Como minirreseña de hoy veremos «¡Ruiz!», un juego de 2017 diseñado por David Egaña y José Félix González San Sebastián tras una exitosa campaña en Verkami, para el que montaron su propia editorial y todo.
¿Alguna vez te has planteado cómo sería hablar como Mariano Rajoy? ¿¡Crees que su estilo es inigualable!? ¡Ruiz te da la herramienta adecuada para construir frases que sonarán como las del mismísimo expresidente del gobierno español!
Este particular juego de cartas, competitivo, se basa en una serie de palabras sacadas de frases célebres de Rajoy para generar un juego cuyo entretenimiento principal está en la propia temática y las frases formadas en la mesa… pero mejor vamos al lío:
Características principales
- Tipo de juego: cartas.
- Mecánica principal: gestión de mano.
- Jugadoras: 2 a 8.
- Duración: 20 minutos.
- Nivel de azar: muy elevado.
- Dependencia del idioma: depende del modo, nula en el reglado y absoluta en el libre.
- Componentes: 120 cartas.
- Edad recomendada: 14 años o más (se puede con menos, pero no les hará gracia).
- Sobre el tema: el juego es el tema.
- Nota sobre los materiales: las cartas están bastante bien, el manual es malillo (rápidamente perderá hojas) y la caja es la de baraja de toda la vida (pero en plan grande), con lo que más bien es una cartulina endeble, lo bueno es que seguramente será el juego con 120 cartas y caja propia que menos te ocupe en la colección.
Breve explicación
El objetivo del juego es hacer más puntos que el resto (que se consiguen cerrando las sentencias o robando las ajenas; los puntos los dan las cartas de cierre de frase). La partida finaliza cuando se agotan una de las dos pilas de cartas.
El juego tiene dos modalidades principales (libre y reglado) y luego dos variantes (o minijuegos) que vienen en cartas (fueron extras de la campaña de financiación). Voy a explicar el modo reglado pues es el que más hemos jugado. Como siempre, algunas puntualizaciones de las reglas no las cubriré.
La preparación es rápida, se barajan ambos mazos por separado (azul, con los cierres de frase y rojo, con las palabras) y se reparten seis cartas del rojo y dos del azul a cada jugadora. Ya está.
Desarrollo de la partida: La jugadora inicial comienza la frase con una carta con estrella, roba para reponer su mano y pasa el turno a la siguiente jugadora. Esta puede colocar otra carta de palabra, directamente una de cierre de frase (si se cumple la condición) o puede colocar palabra y cierre de frase. En el momento que cierra la frase, la siguiente jugadora puede «anular» ese cierre usando una carta de ¡Ruiz! o robarle el cierre con la de Chuches. Quien ha puesto la carta de cierre (o la de chuches) se lleva todas las cartas de la frase, siendo los puntos de la del cierre lo que valen para el final de la partida. Al final del turno siempre se rellena la mano con todas las cartas hasta completar 6 y 2.
¿Y si no puedes jugar una carta? Ah, tendrás que pasar, descartas una carta y la habrás perdido durante toda esa frase activa; cuando se termine dicha frase, sí que robarás hasta tener toda tu mano. ¿Y si todo el mundo pasa? La primera vez que pasa, todas las jugadoras descartan sus manos de palabras y roban hasta tener 6. Si vuelve a ocurrir, es la frase la que se descarta.
¿Pero cómo se ponen las cartas? Las cartas son de siete colores distintos (con un simbolito para distinguirlas mejor), pueden tener una regla especial, pueden tener un Mariano entrando o saliendo y tendrán (normalmente) flechas de colores hacia abajo, a veces condicionales y a veces no. Se comienza con una carta de estrellita y se va siguiendo el orden de colores. Por ejemplo, tras la carta «hacen» (rosa) se puede colocar una carta azul, morada, roja o naranja, pero que no tenga a Mariano entrando (pues en «hacen» sale entrando). Así se van poniendo cartas. Las de cierre solo se pueden poner, en este modo, en el lugar que le tocaría a una carta negra.
Las cartas de cierre son de dos tipos, unas que usan la coletilla «fin de la cita» que tienen un número, para ponerlas, debe haber tantas o más cartas que el número indicado en esta de cierre (por ejemplo, «7»), dando tantos puntos como los que indica la carta (esos «y»). El otro tipo son «y la europea», que tiene un color y un «x2», en este caso, debe haber al menos una carta de ese color para usar esta de cierre, en ese caso, al final de la partida, se multiplicará el número de cartas de palabras que tengas de ese color por dos.
