«(…) seguiremos viendo una administración que avala la tortura y que mantiene Guantánamo mientras dice que quitarán dicha cárcel» [ante la elección de Obama en el 2008]
El discurso con el que Obama llegó a la Casa Blanca tenía un punto de «fin de la impunidad» que nunca se cumplió. La base iba a ser cerrada y a los prisioneros se les iba a juzgar. Pero eso no pasó, más bien poco a poco la prisión militar ubicada en Cuba bajo bandera estadounidense (como si fuera una cínica broma) regresó a lo que nunca dejó de ser: Un sitio donde se incumplen todos los derechos humanos. Se mantienen detenciones eternas y sin juicio, se mantienen los procesos en el fuero militar (ni siquiera tribunales: ¡comisiones!), se mantiene la excepción jurisdiccional que hace que la cárcel escape de la ley estadounidense (o cualquier otra norma no militar), se mantiene ese extraño estatus de los prisioneros que no lo son (a falta de una mejor palabra: están secuestrados)… Ahora el presidente de Estados Unidos deja de lado la pantomima y cierra la oficina que debía dar fin a Guantánamo.