Saben que por este barrio hay algunos temas que evito, relacionados o con el trabajo o con los programas en que soy voluntario (salvo si es para compartir el material que producimos en alguno de ellos), pero bueno, hay un tema que ha sido recurrente y permite -y es lo que pretendo hacer- una reflexión generalista sobre un tema: El rol de «policía». Quiero plantear la cuestión ubicándola y sin que parezca (porque en ningún caso lo es) como un choque de egos entre los «monitores» (voluntarios o profesionales), pero no estoy seguro de poder pintar el panorama entero evitando muchos detalles del grupo en concreto, más cuando quiero que se entienda la generalización que estoy haciendo.
Imaginemos, entonces, un grupo de chicos y chicas (entre 13 y 17 años) dentro de un programa de ocio socio-educativo, la idea es apoyar su crecimiento en varias áreas, a la par que se hace prevención en el consumo de drogas (en general), que aprendan a comunicarse, a autogestionar un grupo (el suyo), a relacionarse con personas de otras culturas (es uno de los puntos más interesantes si en tu grupo hay muchas personas de todo tipo de origen), capacidades de comunicación incluidas (una de las cosas más difíciles), además de que aprendan a respetar y respetarse, todo ello mediante dinámicas lo más divertidas posibles (no siempre se puede, no siempre funcionan, claro) y con juegos que puedan usar fuera de ese programa.
Lo de la «autogestión» no es una palabra vacía, no señores, la idea es clara: Ellos son los que deben impulsar el grupo. Por eso insistimos mucho en que la programación se haga de forma conjunta, en que ellos sean los que propongan, aprueben y, a poder ser, dirijan las dinámicas (no todas, pero la idea es que «cada vez más»), por poner un ejemplo, las normas que tenemos en el grupo las hicieron ellos (no voy a negar que los «monitores» influimos o usamos un poder de «por favor, cosas realistas»)… El problema viene ahora, que el grupo ha crecido (incorporación de nuevas personas) y parece que la primavera, sumado a lo anterior, relaja el cumplimiento (nunca demasiado estricto) de las, por lo demás, básicas normas (algunas tan simples como «escuchar al otro», no es un código de mil normas increíblemente técnicas y complejas).
Dos de los monitores plantearon una solución muy institucional: Dar el rol de policía a uno de los chicos. Incluso este rol, rotativo, no perenne, que funcionaría casi como un premio a la larga para el que lo ejerce, no se presentaría (faltaría más) como «policía» y, así lo defienden quienes lo defienden, favorecería la autogestión de los chicos en tanto que ellos asumirían un papel que hasta ahora hemos hecho nosotros (no sin desagrado, al menos por parte de -al menos- dos de nosotros). En su experiencia, tercian a favor de la idea, en otros grupos que llevan ha funcionado bien.
En cambio para dos de nosotros el rol de policía se debe evitar. No solo porque en nuestro grupo (dado los perfiles de los chicos y otras consideraciones) no funcionaría (sería centro de problemas, más que de soluciones), sino porque es un rol que se debe evitar si lo que se pretende es un grupo autogestionado que represente una alternativa al modelo que sufrimos.
¿Por qué? El recurrir a un papel de policía es recurrir a una figura con poder formal para hacer cumplir las normas, es, por tanto, introducir una figura que puede ejercer la violencia, es la que tiene el poder represivo. Mientras que el resto del grupo se vuelven sujetos pasivos del funcionamiento del propio conjunto («a mí que me dirijan»), genera una ruptura entre iguales (ya en el grupo hay dos tipos de integrantes, monitores y menores, si incluimos una diferencia más entre los menores, acabáramos) e impide, en el fondo, que interioricen que esas normas son algo que existe porque ellos quieren (consensuadas) cuyo fin es que el grupo funcione (por tanto, no debería necesitarse una figura con autoridad formal para que las normas se cumplieran), las cumplirán solo porque un agente externo les obliga, o porque tienen un castigo inmediato e individual, en vez de entender que el incumplirlas es un perjuicio para el grupo (que es lo que se busca que aprendan), grupo del que ellos forman parte.
La solución fácil e institucional es poner policías, los tenemos en todos lados, incluso la solución para la violencia que hay en entornos educativos es aumentar la vigilancia, incrementar el número de guardias, subir las penas, elevar a autoridad (en términos jurídicos) a los trabajadores, eso, a la larga, no sirve de nada.
A corto plazo fijo que puede funcionar, poner a un chico a que haga de policía asegura tener un juez y fiscal en «clase», seguramente las normas aparenten cumplirse mejor (no, no se cumplen voluntariamente y por asumir que es útil, hay una «coerción para cumplir», que no es lo mismo), pero sería la derrota de todo el proyecto educativo con el grupo, adiós a la autogestión, chau a formar ciudadanos críticos y organizados, hola a tener sumisos, acostumbrados a que otro les haga cumplir las normas, habituados al palo, sumisos al poder para disfrutar de los «beneficios del sistema» (en este caso, las actividades lúdicas).
Entiendo, claro que entiendo, que dos profesionales de esto lo planteen y defiendan, y vean que ha servido, están, finalmente, reproduciendo lo que existe en nuestra sociedad en el grupo concreto, y por lo visto (eso dicen) en la sociedad funciona, y en otros ámbitos también. Como quien dice, a eso no me apunté. Ni otro de los monitores, claro (el que me convenció para que me uniera al grupo y le ayudara con el mismo). Los chicos ya viven ese esquema en muchos niveles (entre ellos el colegio y otras actividades donde participan, para acabar con el país en su conjunto), la idea de este grupo, justamente, es ofrecerles que construyan una alternativa y aprendan a autogestionarse, ¿cómo se conseguiría repitiendo esquemas sin igualdad, jerarquizados y basados en la imposición?
El otro camino es duro y difícil, pero no hay apuro. Ninguno. Al menos no para nosotros, este no es un proyecto de un par de horas semanales durante un curso, es un grupo con todo el tiempo del mundo. Todos los integrantes del grupo deben interiorizar qué cosas ayudan al funcionamiento del conjunto, como esas normas consensuadas, una forma en que «se dan cuenta» de este extremo es, por ejemplo, es cuando les toca comandar una actividad (propuesta por alguno y aprobada por todos), ahí ven que si no se cumplen las normas, la actividad no se hace, surge un impulso para buscar apoyos y que se cumplan para poder desarrollar la actividad sin recurrir, en ningún caso, al rol de policía. Ahora bien, es una tarea más lenta y difícil de cimentar, pero para eso estamos los monitores justamente, para ayudarles a aprender, no para obligarles a nada, y menos para crearles una dependencia a un sistema que no funciona.
Lo dicho, paso a paso.