A nadie se le escapa que la socialdemocracia, en su origen, era una postura reformista del sistema capitalista en que se aceptaban muchos de sus puntos y se abandonaba el programa máximo del socialismo en favor de la disminución de las desigualdades del capitalismo dentro de los sistemas burgueses, con lo cual la revolución se abandonaba siempre y cuando las luchas sociales institucionalizadas consiguieran determinados triunfos menores dentro del propio sistema, muchas veces se ha visto en los socialdemócratas a socialistas pragmáticos. Ahora bien, desde hace unos cuantos años a esta parte, los partidos socialdemócratas han ido abandonando esas posturas reformistas en favor de enarbolar banderas totalmente capitalistas donde Keynes, como mucho, es el nuevo punto a seguir y de medio se convierte en fin.
Y que este proceso lo realicen políticos en el poder se podría entender única y exclusivamente por las fuerzas sociales existintes en sus países en que se hace imposible reformas profundas en los sistemas de mercado y prefieran tirar por una vía intermedia para ir consiguiendo pequeñas ventajas estratégicas para, más adelante, profundizar en las reformas socialdemócratas, pero esto no está sucediendo, se continúan las políticas liberales o mercantilistas (depende de los agentes en cada mercado para ver unas u otras) de los gobiernos previos más capitalistas y se abraza el keynesianismo solamente para paliar crisis concretas, esto es, únicamente como la puesta en marcha de políticas económicas anticíclicas para poder seguir con políticas de derechas de toda la vida una vez capeado el temporal, alejadas incluso de las más que rebajadas consignas socialdemocratas.
Que esto lo hagan los políticos, otra vez, podría explicarse un poco más por lo antedicho, además del clásico «el poder corrompe» o por la simple desilusión constante de cuanto gobierno llega al poder, cuyas historias nos enseñan que las promesas electorales solo se cumplen siendo oposición. Como digo, que esto lo haga un partido de gobierno (llámese PSCh, APRA, PSOE, FPV, PT o lo que toque), se puede entender (aunque no compartir), pero que lo hagan los intelectuales y opinólogos (porque decir politólogos es darles demasiado crédito) no se justifica ni entiende de ninguna forma.
Incluso uno espera que sean los socialdemócratas (los que mantienen esa ideología, participan de forma afiliada o no en los partidos antedichos u otros y demás) los primeros en quejarse cuando sus gobiernos preferidos (y votados por ellos) cambien de políticas o abandones su ideología, lo mismo que hacen otros con sus referentes institucionales (o deberían hacer), pero la historia nos enseña que estos intelectuales orgánicos justifican a sus gobiernos hagan lo que hagan, incluso intentan que políticas que en ningún caso responden a su ideario de repente se ajusten perfectamente, o mezclan conceptos sin ton ni son con el único objetivo de engrandecer lo que, en teoría, está mal o no casa con su ideario al menos.
Así tenemos, por ejemplo (es la gota que colmó el vaso, esta vez) a Enric Sopena, conocido analista político español que además dirige El Plural (diario progresista en línea) y que tiene a sus espaldas una gran carrera periodística (al César lo que es del César), que se la ha jugado muchas veces (es de la vieja guardia, de esos que sí llegaron a enfrentarse al franquismo) y demás, es, además, un conocido socialdemócrata cuya opinión es bastante respetada (entre los suyos, claro), pues bien, hoy publica un artículo de opinión titulado «Zapatero opta por el modelo económico socialdemócrata y emula el New Deal de Roosevelt y ahora el de Obama». ¿Desde cuándo el New Deal es un modelo económico socialdemócrata? ¿Desde cuándo Obama lo es?
Durante los últimos comicios desde filas del PSOE se ha intentado vincular claramente a los demócratas estadounidenses con los socialistas europeos cuando, no lo olvidemos, los integrantes del Partido Demócrata no son socialdemócratas, a duras penas se acercan al «centro» (Bernard Sanders, senador Junior por Vermont, se declara abiertamente socialdemócrata, pero es independiente, aunque se presentó con los Demócratas, fue a raíz de un pacto electoral, y no pertenencia programática, es uno de los dos independientes en el Senado). Por su parte, los demócratas en sus viajes por Europa han fomentado esa «confusión», que más que un giro a la izquierda del principal partido en Estados Unidos representa un giro a la derecha de los socialistas «demócratas» europeos.
En realidad Enric Sopena está usando esa confusión para atacar a las medidas no-keynesianas por las que sigue apostando la derecha española (pero solo de boquita, los ayuntamientos populares sí que se suman a las medidas keynesianas), pero, a su vez, está justificando una deriva no socialdemócrata del gobierno de Rodríguez Zapatero, que utiliza el Estado como cualquier keynesiano o dentro de la propia lógica capitalista, donde las medidas no progresistas o simplemente asistencialistas van en aumento contra las lógicas de solidaridad o reparto progresivo de la riqueza, así pues, dar 400 euros a los trabajadores (dejar de cobrárselos) sin atender a sus ingresos reales (remarco, además, que los que ganan poco ni siquiera se han visto favorecidos por los 400, y los que no ganan ni los han olido) se está usando como ejemplo del modelo socialdemócrata cuando en realidad es la negación del mismo, dar dinero a la industria o a la banca sin disponer de sistemas solidarios o abandonando sistemas de intervención real (esto sería más socialdemócrata) para simplemente «soltar dinero» y esperar que el mercado se corrija (esto, señores, es keynesianismo, que a fin de cuentas es capitalismo «corregido»).
En Perú, curiosamente, quienes aplauden las medidas keynesianas que comenzará a aplicar el gobierno reconvertido a la derecha del APRA (que pertenece a la Internacional Socialista, como el PSOE) son los conservadores que se autodenominan «liberales», por ejemplo el director de Correo, Aldo Mariátegui en editoriales como la del pasado 10 de diciembre titulada «Permítanme que me sonría» (no cuestiona el dinero que se invertirá en obras ni menos el canje de impuestos por obras, sino la capacidad de gasto y ejecución de las mismas y mediante esta crítica propone «propuestas alternativas» ante esa incapacidad).
Por último, comparar lo que ahora se hace con el New Deal choca con una realidad (en España al menos), por un lado, la mayoría de las medidas del mismo ya existen (como las políticas agrarias, las leyes bancarias y demás), por otro, hay muchas que no se pueden realizar (devaluación de la moneda -no es competencia estatal ya- o acuñación de monedas de plata, un gasto público sustentado en un endeudamiento superior a 3 o 4 veces de los ingresos del Estado), así que básicamente queda el «subir salarios» (lo que desde la administración no se está haciendo) y el resto de políticas keynesianas (incentivos al consumo mediante la construcción de obras públicas como medio de intervención). Y claro, todos entendemos que el New Deal no fue «un modelo económico socialdemócrata«, sino la salvación pura y dura del capitalismo.
Ya el viejo Marx protestaba por los socialdemócratas alemanes, y cuánta razón tenía :S
Salud
Salud
¡Toda la razón! Y pensar que Marx decía «ay estos socialdemócratas» cuando nosotros, al ver a sus herederos, pensamos «¡si al menos fueran socialdemócratas!
Hasta luego y gracias por el comentario ;)