Hace unos días Juan Carlos Valdivia, en su sección «Columnas Bizantinas» en Correo, soltó un contundente:
«No es objetable que haya prensa y periodistas que legítimamente decidan apoyar al gobierno, pero de ahí a dedicarse a tapar un acto de corrupción hay una gran distancia. Sea por un malentendido oficialismo, por celos profesionales, o la razón que se quiera esgrimir, es incomprensible el papel que algunos han decidido desarrollar frente a este escándalo. Lo que no cuestiona la válida preocupación sobre el origen de los audios y correos electrónicos.»
En otras palabras un bien que seas oficialista, pero eso no significa el soboneo y la ocultación de corrupción y del gobierno. Pues bien, Julio Favre, personaje más que cuestionable, se suelta con todo contra los detractores del actual gobierno y de paso muestra por enésima vez su cara más racista en el artículo «¡Marcinanos o Serranos!» publicado también en Correo, en la columna de Favre llamada (nótese la ironía) «Ama Llulla».
En la bitácora de ocraM, El Útero de Marita, leí las recomendaciones a ambos artículos (en sentidos opuestos, uno para decir «mira qué buena» y la otra, la que nos ocupa acá, para poner el grito en el cielo), en el artículo de ocraM «Marcianos o serranos» se ha armado la de Dios es Cristo contra el texto de Favre, y es lógico, es incomprensible que un personaje así sigue siendo el escudero del Presidente y aprovechándose de esa situación, además que a nadie le gusta que le insulten gratuitamente, lo que ha hecho este señor con buena parte de los peruanos, y de los marcianos.
Favre nos presenta un Perú idílico, de continuo crecimiento del cual deberíamos estar orgullosos, todo esto mientras vincula la violencia machista que en Perú vivimos con una etnia concreta (porque él lo vale) para introducir el concepto de que castigamos a quienes queremos y por eso es que la aceptación presidencial está en caída libre (lo bueno es que parte de poca altura, así que poco va a caer en términos absolutos).
Rescato los párrafos finales del texto:
¿Cómo demostramos los peruanos nuestra satisfacción por el buen gobierno? Protestando violentamente y tomando carreteras, concentrados en el escandalete de los «petroaudios» que malogran la imagen del país en vísperas de APEC, y que nos lleva a tener menos confianza entre peruanos. Estamos tristes y sin entusiasmo, tenemos miedo al futuro.
Alan García está gobernando con seriedad de estadista y llevando al Perú a diferenciarse de todos los demás países que hoy sienten envidia de nosotros y no pena, como era antes… pero, sin embargo, la aprobación presidencial es pequeña… claro por ahora. En los próximos 2 años subirá en las encuestas… salvo que seamos marcianos o serranos.
El texto en su conjunto es impagable, nos permitiría derramar ríos de tinta con cada una de las tan promiscuas frases que dedica al pueblo peruano y al presidente, pero solo quiero hablar de algunas cuestiones que el inefable personaje suelta con total alegría en un periódico.
¿Ven cómo minimiza lo de los petroaudios? Por eso ponía el texto de Juan Carlos Valdivia. Eso de llamar «escandalete» a algo que trae cola, y larga, y que ya se tumbó un gabinete (lo que no consiguieron todas las crisis anteriores) es justamente la actitud que censura Valdivia en su texto. Lo peor es que suena, ese párrafo de Favre, a un «no hay que hablar de ese tema, es poco importante, ya fue, además, nuestra imagen internacional es más importante, de caras al APEC hay que ocultar a los pobres y sacar de la ciudad a los sin techo», y no es que el tema nos haga «desconfiar entre los peruanos», es que nos hace estar alerta con respecto a los políticos, ahí también entra el tema de la transparencia (que falta) en los poderes públicos y que subrayaba el compañero de periódico de Favre.
Los dichosos audios de la corrupción petrolera en Perú son importantes por todo lo que significan, lo que significarán y lo que están causando y los personajes que parecen estar implicados (no son moco de pavo ni mucho menos, no es un policía cobrando una coima simplemente, es mucho más), no se puede hacer «borrón y cuenta nueva» en aras a la «confianza entre los peruanos» o la «imagen internacional». La imagen del Perú es la de un país corrupto, y justamente combatiendo esa corrupción es como se cambiará la imagen del Perú, no ocultando la corrupción (mucho peor si se intenta ocultar).
¿Qué países tienen envidia del Perú (o gobernantes de países, vaya)? Seguimos siendo receptores de ayuda internacional, seguimos emigrando más que recibiendo inmigrantes, seguimos con tasas de pobreza altísimas que no disminuyen ni por asomo a la velocidad que se supone crece el Perú, seguimos con demasiados casos de desnutrición infantil, seguimos con un problema ya estructural en la educación, seguimos teniendo una de las tasas de desempleo y subempleo más altas de la región, seguimos siendo meros extractores de oro y otros recursos para el resto del mundo. No nos engañemos, que no nos engañen, el Perú no es envidia de nadie. Ni en el fútbol damos envidia siquiera, que suele ser la alegría de los pobres.
Lo peor del comentario de Favre es el racismo que desprende, o lo más sintomático para entender a una clase concreta de la oligarquía peruana que vive aprovechándose, además, de eso que de vez en cuando llamamos gobierno Al final de su escrito vuelve a lo del principio (innecesario totalmente para plantear la idea de «vamos bien pero somos unos malagradecidos»), y decide usar «serrano» como término despectivo cargado de brutalidad e ignorancia.
Es cierto que comienza suave («algunos maridos en la Sierra», como si la violencia machista solo se diera en la sierra o solo por maridos, pero bueno, no es el tema, parte de un dicho -lamentablemente- popular), pero concluye de forma en que se cubre de gloria. De la mala, pero gloria a fin de cuentas.
«Serrano» no es un insulto, no en un contexto normal o de cordialidad, pero el texto de Favre ni es normal ni mucho menos cordial. La conclusión es simple: Si no estás de acuerdo con Alan eres un serrano o marciano. Y usa, claro está, serrano como sinónimo de ignorante – violento. Lo peor del mundo y parte del extranjero, vamos. Esa piedra que estorba en el calzado. Y así es como no podemos avanzar, con gente que piense como Favre (y que hace todo lo que este señor hace, esa es otra), que sigue vinculando a la mayor parte de los peruanos con ignorancia y violencia sin, además, no proponer nada para cambiar dichos problemas si no que vinculan los mismos a la raza, seguiremos en el pozo.
El señor Favre parte de la idea de que estamos satisfechos del actual gobierno (y que el mismo, encima, es bueno), pero no lo estamos, por lo antedicho y por muchas razones más.
Lamentablemente, Julio Favre tiene toda la razón.
Los habitantes de Tacna y Moquegua reciben cientos de millones de soles gracias a las regalías.
Y lejos de estar contentos o felices; se les ocurre protestar, y pencima con violencia y delincuencia.
Eso demuestra que el «peruano promedio» así gane 1 millón de dólares, nunca estará contento, y siempre estará rabioso porque «quiere más» y «odia el conformismo».