Acá me voy a meter un poco en una teoría de la conspiración que sí está haciendo daño a la salud pública; no me refiero a las señales 5G, sino a que uno de los grupos que más están moviendo esta teoría son los antivacunas y, la verdad, eso daña la salud pública. Pero no quiero hablar de quienes se muestran en contra de la vacunación (no solo la forzosa, también la voluntaria), ya sea sobre el COVID19 o sobre cualquier otra (el tema de vincular el autismo con las vacunas raya el canallismo); ahora bien, me quiero centrar en el 5G y en los RFID.
Lo primero, ¿qué es la red 5G? Simplemente la quinta generación de las redes de telefonía móvil o celular, que reemplaza a la anterior. Esa red requiere más antenas porque una de sus limitaciones está en la distancia para conseguir la alta velocidad; además, sus antenas son triples (una por tipo de celda), manejando 3 frecuencias: alta, media y baja. La banda baja es nuestra conocida 4G, que nunca fue polémica (600-850 MHz), la banda media opera entre entre los 2,5 y 3,7 GHz, que es la más usada y, por último, está la banda alta a 25 y los 39 GHz, que tiene problemas serios con determinados elementos, las distancias y lo que necesita para funcionar correctamente. Esta tiene, por lo visto, un uso muy limitado en la actualidad.
Uno de los primeros grandes equívocos es confundir el 5G referido a la red del 5GHz del router de Internet de casa, como vemos, la frecuencia 5GHz no es usada en el 5G de la telefonía móvil (así que dejen de buscar cómo desactivar el «5G» de su router, están haciendo el tonto; nota especial para todas aquellas personas que compraron rápidamente jaulas de Faraday para sus routers y luego se quejaron de que no recibían Internet en el teléfono o la tablet, ¿qué creen que es una jaula de Faraday? Básicamente es un cacharro para impedir la entrada y salida de frecuencias); son dos cosas que se refieren a conceptos diferentes (aunque confluentes en algunos puntos, ambas se refieren a frecuencias de ondas).
Vemos que el 5G del teléfono normalmente opera entre 2,5GHz y 3,5GHz, 2,4GHz es usado por los router inalámbricos desde hace bastante y a nadie causó extrañeza ni paranoia el meter ese tipo de ondas en casa (bueno, «a nadie», que sí que había mucha gente contra el uso de ciertas bandas de alta frecuencia porque las consideran nocivas para la salud –acá también por asociaciones, por ejemplo, se argumenta que si el horno microondas usa 2,45GHz, ¿cómo lo vamos a usar en una frecuencia de comunicaciones?, pero me refiero a la paranoia de control político o tecnológico, no a la sanitaria). Esa banda media del 5G está entre la frecuencia ultraalta (UHF) y la superalta (SHF; no sé por qué ultra es menos que súper, la verdad), mientras que la alta (y poco usada), la frecuencia extremadamente alta (EHF). ¿No les suena UHF? Les sonará, era como se llegó a llamar a La 2 (TVE-2) en España (en los setenta y ochenta) y que usa la televisión ahora (justo usan el rango anterior al que tira el 4G y 5G en su banda baja), también está el GPS en este rango. Por otra parte, SHF se utiliza, entre otras cosas, para todas las comunicaciones satelitales y, con ello, para la televisión por satélite. EHF, por su lado, se usa en temas como la radioastronomía, tiene usos militares de radares, los de la policía de control de velocidad lo usan (algunos, al menos), los escáneres de seguridad (como los de los aeropuertos) pueden usar esta frecuencia, igual que un par de estándares de WIFI, que van a 60 GHz. Así que el «5G» en nuestro entorno, entendido como las frecuencias usadas por esta generación de telefonía móvil, ya lo teníamos emitiendo ondas por todos lados, llenando el espectro de las frecuencias invisibles. No hay nada nuevo (bueno, la cantidad de datos transmitiéndose serán más) en el uso de ciertas frecuencias.