La partida finaliza cuando se agotan las palabras del mazo de palabras dos veces (el descarte se baraja una sola vez) y todas las jugadoras han pasado en la misma ronda o ya agotaron sus cartas en mano o cuando se haya jugado la última carta del mazo de cierre y ya nadie tenga dichas cartas. Se cuentan los puntos según las cartas de cierre y quien tiene más, vence.
Existen algunas reglas y cartas especiales que no he descrito.
Una opinión
Este es el típico juego que, si no te hace gracia el tema, el juego te va a parecer una gran bobada. En parte porque lo es. Las frases que se forman son graciosas si es que estás poniéndole el tono del expresidente o imaginándote a un señor con corbata, todo serio e, incluso, algo enfadado o muy solemne, diciéndola. En otro caso, verás frases sin sentido. También es el típico juego que sí se quema rápidamente, puesto que la mecánica no es nada del otro mundo y la gracia lo es un par de veces, luego se debe dejar reposar o sacar con otro grupo.
Las últimas veces que vio mesa, en mi caso, fueron con personas más bien ajenas al mundo de los juegos de mesa que, hablando un poco de ellos, terminaba con algo así como «hay juego de todo, hasta de frases de Rajoy», «no, imposible», y al rato riéndonos con lo que formábamos sobre la mesa (si estábamos en casa, claro). Pero ayer pasó algo curioso, dos personas jóvenes cercanas me mostraron el vídeo de Ibai en que «reaccionaba» a frases de Rajoy, estaban alucinadas de que alguien que hablara así hubiese sido presidente del gobierno; les conté de otras frases y que estaban en un juego –con estas dos personas juego bastante– y al poco ya estábamos riendo con las frases que se iban formando (por cierto, aplicamos dos reglas mal, claro, no recordaba casi el juego).
Y es así como funciona. Y nada más así. Este juego, varias veces, lo hemos cortado antes de la finalización «oficial» y da un poco igual, ya nos reímos con cuatro o cinco frases que se han puesto sobre la mesa y, de repente, el juego ya no daba más de sí, mejor se cierra (y ni se cuentan los puntos, ¿para qué?), se recoge y los quince o veinte minutos que hemos pasado han estado geniales, nos hemos reído e imitado al ya expresidente y punto. Comentar las frases que han ido saliendo es doblemente entretenido.
El juego no escala bien, al menos no tanto como la caja nos hace creer. A siete y ocho personas es insufrible, a dos, tres o cuatro va bastante bien, a cinco y seis ya tirita un poco. ¿Por qué? Por el entreturno y el descontrol. No es que tengas que esperar mucho, claro, solo es una acción, pero a veces no te ha tocado y ya se cerró la frase que estaba ahí, a punto de llegarte y nada, te da la sensación de que esa ronda no hiciste nada. Además, pondrás una de cada seis o siete cartas, con lo que es muy posible que no estés haciendo gran cosa, en realidad.
Además, es un juego que depende absolutamente del azar, de las cartas que te toquen (a veces simplemente pasas y pasas) sin ningún tipo de control. Es un juego sin estrategia ni táctica que depende de qué tan bien te la juegues en tu turno concreto y ya.
Sabiendo todo esto, insisto, es un título que se puede disfrutar bastante por el tema, por las frases y porque, al menos mecánicamente, las secuencias tienen algo de sentido con las cartas. En cambio, si no te metes en ese tema, el juego es un sota, caballo y rey con poca o ninguna gracia.
El modo libre podría servir para juego de «lengua» (como los hablados en Lee Los Lunes), pero por las palabras que usa y las frases que forma, no me parece la mejor opción; aunque se puede forzar a que gramaticalmente sean correctas, dan para poco. El modo reglado, que es más «juego de mesa», no sirve para dicho fin.
El arte de la trasera de la carta es muy simpático y el diseño está bien pensado (tal vez hubiese destacado más el simbolito para quienes tienen problemas con los colores –y no pienso solo en daltónicos, que ese rosa y el morado más de una lo confunden–), fuera de eso, el diseño es funcional de forma bastante plena.