Carlos Tapia ha dado su hoja de ruta para reformar el Congreso y salir de la crisis en que se encuentra. Definitivamente tenemos una crisis en cuanto a los congresistas, ¿es una crisis del propio sistema del Congreso? Cuando hablamos del Congreso nos referimos a cuatro cosas: Sistema electoral (configura el Congreso), sistema de partidos (influye en el sistema electoral y configura las relaciones entre los congresistas y estos con su partido), funcionamiento del Congreso (reglamentación interna, el «cómo se hace», procesos y formas) y por último, relaciones con el ejecutivo (influye en la misión del Congreso, qué hace y por qué, al margen de legislar).
El Congreso peruano está fracasando, lo hace en su conjunto, y en parte es porque la institución está configurada para que triunfen los más rastreros del politiqueo nacional, pero no podemos obviar que el principal problema del Congreso de la República son nuestros congresistas, (parece una perogrullada, pero hay que decirlo alto y claro). Sí, esos congresistas a los que hemos votado, que hemos apoyado, que hemos aupado al poder. Ya sea por sí o por su partido, pero ahí están, destrozando la que debiera ser, realmente, la casa de todos.
Pongo, antes de entrar en el tema, tres enlaces a artículos recientes sobre el Congreso, sobre las crisis que vive un día sí y otro también, y lo hago entre otras cosas porque entre el primero y el último median unos ocho días, lo cual es significativo: Dos partidos se separan de sus actuales bancadas y forman una nueva (hay que tener en cuenta que dos de las tres formaciones del nuevo grupo parlamentario se presentaron, junto con otra fuerza política, en una alianza electoral de largo recorrido y triste final), y la separación no es sólo de «nombre», es un cambio real de oposición a oficialismo; La lista oficialista gana la mesa directiva del Congreso tras «jalarse» votos disidentes (que llegan a figurar hasta como vicepresidentes de la cámara) y un pacto patético con el fujimorismo, previos escándalos del ahora presidente con otros dos congresistas; El enfrentamiento entre dos congresistas (Gustavo Espinoza Soto y Carlos Torres Caro) que destapa porquería y media en el Congreso, y deja patente dos cosas: que los congresistas están ahí para lucrarse a costa de los peruanos y para copar cotas de poder por el simple hecho de tenerlo. (Justo antes de publicar la entrada me entero de otro más: Congresista que le pide dinero a sus empleados para «pagar a otros asesores» que niegan recibir dichos pagos en negro.)
Carlos Tapia aseguró: «los congresistas consideran que las negociaciones son parecidas a la prostitución de los valores». Ahí encontramos el gran problema de todo el tinglado, que si bien estoy de acuerdo con Tapia en que el sistema debe modificarse, no deja de ser importante remarcar que es imposible que cualquier reforma del sistema está abocada al fracaso práctico si los congresistas se siguen vendiendo.
El problema no es el voto preferencial (que Carlos Tapia aboga por quitar), máxime cuando hay países con sistemas electorales similares en cuanto al voto preferencial que no tienen problemas en el sentido del caso peruano (más o menos representativos), e incluso, en ámbitos del debate académico dentro del ámbito jurídico-político siempre se ven las listas cerradas como un problema más que como una solución. Así que me salto un poco este tema para tocar dos que me parecen interesantes: Control por parte del partido del curul ganado y entrada de los movimientos regionales en el parlamento.
Disciplina de Partido
El ex miembro de la Comision de la Verdad y Reconciliación (CVR) considera que los escaños no son del Congresista electo, si no del partido político con el que se presentó, así pues, ataca con todo el transfuguismo y afirma: «No debe haber transfuguismo porque las curules han sido ganadas por los partidos y si hay algún congresista que reniega de la propuesta del partido debería ser reemplazado por el accesitario del propio partido político».
Discrepo profundamente de esa consideración. En realidad, creo que sí debe existir una disciplina de partido, pero no debe ser nunca una suerte de «dictadura del partido». El filtro debe hacerse antes de las elecciones, antes de presentar las candidaturas, no después.