Muchas de las teorías de control mediante el «5G» (la Verdadera Disidencia y Rebelión –todo en mayúscula– está en cargarse estas antenas, por lo visto) se basan en que es una tecnología nueva que aborda unos anchos de banda no usados (esto… no, realmente no; pero, bueno, ahora usados de otra forma, eso sí).
Lo interesante es que acá la motivación sí está clara: te quieren espiar, controlar, cambiar tus pensamientos y modificar genéticamente. Bueno, no todas las personas que apoyan esta teoría de la conspiración creen en todos los posibles motivos (el de la manipulación genética es, tal vez, el que menos apoyo tiene dentro del control mediante radiofrecuencias; pero sí es el más vinculado a los colectivos antivacunas).
Lo de espiar confluye con otra teoría de la conspiración, se apoyan y refuerzan mutuamente (y no lo necesitan, no como creen, ya tenemos dispositivos que llevamos con nosotros que permitirían ese uso sin necesidad de las redes 5G; vamos, que cargarnos el 5G y quedarnos en el 4G no cambiaría mucho la cosa en este apartado).
Lo de modificar nuestro pensamiento mediante las ondas, en realidad, es otro clásico. Solo que, por lo visto, hasta ahora habían sido poco efectivos por la tecnología usada; ahora con el 5G extendido, podrán realizar sus ataques por radiofrecuencia de manera global y concreta a la vez, no con las limitaciones físicas que tenían hasta el momento (armas de radio que tenían que apuntar). Y por eso también nos meten chips, para que esto sea más fácil (debe ser que uno de los problemas previos de la teoría de la conspiración es que quien recibía el ataque no tenía nada en su organismo que favoreciera el efecto). El abanico de motivos de en qué sentido quieren modificar tu pensamiento es mucho más amplio aún de lo que uno pueda imagina; aunque todos tienen que ver con favorecer el control sobre el mundo, la implantación de sus agendas y mil cosas más, todas ellas que están logrando por otros medios, pero que así es más fácil que por los medios tradicionales.
Por último, lo de la modificación genética me queda un poco menos claro, por un lado, están quienes defienden que lo hacen básicamente para que enfermes y mueras (nuevamente, una de las teorías de los antivacunas está vinculada a la disminución sustancial de la población global, lo basan en que no saben leer una declaración completa y se han quedado con parte de una frase sobre lo que dijo un multimillonario y lo ponen como parte de la agenda 2030 globalista de control mundial en el nuevo orden y esas cosas), otros que simplemente es para que seas más dócil y todo eso; ¿más dócil de lo que somos ahora? A saber.
¿Y los RFID qué pintan en todo esto? Que son chips que reciben y transmiten información. ¿Qué mejor que la tecnología RFID para introducir un elemento activo en las comunicaciones 5G y poder controlar nuestros cerebros o al menos poder tener un número MAC relacionado con cada persona de forma individual?
De hecho, la gente suele presentar como «demostración» de cómo nos han «marcado» (y acá aparecen las acusaciones de satanismo variado) el hacer escáneres de señales de radio o bluetooth y encontrar muchos dispositivos («personas») identificadas únicamente por una MAC (sin etiqueta de nombre). Bueno, esto tiene múltiples explicaciones, pero quedémonos con la idea de que, en un plan de poderes fácticos y control universal, los malos de la película han decidido usar un identificador estandarizado que un escaneo común y corriente con un dispositivo y software no específico pueden leer con facilidad. Sabrán mucho de control mental y tal, pero de ser sutiles y prácticos, poquito (porque podrían haber usado un identificador desconocido y unos chips que responden a señales muy concretas pero han preferido usar un estándar y la respuesta a cualquier escáner sencillo, lo cual les honra en cuanto a transparencia). Imagino que han llegado a un punto que ya les da igual todo y van a cara descubierta.
