Publicado también en De Igual a Igual.
No importa cuándo leas esto, parece que ese título nos acompañará muchas legislaturas… en cualquier caso, esta vez me refiero a que el próximo 18 de septiembre en Perú viviremos una intensa jornada donde el vicepresidente convertido en presidente tal vez pierda su puesto, si vence una moción de vacancia nacida en el seno de un Congreso teóricamente menos beligerante con ese presidente que, entre otras cosas, forzó el cierre del Congreso anterior (con mayoría absoluta de una oposición zafia y corrupta)… La inestabilidad política del actual gobierno estaba clara desde su propia concepción, la falta de un partido y las agendas egoístas de muchas de las personas que tenemos en el Congreso o en el propio ejecutivo no permitían que desde ahí se pudiera trabajar en algo…
La moción de vacancia salió adelante con 64 votos a favor, necesita 87 votos positivos para que el presidente deje su cargo, y todo esto a relativamente poco tiempo de las próximas elecciones, en realidad. 24 congresistas se abstuvieron en la moción para pedir la vacancia, con lo que es previsible que sean los votos más importantes, si asumimos que los noes y los síes permanecerán inalterados entre ambas votaciones, dependerá de lo que el presidente Vizcarra consiga negociar y otros factores.
Vizcarra tiene razón al «denunciar» que se le ha grabado (¡¡al presidente!!) de forma posiblemente ilegal (aunque tampoco pongamos la mano en el fuego de esto), pero su excusa de qué andaba haciendo es poco creíble. El discurso de presentarse como velador de la democracia y de la voluntad popular, él que es presidente porque renunció el anterior, él que forzó la censura de su gabinete por segunda vez para disolver el Congreso, él que ha hecho lo posible para impedir que elijamos a quien queramos (y algo que el resto de la población votó favorablemente, tampoco hay que obviarlo). El presidente reconoce los audios (al menos no intenta negar la mayor), aunque asegura que no hay nada ilegal y que están manipulados (los completos tampoco es que ayuden a su postura), que andaban intentando averiguar qué pasaba…
Pero no, en los audios se escuchan cosas graves, el presidente era conocedor y planificaba cómo mentir (sin ir más lejos, ya estaba planteando cómo dar información falsa sobre los ingresos de Cisneros a Palacio); el resto del tiempo más parece un tema de «control de daños», no es tanto investigar qué ocurre (como Vizcarra quiere defender) sino cómo cortar y que no salpique mucho el escándalo al resto del ejecutivo, esto es, cómo salvar la cara. Esto no parece la mejor forma de «defender la democracia», más bien el sillón. Se escucha a un Vizcarra canalla que presiona a una subordinada.
¿Ante la moción de vacancia qué es lo primero que anuncia el gobierno? Que irá al Tribunal Constitucional para buscar que el presidente no tenga que ir a defenderse al hemiciclo el 18, vamos, claramente algo que busca esclarecer los hechos… ¿o no? Anteriormente, el presidente se negó a ir al Congreso a contestar sobre el caso; argumentó que solo tenía obligación a ir si era por un tema que le pudieran acusar constitucionalmente. Tócate las narices con la transparencia y la colaboración entre instituciones. Claro que iba a ser un circo, pero es peor no ir. Luego se pone gallito con que él no renuncia, que está ahí para contestar y ser transparente, pero eso simplemente no es verdad, evita esas situaciones y los audios son prueba de ello.
El presidente miente al decir que es el principal interesado en que se conozca la verdad, cuando esto salta justamente por un audio donde intenta tapar el asunto y minimizarlo. De hecho, el que reconozca que llevaba más de un mes conociendo la existencia de los audios y no haya hecho nada para ser transparentes, a la espera de los acontecimientos (no, imagino que no, que estarían viendo cómo librarse antes de que salieran o impedir que vieran la luz), invalida su propio discurso.
Sí, sin dudas se está usando el caso de Cisneros para desestabilizar al gobierno. Y sí, parece un caso de corrupción de libro, de esos que llenan las páginas de la contabilidad del ejecutivo, de este y de los anteriores (Perú tiene un dudoso honor con sus presidentes investigados y procesados por corrupción; y es dudoso porque, por un lado, nos queda lo positivo de que estas cosas se investigan al menos y lo negativo de que todos han pisado el palito y han realizado esas malas prácticas), además, uno de los tantos casos en que una de las partes (Cisneros) tiene todo registradito como seguro personal (aunque a saber, que este miente más que habla y se cree sus propias palabras).
Lo del golpe de estado es una exageración absoluta; como no lo fue el cierre del Congreso por parte de Vizcarra, como no lo fue el proceso de vacancia de Pedro Pablo Kuczynski (aunque PPK renunció, no es menos cierto que el escándalo del intento de soborno de un Congresista, por sí mismo, ya era para vacarlo).
El que las fuerzas armadas comiencen a implicarse en este caso, por otro lado, sí es preocupante; tienen la manía de entender la democracia a punta de pistola, cosa que no se parece en nada a una urna y un voto. Que los políticos peruanos en las instituciones, comenzando por el presidente del Congreso (Manuel Merino de Lama de Acción Popular), busquen jugar la carta militar en sus maniobras es aún más triste. También revela lo poco que confiamos en que las fuerzas armadas actúen según la constitución y no por arrebatos de apoyo a personalidades concretas, al punto de tener que preguntarles qué les parece si se hace tal o cual en el Congreso, como una vacancia, algo que ni les va ni les viene (pero no nos engañemos, si se vacara al presidente y al ejército no le diera la gana, no habría vacancia). Que el ministro de defensa salga haciendo una declaración rodeando de altos mandos de las FF. AA. es la peor reacción posible a la burrada del presidente del Congreso. Así nos va.
Nuestro ejecutivo da vergüenza; nuestro legislativo da vergüenza.
En fin, la tarea pendiente es redefinir las relaciones entre el Congreso de la República y el Poder Ejecutivo, pues no podemos andar con dos instituciones que se dan la espalda, donde el gobierno de la nación intenta no ser fiscalizado y donde el Congreso busca un protagonismo que tampoco le correspondería…
Ojo, se está insistiendo mucho en que si se vaca al presidente, al no tener en este momento vicepresidencia (Mercedes Aráoz renunció a su lugar como vicepresidenta), sería una suerte de golpe donde no habría elecciones durante cinco años hasta 2026 y ni el Congreso se renovaría. ¿De dónde sale esa idea? No, si bien es cierto que la presidencia de la república recaería en la presidencia del Congreso (el poco acertado Merino), la primera obligación que tendría sería la convocatoria de elecciones presidenciales. Y ni haría falta convocarlas, pues ya lo fueron (hace un par de meses)… ya estamos a poco más de 6 meses de las elecciones generales, en cualquier caso.