El problema en el caso peruano viene desde la propia configuración de los partidos políticos, que no son corrientes políticas con un proyecto de Perú más o menos concreto, sino que son la suma de personas que se presentan bajo unas siglas comunes, aunque entre ellos no haya ni siquiera una idea de qué son como grupo.
Y aunque ese no fuera el problema, la lógica de la democracia formal, por tanto, con parlamentos que cuentan con políticos profesionales elegidos como representantes, es que el ciudadano elige a otro ciudadano para que le represente, no a una formación política concreta, y el Congresista, por eso, no está vinculado a mandato alguno, ni con el partido ni con nadie. Podríamos decir más, que el Congresista no representa a los ciudadanos que le votaron, sino a la nación en su conjunto (es lo que determina, además, el artículo 93 de nuestra Constitución), pero me quedo y apunto el siguiente precepto legal (art. 93 CPP): «[Los Congresistas] No están sujetos a mandato imperativo ni a interpelación.»
Así pues, un Congresista es, y debe ser tanto por lógica constitucional como por el sistema parlamentario de representación de las democracias formales, independiente de las decisiones de su partido. Con esto quiero dejar claro que el parlamentario es dueño de su curul, no puede serlo el partido político.
El día que decidamos que el poder se lo damos directamente a los partidos hagamos lo siguiente: Eliminemos la figura del Congresista, y al secretario general del Partido démosle el porcentaje total de votos que ha recibido su formación política, y así las decisiones en el hemiciclo se tomarían por voto ponderado de los Secretarios de los partidos, nos ahorraríamos, de forma directa, muchos sueldos, pero perderíamos el control real (aunque escaso) sobre las personas que «están detrás» de las decisiones de la cámara de representantes.
La reforma «contra el transfuguismo» (con el que estoy de acuerdo, o sea, no creo que se deba prohibir a priori) significaría: Cambio de la Constitución (bastante más profundo que un par de incisos, sea dicho), modificación del reglamento de la cámara del Congreso y, tal vez, de la legislación electoral para permitir un número casi infinito de accesitarios para que vayan supliendo a los congresistas díscolos. ¿Qué se conseguiría? Darle más poder a partidos que no son tales, y que están corrompidos hasta la médula, no se fomentaría los partidos políticos fuertes, si no que se crearía dictaduras oligárquicas dentro de los propios partidos, a la par que se eliminaría la figura del «independiente» que se presenta con un partido.
¿Mi solución al problema del transfuguismo? Que nosotros, los votantes, castiguemos a los tránsfugas si nos parece que actuaron mal, eso como medida posterior. De forma anterior se debe potenciar el debate interno en los partidos y que a las listas de candidatos lleguen los mejores y más comprometidos con el proyecto de futuro del partido, no como pasa en nuestro Perú que llegan los que compraron su puesto en la lista. Pero para eso hay que comenzar creando partidos políticos de verdad, que hoy por hoy, sólo lo son el PPC y el APRA dentro del actual Congreso (y el PPC vive una crisis interna bárbara, y una externa que ha terminado con la desaparición de la alianza electoral con la que se presentó al parlamento).
Presencia de los movimientos regionales
Concuerdo con Tapia cuando este afirma que: «Está clarísimo que los partidos políticos llamados nacionales no tienen la legitimidad regional que sí la tiene muchos movimientos políticos regionales». Lo que no termino de entender es si se refiere a una presencia por sí mismos (mandados desde las regiones como representantes) o si se pide que puedan salir electos en las generales.