No todos los chips son RFID, quiero decir, no todas las personas que hablan de chips espías o de control mental se refieren a ellos como variantes de RFID, pero sí usan como ejemplo el funcionamiento de los RFID. ¿Pero qué es un RFID? Simplificando muchísimo, hablamos de un sistema de almacenamiento y recuperación de datos por medio de radiofrecuencia, una etiqueta RFID contiene una antena receptora-emisora que ante una pregunta de «¿quién eres?», responde; también se podría grabar datos. La tecnología no es nueva (experimentalmente ya desde hace un siglo corto y la primera patente que ya usa las siglas de RFID es del 83), pero sí es cierto que su uso se ha popularizado y extendido en los últimos años (en gran medida, por la caída de costes de su producción y por su utilidad para la logística), contando los populares Verichip de implantación en seres humanos para cosas tan curiosas como pagar bebidas en un bar o que se te reconozca como cliente VIP.
En fin, más allá de los problemas de privacidad que sí puede generar el tema de los chips, me estoy centrando en lo que estas teorías dicen que se usarán los RFID o similares (o, mejor dicho, en lo que quiero criticar de algunas teorías), que ya no es solo un tema de transmitir información (bueno, las que se quedan con el espionaje, acá paran), sino de producir cambios en nuestra propia mente.
Así pues, según estas personas se ha llegado a tener chips microscópicos capaces de interactuar entre sí a gran escala (en algunos casos se dice que no es solo que nos inyecten «un» chip, sino miles de millones, para que corran por la sangre) y que, además, hacen más cosas; quiero decir, son capaces de mandar señales al cerebro y modificar nuestro comportamiento de una manera absolutamente quirúrgica, sin que nos demos cuenta ni siquiera (¡igual estoy escribiendo lo que me mandan desde la antena 5G más cercana a mi domicilio!).
¿Que no hemos conseguido con aparatosas máquinas el transmitir a muy corta distancia nuestro pensamiento de forma clara y cuesta un montón hacer que esos aparatos muevan de forma adecuada un miembro artificial? Los poderes reales del mundo han ocultado esa tecnología (que permitiría ciberimplantes que ríete tú de Cyberpunk) y la están usando para controlar a todas las personas mediante microchips (muy micros, además, más pequeños que un glóbulo rojo). Para que nos hagamos una idea, los RFID funcionales más pequeños conocidos por el público en general miden 0,05 mm x 0,05 mm, frente a un glóbulo rojo que mide entre unos 0,005 y 0,0075 mm de diámetro (los grandes), esto es, entre 10 y 6,6 veces más pequeño que lo mínimo conocido; además, ese de 0,05 mm, al tener unas antenas que dan pena, solo puede recibir la información y transmitirla a escasos milímetros de su posición, mientras que estamos asumiendo que los chips metidos en nuestro cuerpo, increíblemente pequeños, reciben y transmiten información a kilómetros de distancia.
El nivel tecnológico de la humanidad, para todo uso que no sea el mero espionaje, está en una cumbre casi inimaginable para que esos nanobots puedan hacer lo que dichas teorías aseguran que hacen o que harán en breve (porque siempre se está retrasando el día en que se enciendan de verdad todas las antenas 5G, ¿que ya están funcionando? Pero no las de verdad verdadera, las de Verdad, con mayúscula, y todo gracias a la disidencia, que dice cosas por Internet).
Pero no solo eso, sino que para todo esto se usa el grafeno; parecía (así lo indicaban algunas de las teorías conspirativas más extendidas) que era algo metido en las vacunas (bueno, lo siguen diciendo todas o casi todas), ¡pero es que llevan 10 años colándolo hasta en el agua! (depende de la teoría, claro; algunas indican que solo en implantes y cirugías nos meten grafeno, otros que la comida ya lo lleva). El grafeno, como sustancia con uso industrial, tiene una vida muy corta (está naciendo), y hay quien quiere que sea el reemplazo del silicio para los «chips» (entre otras cosas, porque parece que permite una mayor miniaturización para los circuitos impresos, aunque tiene otras desventajas), pero en estas teorías ¡el chip se esculpe en el propio grafeno! Hay que reconocer que los poderes establecidos son muy mala gente, pero tienen una tecnología que deja en pañales a la materia inteligente de Star Trek.