Motivos para estar (o no) en las llamadas «redes sociales»

La semana pasada, tras mi rabieta, leí una interesante entrada en Guerra Eterna sobre Siria y la «actitud» de Facebook, no es de extrañar que FB «borre» ese tipo de contenido (previo toque de atención de gobiernos o multinacionales), no es de extrañar que los poderosos (gobiernos o grandes empresas) deseen con todas sus fuerzas que las voces oprimidas se canalicen por un medio centralizador (qué fácil es «cortar FB»* o pedir a FB que «borre» algo, sobre «cortar Internet» o pedir a otro tipo de proveedores que bloqueen) que, además, tiene muy claro que su objetivo no es ser el paladín de la justicia, su negocio y tema es otro (por ejemplo, si quieres mantener el anonimato ya atentas contra las condiciones de uso de FB, con lo que te pueden borrar la cuenta sin problemas). Me vinieron a la mente, también, los comentarios que hacen muchos sobre la cultura de la adhesión base de esas plataformas (entre ellos, David de Ugarte en el Poder de las Redes, Versvs cada vez que puede, y un librito sobre la Sociedad del Control donde también toca estos temas), lo cual imposibilita realmente la creación de alternativas; sumado recordé el artículo -que ya tiene muchos añitos- de la FIJL en El Fuelle nº 3, «¿Lucha? en Internet» (PDF, págs. 4 y 5)… ¿A qué viene todo esto?

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APRODEH y el MRTA, sacando las cosas de quicio

Las cosas se han ido de madre, y en gran medida por lo que creo que es una interpretación exagerada e incorrecta tanto de los hechos como de la importancia de los mismos. También desconocimiento de cómo funcionan esas «listas negras» de organizaciones terroristas. Las cosas como son, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) fue una organización terrorista peruana con cierta presencia en los 90, e internacionalmente conocida por el secuestro de la casa del embajador de Japón en 1996 (que acabó con la Operación Chavín de Huántar, en la que al parecer se ejecutó extrajudicialmente a emerretistas por orden presidencial). La cuestión es que se está aprovechando un hecho sobredimensionado para perseguir a las organizaciones de derechos humanos.

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