el Estado no debía servir a nadie más que a su líder y solo responder ante él, no ante leyes o ciudadanos.
En este golpe, a veces, nos centramos en recordar a Fujimori y su amigo, Vladimiro Montesinos (asesor del SIN que, en la práctica, era la mano derecha de Fujimori en todo el Estado y mandaba al propio Servicio de Inteligencia y al Ejército Peruano), pero olvidamos a otros importantes actores, como fue el general Nicolás Hermosa Ríos fue otro de los hombres fuertes; este comandante General del Ejército era la cabeza visible y dirigente entre los altos mandos militares y el presidente del Gobierno; junto con todos esos mandos civiles y militares que apoyaron al gobierno de Fujimori en la reestructuración de las FFAA y del Estado en general, todo ello al servicio de unos pocos. Todos y cada uno de ellos son responsables parciales de lo que fue esa minidictadura y el siguiente Estado Autoritario (1995-2000), cuya institucionalidad sigue reflejada en la Constitución y en las formas de hacer política de las distintas organizaciones y caudillismos personales que sufrimos.
Junto con ellos, con los responsables directos y con poder, deberíamos mencionar a toda esa oligarquía limeña y peruana que, desde las distintas empresas, crearon un entorno de explotación aún mayor del previamente existente, se ganaron con el clientelismo propio del gobierno autoritario y personalista, generando una estructura de poder económico que apoyaba, desde la mayoría de medios de comunicación de su propiedad o bajo su patrocinio, al gobierno, sabiendo que en fondo la política económica les beneficiaba y tener a alguien que aplica la ley a su antojo siempre puede significar favores. Ellos lo financiaron y mantuvieron.
Alberto Fujimori, no podemos obviarlo, es parcialmente culpa de la izquierda, de todos los que votaron por él como mal menor ante un candidato de la derecha liberal. Es cierto que pronto Fujimori traicionó a la izquierda institucional (y luego la persiguió directamente), aplicó el programa de la derecha liberal que seguía a Vargas Llosa y obvió los pocos planes de izquierda que, en teoría, tenía que apoyar. Pero fue la necedad de la izquierda ante las elecciones, la incapacidad de esta (de nosotros) de constituir candidaturas populares, de votar males menores y prefiriendo al caudillo de turno popular, ese oportunismo populista, el que permitió a alguien como Fujimori llegar a la presidencia; en vez de ser nuestro tonto útil antiliberal y antiaprista fue nuestra peor pesadilla; nosotros, las izquierdas, fuimos los tontos útiles del primer fujimorismo, y los chivos expiatorios del segundo y tercer fujimorismo. Lo peor es que no aprendemos (y así nos luce el pelo, con los Humala y similares).
Nuestra historia está llena de golpes de Estado, el de Fujimori ni siquiera se puede considerar el primer autogolpe (si no me equivoco, fue el de Benavides al anular las elecciones del 36 bajo el pretexto de que los apristas habían apoyado a un candidato y su partido estaba proscrito; el Congreso permitió extender el mandato del presidente de facto y le dio facultades legislativas, puesto que el Congreso no iba a continuar más allá de su periodo ordinario). Aun así, es el que aún hoy tiene consecuencias palpables y divide a la población; sigue existiendo gente que lo defiende y eso hay que tenerlo en cuenta.
Deberían leer:
- El especial de Justicia Viva sobre el Golpe, contiene un documental, una serie de campañas y enlaces a otros especiales.
- Amnistía Internacional – Perú pide que el golpe de Estado sea recordado para no repetirlo.
- En Aweita han realizado un vídeo-nota de recuerdo rápido bastante interesante.
- El artículo editorial de Diario Uno achaca al golpe los problemas institucionales que hoy sufrimos, dentro del planteamiento de la Coordinadora Contra la Impunidad (CCI).
- Carlos Tapia, por su parte, firma una columna en que recuerda los distintos autores del autogolpe y las conscuencias del mismo.
2 comentarios en «Recordando el autogolpe de Fujimori»