Por segundo año la Confederación Sindical Internacional (CSI) celebra el siete de octubre una jornada mundial de manifestaciones en favor del «trabajo decente» (sobre el tema pueden ver: comunicado de prensa y PDF con información básica sobre la campaña remitido por la propia CSI y «Salario vital es componente clave del trabajo decente» en la FITTVC). Lo primero que urge es una definición de «trabajo decente» para saber por dónde nos movemos y así apoyar (o no) las manifestaciones (al margen de, como señala Carlos Mejía en Bajada a Bases, las agendas propias de cada sindicato que sacarán hoy a la calle, que pueden ser incluso más interesantes que la propia reivindicación de «trabajo decente» -por cierto, da enlaces interesantes, y no estoy de acuerdo en que toda crítica a esta jornada sea ignorancia disfrazada de radicalismo, aunque claro, imagino que se refiere a las críticas que él ha recibido, y no a todas en general-).
En la página oficial sobre la campaña podemos leer:
«La crisis económica amenaza el empleo y el futuro de las personas en todo el mundo. Décadas de desregularización, ambición y grandes beneficios para una pequeña minoría, han sumido el mundo en la peor recesión que ha tenido lugar desde la década de 1930. El trabajo decente ha de figurar en el centro de las acciones de los Gobiernos para recuperar el crecimiento económico y construir una nueva economía global que sitúe a las personas en primer término.»
Además, para hacer amplia la campaña, se afirma:
«Las cuestiones relacionadas con el trabajo decente pueden incluir la migración, la discriminación, la igualdad, el trabajo forzoso, la trata de personas, el trabajo infantil, el respeto de otras normas fundamentales del trabajo como el derecho a la negociación colectiva o la libertad de asociación, la libertad de expresión, cuestiones relacionadas con leyes o acuerdos, la economía informal, el cambio climático (empleos verdes), salud y seguridad, protección social, pobreza y crisis alimenticia, diálogo social… la lista puede prolongarse aún mucho más.»
Nos encontramos, además, con una serie de temas puestos sobre la mesa para las reivindicaciones, como son los «derechos en el trabajo», la «solidaridad» y la necesidad de «poner fin a la pobreza y las desigualdades». Sobre el primero, simplemente es poner sobre el tapete los derechos más básicos de los trabajadores en una sociedad capitalista que no sea una jungla, esto es, reconocimiento del derecho a sindicarse, a no ser discriminado en el puesto de trabajo, y demás. La solidaridad es internacional, lo cual es todo un avance en la forma de lucha local que normalmente desarrollan (por motivos más que obvios) los movimientos sindicales, y puede ayudar a que en estos tiempos de crisis los sindicatos no recurran a la xenofobia como forma de defender a los trabajadores nacionales. El último punto no requiere mayor comentario, lo leen y ya.
Esto no nos aclara exactamente qué entienden por «trabajo decente», pero sí, tal vez de forma negativa, qué entienden por un «trabajo indecente», sería todo aquel que no respeta la dignidad de la persona, que no cumple con un mínimo de derechos. Decente según el DRAE entre otras cosas es: Honesto, justo, debido, digno, de buena calidad o cantidad suficiente.
En el folleto de la «Jornada Mundial por el trabajo decente» de 2008 (PDF, página 5):
«¿Por qué es importante el Trabajo Decente?
Cualquier persona en el mundo debería poder llevar una vida digna y tener cubiertas sus necesidades básicas. El empleo es un factor crucial para lograrlo. Es por ello que habría que instar a todos los gobiernos a hacer más respecto a la creación de empleo. Y no sólo de cualquier tipo de empleo, sino de empleos decentes para todos y todas.
Muchas veces se aduce que los países no pueden permitirse unos salarios justos y mejores condiciones, sin embargo los costos a corto plazo se verían rápidamente superados por los beneficios a largo plazo. Es por eso que el Trabajo Decente es la mejor manera de luchar contra la pobreza global. Porque para muchas personas en el mundo entero, la falta de trabajo es sinónimo de pobreza.»
En otras palabras, seguimos hablando de: trabajo asalariado, sistema de mercado como fundamento de la economía; pero, eso sí, con pinceladas básicamente socialdemócratas. Entiendo que la campaña es para todo el mundo, y tiene la buena voluntad de que muchas entidades de todo tipo y sensibilidad se sumen, pero también, y permítanme que lo diga, que son una reivindicaciones no solo insuficientes, sino que nos llevan irremediablemente no ya a justificar el sistema capitalista, sino a entenderlo como el único posible. También se mantiene esa idea del trabajo como virtud y castigo, el trabajo como definitorio de la persona y como acceso a una vida digna, a la par que el trabajo como castigo (si no se dan unas determinadas condiciones).