Si es lo segundo, nada les impide hacerlo (con matices), y en principio, el que no tengamos un parlamento con distrito electoral único se debe a la necesidad de «regionalizar» la representación del Congresista y ponerlo «más cerca» al ciudadano (esa es la lógica de los sistemas con pluralidad de circunscripciones electorales), pero claro, luego pusieron la valla electoral a nivel nacional cuando el distrito es múltiple y en cierta medida se «fastidió» el invento. Eso no quita para que los movimientos regionales se agrupen, a solo efectos electorales para saltar la valla, en alianzas electorales (como Galeusca en el caso español, por poner un ejemplo, aunque con un fin simplemente aritmético). Otro tanto sería modificar la ley electoral y quitar la inefable valla nacional, con ello podrían entrar los partidos locales que contaran con el respaldo de sus electores en su región. Esto lo veo más que razonable, pero no creo que eso solucione el problema del Congreso, máxime viendo cómo se las gastan los partidos regionales, que simplemente repiten los errores de los partidos nacionales y que duran, más bien, poco (como los estatales a fin de cuentas).
La otra opción es que las regiones puedan enviar representantes al Congreso, para eso sería mejor tener dos cámaras (acá es cuando la bicameralidad recobra sentido, una cámara territorial y otra nacional o general, una con distrito múltiple y otra con distrito único). Esta reforma, aunque la considero necesaria, no acabaría con el problema principal: Nuestros congresistas (y nuestros partidos).
Ya se pueden cambiar todas las leyes que quieran, mientras el sistema (de facto) esté creado para que los Gustavos entren al parlamento (o al partido y de ahí al parlamento), ya podemos darnos con un canto en los dientes si no destruyen el Perú en medio día. Ya podemos poner todos los filtros necesarios y pedir democracia interna a los partidos, pero sin una previa cultura de partidos no se les puede pedir democracia, sin unas masas educadas (en el sentido crítico del término, no de aborregamiento), sin un cambio de mentalidad en que se rechace la idea de «roba pero hace» tan arraigada en nuestra idiosincrasia y se deje, de una vez por todas, de premiar al que trampea (con la acostumbrada «viveza criolla» de la que nos sentimos hasta orgullosos), da igual qué tan perfecto sea el sistema normativo, tendremos el hemiciclo como la pocilga que ahora es.
* Me ocupé bastante del tema, acá algunos apuntes sobre el mismo:
- Se aprueba dictamen sobre la Valla Electoral, nos fastidiarán a todos
- La valla electoral ya tiene el visto bueno del Constitucional (en PerúPolítico, artículo que fue contestado por De Ferrari, uno de los administradores de dicha web, en un gran escrito bajo el título de «La valla electoral: constitucional y necesaria«).
- La valla funcionó, puede impedir el ingreso a tres postulantes muy votados
- Una mala ley que produce resultados «molestos»
Bien dices que el control debe ser antes de las elecciones dentro de los partidos y no despues, eso implicaria las famosas y postergadas primarias, ante la cual siempre sale la famosa excusa de que se perderian miembros valiosos no vinculados a los partidos, con esa excusa nos tendran entrampados, pues la ley permite justamente los famosos invitados, y asi no podriamos cargarnos el voto preferencial, que en un sistema de primarias ya no seria necesario pues el partido ya decidio el orden de ingreso de una manera democratica.
Una solucion al tema del transfuguismo, es permitirlo pero que les cueste un poco, osea que el congresista pueda retirarse de su bancada, pero no podra afiliarse a otra ni constituir una nueva, no pierde su derecho a voto ni nada, pero para efectos de comisiones y similares debera forzosamente adherirse a los No Agrupados, esto permitiria reducir el oportunismo de algunos, y si de veras la diferencia con el partido es una cuestion de principios, el ir por libre sera un precio razonable a pagar si el congresista es una persona decente (que alguno habra por ahi, digo yo).
Y sobre la congresista y los sueldos, no se si sabras que si bien un congresista puede darse el lujo de incumplir promesas lo que no puede (sobre todo uno de provincias) es olvidar a quienes lo ayudaron en su campaña, y puesto que no tienen iniciativa de gasto (me acuerdo el caso de un congresista rogando por que le aprobaran un articulo extra en una ley del presupuesto) el presupuesto para la gestion de su despacho es el unico medio para honrar esos favores, esa es la realidad y lamentablemente deriva en cosas como esta.
