La sección de opinión del periódico de la CNT de marzo (PDF) trae dos interesantes artículos sobre el anarcofeminismo: Uno a favor y otro en contra. No a favor o en contra, por supuesto, de conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres, además, claro, de todo el resto del ideario anarquista, sino a favor y en contra de los «grupos feministas» dentro del anarquismo, y de, incluso, la pertinencia del lenguaje utilizado. El primero de los artículos, firmado por Sandra Guzmán, se titula «El sinsentido del anarcofeminismo» (página 24), el segundo, de Ángeles, se titula «Miedo a la libertad (de las mujeres)» (página 25). Creo que ambos cumplen con creces su función de plantear críticamente su postura de una forma, además, didáctica.
Este debate es realmente viejo, tanto como la propia participación de las mujeres en las organizaciones revolucionarias, primeros pasos que no fueron nada sencillos realmente, aunque la teoría anarquista desde su primera línea ataca cualquier tipo de autoridad y de opresión, y con ello toda la opresión machista y las discriminaciones que ella genera, pero como sabemos, la teoría y la práctica tienen un abismo entre sí, y no eran pocos los anarquistas machistas (algunos sostenían sin pudor alguno posturas totalmente reaccionarias con respecto al rol de la mujer en el seno familiar, por suerte no se les hacía gran caso, al menos en esos temas).
El tema de las «organizaciones específicas» siempre ha sido, como digo (y dicen dichos artículos) polémico. En las épocas de mayor auge de las ideas libertarias en las tierras peninsulares (cuando la CNT, la FAI y la FIJL tenían un peso social realmente importante) un grupo de mujeres más bien grande se revela al «unionismo» organizativo propuesto por la CNT y deciden crear su propia federación, fueron durísimamente criticadas y recién se formaron oficialmente en el 36 (Mujeres Libertarias). Si mal no recuerdo (y acá escribo de memoria), tanto desde la CNT como del resto las críticas a una posible organización «para mujeres» fue duramente criticado, y durante un buen tiempo no se les reconoció como parte del movimiento libertario ibérico, al menos desde las direcciones. Pero claro que eran parte, y la militancia de esas miles de mujeres ya afiliadas a la federación eran muestra de ello, su compromiso con el ideario anarquista era, y es, indiscutible.
Los argumentos en favor de no disgregar los grupos anarquistas creando unos específicos a las mujeres eran entonces los mismos que se esgrimen ahora, así como los favorables. La discución ni avanza ni retrocede, salvo cuando se pone sobre la mesa la realidad práctica, que claro que ha evolucionado: Los grupos de mujeres ayudan, y mucho, tanto a la captación como al desarrollo de soluciones y planteamiento de problemas, así como el análisis de los mismos, de temas como poco «olvidados» o «congelados» dentro de los grupos, llamémoslos así, mixtos. Ayudan a la construcción del debate global sobre el resto de temas. ¿Entonces cuál es el problema con su existencia?
Lo curioso es que nunca se cuestionó con la misma vehemencia (y no se hace ahora) la existencia de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (que, al no exigir edad máxima de pertenencia, contaba en sus filas con bastante gente de la llamada tercera edad), ¿por qué un grupo propio para jóvenes es aceptable pero no para mujeres? En realidad lo que nos encontramos no es tanto con una idea fundacional de lo inútil que resultan las organizaciones específicas dentro del anarquismo organizado (otro debate que dejaré totalmente al lado), sino con un machismo en cuanto al papel de la mujer, al menos al principio (en esas remotas épocas de las que me ocupé párrafos atrás), ahora el debate sí está en las ideas y las propias bases tanto del anarquismo en general como de los argumentos en particular que sostienen las posturas de las organizaciones específicas de mujeres.
Sandra Guzmán plantea algunas cosas interesantes (aunque, en general, estoy en desacuerdo con lo que plantea), que deben ser contestadas para aclarar puntos que parecen oscuros, y eso que la historia de la defensa de las organizaciones específicas es vieja. La autora de «El sinsentido del anarcofeminismo» afirma:
«Sólo con esta definición de principios [del anarquismo] aparecerían ya serias dudas sobre la no duplicidad o redundancia del anarcofeminismo con el anarquismo, ya que éste último englobaría al primero en su conjunto. Obviamente, si se está por la liberación del ser humano de toda dominación, esto incluye también a las mujeres y la represión que éstas sufren.»
Creo que acá Guzmán peca de confundir la parte con el todo. Aunque el anarcofeminismo no es, propiamente dicho, una escuela del anarquismo (al menos no una escuela político-económica), sí mantiene planteamiento iriginales sobre algunos problemas o situaciones (por ejemplo, la explicación que se da a la dominación de la naturaleza dentro de unos valores sociales machistas y demuestran la vinculación de esta dominación de la naturaleza con la opresión realizada contra la mujer y la historia de la misma), A lo que voy, sería como decir que se debe evitar usar términos como anarcosindicalismo, comunismo libertario, anarquismo socialista y demás porque, a fin de cuentas, son anarquismo y sería redundante.
Previamente la autora criticó el uso y defensa de «feminismo» porque, finalmente, significa admitir la opresión del hombre por la mujer en contraposición con el significado de «machismo». Pero en realidad ni siquiera en la RAE son dos palabras con significado contrapuesto, mientras que una es definida de forma peyorativa, la otra es consignado como doctrina política de igualación de derechos. ¿Que se escogió una palabra que puede levantar suspicacias? Es posible. Tampoco se puede negar la existencia de un feminismo revanchista (o hembrismo), pero este es totalmente rechazado por las anarcofeministas. (Con esto del lenguaje, siempre un tema importante, recomiendo la lectura del editorial del número III de El Fuelle -PDF-, publicación de la FIJA, que se titula «Anarquistes».)
No me extiendo más, ya que considero que el siguiente artículo, de Ángeles, responde sin querer queriendo a los contraargumentos presentados previamente por Sandra, con lo cual poco más puedo decir, salvo suscribir el artículo de Ángeles.
Excurso: Este mismo debate, igualito, se da en el Software Libre de forma constante, cada vez que surge una idea de generación de comunidad específica para mujeres (en las cuales, por supuesto, no se cierra las puertas a la participación de hombres, pero su campo de acción claramente es el femenino) se produce el mismo ataque furibundo con argumentos similares a los antaño usados contra las Mujeres Libres y los que ahora se esgrimen contra el anarcofeminismo. Lo mismo, que el SL no discrimina y hacer distinciones de sexo es contrario a los valores del SL, que si hay problemas en el funcionamiento de las comunidades por parte de las fricciones hombres-mujeres estas se deben de solucionar dentro de la dinámica mixta, y un largo etcétera…