Pero he comenzado a construir la casa por el techo, «Trabajo Decente» es un concepto nacido en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que, como saben, reune a los tres agentes principales en el mundo laboral capitalista (empresarios, estados y sindicatos), al punto que este año la campaña de esta organización es «La igualdad de género en el corazón del trabajo decente». Como documento de referencia, entonces, tendríamos la Memoria del Director General de la OIT, Juan Somavia, «Trabajo Decente», de 1999, donde encontramos que básicamente se busca la dignidad de la persona (fin del trabajo infantil, por ejemplo), la seguridad (social y prevención de riesgos laborales), la igualdad (por todo motivo, raza, sexo o el que sea) y la libertad (fin de la esclavitud o semiesclavitud, la libertad sindical, negociación colectiva, entre otros). Es un reconocimiento, eso sí, de que el libre mercado por sí mismo no consigue que exista un «trabajo decente», pero también es un reconocimiento del sistema de trabajo actual, de mercado semi intervenido, de la existencia y necesidad de los estados y el capitalismo como impulsor principal de la actividad económica. No hay que olvidar, además, cómo trabaja la OIT en relación con cumbres como la bochornosa de la G20 y los análisis que hacen de las mismas.
De los textos del CSI se desprende la necesidad de colocar a la persona y su trabajo como punto fundamental de la creación de la riqueza (sobre la especulación masiva, una de las causas de la actual crisis), pero no se ve la necesidad de un cambio de sistema económico y político, con lo cual volvemos al error de defender una suerte de «capitalismo con rostro humano», además de colocar como centro de la sociedad la propia explotación del hombre por el hombre (eso sí, en condiciones más o menos dignas, que sigue siendo un avance a lo que ya tenemos, pero ni de lejos una solución).
Me muero de ganas de citar a Karl Heinrich Marx, no al Manifiesto Comunista, sino a El Capital, como cuando expone que la dominación del capitalista sobre el obrero es la dominación de la cosa sobre el hombre (no es literal); me dirán que descontextualizo, que Marx se refería a un tipo de sociedad donde no se producía ninguna de las circunstancias que definirían un trabajo como «decente», y ello es parcialmente cierto, pero es que, por un lado, es imposible que en un mundo capitalista se den las circunstancias de un trabajo decente en todo el globo, y por otro lado, el trabajo asalariado dentro de los estados sigue manteniendo al ser humano en una situación de dependencia inmediata del capitalista (y del Estado), esto es, del dueño de los factores de producción, la jerarquía en la sociedad (la sociedad de clases), además, seguirá existiendo, y ello conculca directamente la libertad de las personas y la igualdad entre nosotros. (A todo esto, un buen artículo sobre el trabajo asalariado en Marx apareció firmado por José Gil Rivero en el Número 26-27 de la revista Laberinto, «Apuntes sobre el trabajo asalariado en Marx: Enajenación, valorización y subsunción al Capital».)
Entiendo, vuelvo a repetir, que este tipo de campañas buscan un «mínimo común denominador» a todas las entidades que forman parte de esos grandes conglomerados internacionales como es la propia CSI (organización que ha recibido fuertes críticas por parte de la CNT, entre otros sindicatos de clase y revolucionarios), que son reivindicaciones inmediatas sobre otras de más larga data (y esto lo pongo, en cierta medida, recordando la crítica o puntualización que en su día me hizo Carlos Mejía cuando hablé del programa anti-crisis de la CGTP, pueden leerla acá), pero me parece una oportunidad perdida quedarnos en una petición «superficial» (no ataca la raíz del problema, sino que pretende «endulzar» los efectos más negativos de la cuestión de forma preventiva), que si bien es importante -y diferente en cada contexto y país- no hace más que legitimar el sistema en sí mismo, como clase sí perdemos un oportunidad de oro para gritar que queremos otra cosa a lo que nos están dando, al sistema de dominación en que vivimos con trabajo sea «decente» o «indecente»… Tal vez ese sea parte del problema (y por eso estamos como estamos), que el «mínimo común denominador» entre las principales centrales sindicales del mundo (al CSI están unidas las más grandes de más de 100 países, que no es poco) ni se acerca a una postura revolucionaria, al margen de que sea más o menos posible realizar la misma a medio plazo -a corto imposible, acá no nos engañemos-, sino que reivindiquemos algo que en principio (o sobre el papel) tanto empresarios como estados están de acuerdo (me refiero al acuerdo en la OIT).
Por otro lado, cualquier excusa es buena al menos para mostrar que somos muchos los que no estemos contentos con la situación actual (aunque la solución gritada o reivindicada sea «superficial»), que peor es quedarse en casa sin hacer nada y verlas venir, el ya clásico «apoyo pero critico» (en este momento estoy pensando, sin ir más lejos, en la postura que adoptó la CNT en el País Vasco –1 y 2-). Recuperar las calles es necesario, y si se hace a nivel mundial, para que necesariamente los medios de comunicación se tengan que hacer algo de eco, mejor todavía; aunque sea bajo. Desde esa perspectiva (únicamente) veo positiva esta jornada a nivel mundial (lástima que sean solo marchas, y no una huelga, pero bueno, paso a paso), y espero que los sindicatos en cada lugar sepan rellenar de contenido la reivindicación de «trabajo decente» (la CGTP, en cierta medida, lo hace; UGT y CC.OO. -irreconocible estos años- no).
ACTUALIZO (8/10/09): Sobre los sindicatos en España y su papel para destruir el «trabajo decente» (que nunca existió): «Jornada Mundial por el trabajo decente» en «El Regreso de Picapiedra».