Hace más de un año Israel lidera una ofensiva militar que, por un lado, supone la destrucción (física y psicológica) de la población palestina y por otro la desestabilización regional con continuos ataques a otros países. Hace un año, se discutía si un ataque sobre un centro médico era o no un error, era o no producido por Israel o por un error de Hamás o, incluso, un ataque de falsa bandera; poco después veíamos tropas israelíes entrando en un hospital y asesinando a un paciente; hoy Israel no solo ataca bases de Cascos Azules de la ONU, si no que directamente avisa al personal sanitario que si atiende a determinada población serán víctimas de sus ataques; el Estado de Israel, con esto, niega lo más básico de la normativa internacional sobre las guerras: al personal médico no se le ataca y a las personas heridas siempre hay que atenderlas o permitir su atención.
Hace más de cien años esas fueron las normas básicas sobre la guerra, para que haya un par de líneas rojas que no se deben cruzar. Es cierto, son líneas que una y otra vez se han cruzado, es cierto que cualquier bombardeo indiscriminado sobre un núcleo urbano o sobre un campamento de personas refugiadas ya vulnera este precepto y lo hemos visto en todas o casi todas las guerras, pero no es menos cierto que pocas veces hemos visto al gobernante de un país el amenazar directamente al personal sanitario, el negar lo más básico en el derecho internacional humanitario. Además, no es una amenaza vacía, es su respuesta ante las continuas quejas por asesinatos a personal sanitario o cooperante, han pasado de decir «es un error y se investigará» a dejar claro que, para ellos, esos son objetivos militares.
Israel está cometiendo terrorismo de Estado y terrorismo sin más adjetivos, lo que hizo haciendo explotar celulares y buscas de forma masiva, además de demostrar una premeditación criminal increíble, si no que sus propias acciones son las de una banda terrorista. ¿Bombas en un mercado? Hecho. ¿Bombas en casas particulares? Hecho. ¿Asesinatos sin mirar a quién? Hecho. No hablamos de un ataque militar que produzca bajas civiles, hablamos directamente de bombas detonadas en lugares públicos o privados (donde estuviera la persona que las llevara) sin tener control sobre quién era el objetivo (en el fondo, fueron objetos distribuidos entre una multitud de personas y que en el momento de explotar nadie controlaba quién lo tenía).
La justificación de esos miles de atentados terroristas fue el atacar directamente a líderes de Hezbolá y, así, defender a Israel de esta organización evitando una escalada del conflicto en una guerra contra Líbano u otros países de la región (a los que anteriormente ya había estado atacando, sea dicho); acto seguido comienza a bombardear el país vecino. ¿Para qué fueron esos ataques terroristas con bombas? Simplemente fue una demostración del poder que tienen y de hasta dónde pueden llegar.
Una muestra de poder e impunidad. Y no basta con que los estados reconozcan a Palestina como uno más, si eso no supone ningún cambio.
Israel ha atacado embajadas de un país enclavadas en otro, Israel está bombardeando ciudades de varios estados, contando la capital de uno de ellos, e intenta decir que todo esto es legítima defensa sobre unos ataques de hace un año, y sobre las consecuencias del mismo, obviando lo que son más de 70 años de un Israel imperialista, colonizador y genocida en la región. Israel, durante toda su historia pero sobre todo en el último año, está llevando a cabo una política de aniquilación (ya sea mediante la muerte, el desplazamiento o el sitio) de la población palestina y el Consejo de Seguridad de la ONU muestra su incapacidad como organismo al tener el veto de un país como Estados Unidos, que mantiene su apoyo y el envío de armas a Israel.
Por muchísimo menos que todo lo que hace Israel, Rusia fue sancionada y sus políticas contra Ucrania altamente censuradas, pero, en cambio, a Israel se le sigue nutriendo de fondos y armas. Todos y cada uno de los países occidentales que miran para otro lado, relativizan o no actúan con claridad, son responsables de lo que está pasando en la región.
Este esa la mayor escalada en muchos años, pero no es nuevo el comportamiento de Israel, no podemos olvidar el sitio permanente de Gaza y lo que pasó en 2006 en la guerra de Líbano (en ese momento, el Consejo de Seguridad impuso un alto al fuego mediante la resolución 1701). Sin obviar los constantes ataques de Israel sobre los pueblos palestinos, en especial sobre Gaza, contando escaladas anteriores como la de 2021 o la de 2018-2019 y todas las anteriores; así como el terrorismo de los colonos israelís en los territorios ocupados de Cisjordania contra la población palestina.
Por supuesto, los gobiernos de Irán, Siria, Yemen o Líbano (del que forma parte Hezbulá), o los gobiernos propios de Palestina (como Hamás en Gaza) tienen y mantienen políticas contrarias a los derechos humanos, pero ninguno de esos gobiernos recibe un apoyo como el de Israel y todo el mundo entiende que lo que hacen debe pararse (y así reciben sanciones o simplemente son países que se encuentran en guerras con las manos manchadas de los mismos países occidentales que ahora apoyan lo que está haciendo Israel).
Estamos en una espiral de violencia sobre violencia, de justificación de la guerra, deshumanización y destrucción de «el enemigo» que debe parar, y el primer paso debe venir de acabar con el comportamiento terrorista y opresor del Estado de Israel.