publicado originalmente en De Igual a Igual en la sección Con Firma
«La Revolución Constructiva del aprismo. Teoría y práctica de la modernidad» es la última muestra del revisionismo histórico que vive el APRA cada vez que da una patada en la mesa para aliarse con sus antiguos enemigos, aunque esta vez algo más profundo, y responde a una lógica de justificar bajo la figura del caudillo Haya de la Torre el abrazado radicalismo neoliberal del que hace gala el presidente del Perú, Alan García Pérez, hijo político del propio Haya. Como se decía en la novela 1984, nunca estuvimos en guerra con Eurasia, siempre con Estasia, hasta que la guerra y el aliado cambian, y de toda la vida, siempre se luchó contra Eurasia, y nunca se estuvo en guerra con Estasia.
Alan García ha presentado el libro como una respuesta a las críticas (tanto internas como externas) del extraño viraje del APRA con respecto a las políticas económicas que le debieran ser propias por un ideario con más de 75 años de consolidación y debate, y llega a afirmar que el actual gobierno «está haciendo lo que Víctor Raúl Haya de la Torre hubiera hecho». Y todo esto, además, para indicar con un extraño mea culpa que durante el primer gobierno de Alan García (1985 – 1990), al indicar que Haya no apoyó a Velasco realmente, y que el primer gobierno fue «más velasquista que hayista» en tanto que continuó con las políticas estatistas en vez de aperturistas.
Alan García defiende que muchos apristas y otros analistas o politólogos se quedan con las primeras páginas del primer libro de Haya, y no van más allá. Así pues, él defiende su propia lectura de Haya de la Torre desde «un análisis de cómo fue modernizándose y enriqueciéndose el pensamiento de Haya de la Torre» con el objetivo de «responder a los que solo leen la primera página del primer libro y se olvidan de los 50 años de vida productiva intelectual de Haya de la Torre».
¿Esto es así? Nos preguntamos todos. Algo de memorex no viene mal en estos casos, esta vez de la mano de Nelson Manrique en su columna de Perú21 titulada «Haya de la Torre y Velasco Alvarado, según García» (primera entrega) nos recuerda qué pensó Haya de la Torre del velasquismo:
En verdad, Haya de la Torre sostuvo públicamente posiciones contrarias a lo que afirma Alan García. En febrero de 1970, en el Día de la Fraternidad, reclamó la paternidad intelectual de las reformas que realizaban los militares, protestando porque estos no reconocían la deuda intelectual que le tenían: «Debemos estar insatisfechos porque no es manera, aceleradamente y furtivamente, de llevar esas ideas adelante y de esconderlas, sobre todo ocultando su origen y procedencia («75 años en la vida de un líder». Diario La Prensa. 7 Días del Perú y del Mundo. Nº 609, 22 de febrero de 1970). Lo mismo sostenía un año después: «nosotros estamos de acuerdo con una sana transformación del Perú, con un cambio que preconizamos siempre y por el cual fuimos perseguidos y se nos dijo extremistas, desleales y hasta antiperuanos» («Por pedir lo que ahora se hace, fuimos perseguidos y acosados, afirma Haya». Última Hora. Suplemento Político Sábado, 20 de febrero de 1971). Siguiendo su propio razonamiento, Alan García, al ser «velasquista» durante su primer gobierno, era pues ortodoxamente hayista.
Obviamente, Alan García se cubre bien las espaldas seleccionando, como no puede ser de otra forma, los textos más conservadores de Victor Raúl Haya de la Torre, para presentar cómo su giro total a la derecha más capitalista (y forma parte de un partido de la Internacional Socialista y que asistió, en su día, a la Internacional Comunista) es consecuencia lógica del camino emprendido por el caudillo y líder fundador del APRA (recordemos que el APRA es un partido fuertemente caudillista). Sinesio López comenta:
«García selecciona cuidadosamente las más conservadoras para legitimar las propias ante la militancia. La tesis central de esta parte es que la radicalidad de Haya se expresó en la primera versión de El Antiimperialismo y el Apra de 1926 y que, en las versiones posteriores de 1930 y 1936, Haya planteó posiciones más moderadas porque fue percibiendo a medida que maduraba en la edad y en el pensamiento nuevas realidades e inéditos cambios que justificaban sus «renovadas» ideas y sus planteamientos menos radicales. Sostiene que sus críticos se han congelado en las posiciones de 1926.»