Tal vez si partimos de la premisa que el único partido político que responde (al menos) a esa definición, es el APRA… el malestar es compartido, apuntando también a que la oferta congresal de los partidos es pobrísima… empezar por una reforma (en serio) a la ley de partidos políticos, no sería un buen primer paso?
Un abrazo, Cata
Salud compañeros (:-P)
@D. Ernesto: Sí creo que los «independientes» pueden tener cierto valor en el partido, en las listas, pero también creo que son las bases del partido las que deben elegir a esos independientes o al menos al «núcleo duro» de la lista. Por otra part Sobre las primarias, digamos que en teoría se deben hacer (dentro de los partidos), en la práctica… pues son dedocracias :P. ¡La pesada herencia! Lo malo son los que «figuran» como independientes pero todos sabemos que no lo son (como esos apristas históricos, ahora en puestos de responsabilidad, que resulta que no están afiliados al partido).
Sobre el transfuguismo. No es mala idea, yo lo limitaría al periodo actual de la legislatura, esto es, si se quitan ahora (¡justo después de conformar la mesa!) hasta la próxima «temporada» no podrían crear grupos nuevos. Así al menos las cosas serían ordenadas, y un pago de, como mucho, un año de no tener bancada (estar en el gPEDO, jajaja), así al menos sabríamos cómo se comporta «solo» dicho parlamentario.
Sobre los sueldos y petición de dádivas… MMmmm, ¿se acuerda que pasó algo parecido con funcionarios y ERC? En realidad no veo mal que los asesores designados a dedo paguen una contribución al partido (siempre que sea, más o menos, voluntaria y razonable), lo malo de este caso es que resultaba una imposición abusiva que no iba siquiera para el partido, si no para el bolsillo propio o, en su caso y si creemos a la congresista, para pagar un favor a un asesor que no podía ser contratado de forma legal. Y eso ya es pasarse tres pueblos y medio.
@S. Catalina: Un gusto verla por acá, y un honor el enlace :). Sí creo que la ley de partidos políticos debe reformarse (al igual que el sistema electoral, y ya que nos ponemos, el reglamento del Congreso y el tema de la bicameralidad :P), y son pasos que pueden ser importantes… El problema es que desconfío totalmente del resultado que pueda tener una reforma legal en esos sentidos con un Congreso como el que tenemos. Uno similar fue el que aprobó la valla y la ley de partidos que dan más problemas que soluciones. ¿Cómo lo haría un Congreso como el presente?
Creo que antes de proceder a reformar el parlamento o la ley de partidos, hay que reformar los propios partidos con lo que tenemos (que es más bien poco) y ahí es importante nuestra labor como ciudadanos activos políticamente. Hay que negarnos a votar por partidos que son dictaduras internas, por partidos que son la suma de personas que ponen dinero para candidatear, por partidos creados ad hoc para elecciones concretas, por partidos que, en definitiva, no son partidos. Y hay que pedirle a las bases de los partidos que «pueden» llegar a serlo, que sean fiscalizadores dentro de sus movimientos, recordarles que ellos son las bases, no borregos, y por tanto, que su papel es marcar el camino al partido, llevarlo para delante, y no aceptar como ovejas los mandatos de la cúpula (lo sé, ambas cosas son difíciles).
Pero sí, cualquier forma de iniciar el cambio en una institución (Congreso) medular puede ser buena, al menos para que se abra el debate y como bien dice, por algún lugar se debe empezar.
Hasta luego y gracias por los comentarios ;)
Si, un año (calendario) seria razonable… como digo, si es que de veras lo hace por principios es un pago que se pagaria con gusto, (ademas de que no se le toca el rico sueldo).
Y si.. las cuotas partidarias, nada mal, en este caso los de la estrella lo tienen claro, y muy claro.
Con respecto a los «independientes», pues… prefiero el caso de Pizarro, que al menos fueron honestos y lo afiliaron al PP antes de inscribirlo como candidato… en Peru, cosas asi sacarian ronchas.