Los procesos revisionistas que viven o vivieron distintos colectivos de izquierda (casi siempre para adoptar de una forma u otra el modelo capitalista en sus distintas versiones) siempre se llevaron a cabo mencionando el «error de interpretación» de ciertos textos o la falta de vigencia de los mismos. Pero, cuando el cambio sobre el original era muy exagerado, estos partidos normalmente tuvieron la decencia de reconocer su real alejamiento de las tesis fundacionales, retirando las referencias a las mismas (así pues, como muestra, el Partido Socialista Obrero Español -que pasó de ser socialista a socialdemócrata- decidió retirar de sus estatutos, tras largos debates, el objetivo e inspiración marxista), ante la honestidad intelectual de estos movimientos (al margen de otras valoraciones que podamos hacer sobre su revisionismo o cambio de rumbo) tenemos la doble moral del APRA, el continuo doble rasero en que mide las cosas y ahí es donde se inscribe la relectura de Alan García sobre Haya de la Torre, no quiere, el presidente peruano, presentar el neoliberalismo que tanto atacó como una solución exógena al caudillo primigenio del aprismo, sino que tergiversa a su líder y mentor para redefinir toda la doctrina aprista de un plumazo desde un «me equivoqué, Haya decía otra cosa, Haya era más capitalista que Ronald Wilson Reagan», o algo así.
Todo esto me recuerda al ensayo de Julio Antonio Mella titulado «¿Qué es el ARPA? La lucha revolucionaria contra el imperialismo» (recordemos que fue el nombre fundacional del APRA) cuyo primer ejemplar se imprimió en 1928 en México, en el mismo se acusa al aprismo de ser muchas cosas, entre ellas: «Los maestros en el arte del «camouflage» son los «arpistas». Pero no solamente engañan al enemigo, sino a ellos mismos» (página 17) y «[t]al cosa pretende en realidad el «Frente Único» del «ARPA» al no hablarnos concretamente del papel del proletariado y al presentarnos un frente único en favor de la burguesía, traidora clásica de todos los movimientos nacionales de verdadera emancipación. (…) Las traiciones de las burguesías y pequeñas burguesías nacionales tienen una causa que ya todo el proletariado comprende. Ellas no luchan contra el imperialismo extranjero para abolir la propiedad privada, sino para defender su propiedad frente al robo que de ellas pretenden hacer los imperialistas.» (páginas 23 y 24).
El APRA fue revolucionario siempre que no tuvo el poder, cada vez que se hizo con él generó una propia burguesía o apoyó a la burguesía nacional, así que el actual gobierno aprista no es más que el cumplir con una tradición vieja (y en ese no se equivoca Alan cuando lee a Haya), el APRA nunca ha tenido problemas con cambiarse de chaqueta política (siendo el momento más patético en su historia cuando se plegaron con esos odriístas que pocos años atrás los condenaban y perseguían) y por eso tampoco es extraño que apoyen tanto el modelo económico chino (que tiene más parentescos con el chavista de lo que se suele ver, esto es, la creación de toda una capa burguesa pro-estatal de capitales nacionales y generación por este medio de riqueza a la par que se engaña al pueblo vendiéndole reformas sociales cuando son puro asistencialismo), pero ni siquiera se fija en el nimio modelo social de estos sistemas y se fija únicamente en un aperturismo económico que termina significando un patético «por favor, explótennos» dirigido a potencias extranjeras a la par que se favorecen a los pocos exportadores propios siendo esta la capa burguesa y de terratenientes que se termina apoyando.
Aún así, todo este revisionismo justificante llevado a cabo por García puede inscribirse en la continuación como profeta sobre las palabras de un Haya que decía unas cosas cuando hacía otras, al menos cada vez que tuvo una oportunidad para ello. Aunque se inscribe dentro de la ahora sincera traición a la clase obrera y campesina de la que el APRA ha hecho gala cada vez que ha podido, sí es una ruptura (al menos todo indica que lo es) con el ideario jamás cumplido del partido. ¿Una aceptación de que simplemente son unos gorrones del poder y estarán con la moda que toque? El APRA cada vez es más una religión sectaria que se maneja cual mafia de poca monta y se aleja de su propio modelo. ¿Se está acercando, de esta forma, al dichoso e irreal «pragmatismo» defendido por partidos con venas autoritaristas e ideologías indeterminadas o indeterminables como es, en Perú, el propio fujimorismo, otrora enemigo y actual aliado del gobierno?
Más:
- Una crítica rápida del libro por parte de Hugo Neira y Sinesio López se puede encontrar en La República.
- Primer número de «El Niño Aprista. Una historia de la vida real» y segunda tira, de la primera saqué la tira ahora expuesta en este número.
me parese excelnte su libro de todas maneras compañero lo comprare o en algun momento usted me lo dara gracias compañero alan viva haya de la torrea el todo le debemos.