Cuando se trata de enfocar las relaciones internacionales por parte de los medios de comunicación de masas vemos una vara de medir distinta en cada caso, así cuando a un mandatario de la zona, por ejemplo, se le ocurre hablar bien o relacionarse (siquiera relacionarse) con algo que tenga que ver con Cuba se pone el grito en el cielo, se clama en favor del bloqueo político y se aplaude a la «resistencia» en la isla, se habla de la necesidad de libertades políticas y demás. Cuando viene el emir de Qatar, Hamad bin Jalifa Al Thani, ninguno de esos puntos se toca. ¡Hay que fomentar las relaciones diplomáticas y económicas con dicho país! Abramos las puertas de todo, vendámosle todo lo vendible. Aunque este comentario me vale tanto para Perú como España, pero, en concreto, este «viene» se refiere a Perú.
Estos últimos años se ha aplaudido, desde esos mismos medios que no cuestionan en nada gobiernos como el catarí o el saudí, la «primavera árabe» (aunque ahora, con los gobiernos emergentes, ya no están tan contentos), olvidan cosas tan básicas como que en Bahréin dicha primavera fue sofocada violentamente por tropas (básicamente) saudíes mandadas por el Consejo de Cooperación del Golfo, al que pertenece también Qatar. Dichas «primaveras» tienen un aire de «revolución prodemocrática» que lucha contra duras dictaduras, Qatar, no olvidemos, es una de ellas.
Hablando, en gerundio, de Qatar y revoluciones en esos países, tampoco se nos puede pasar por alto la condena al poeta Mohammed al Ajami, que se le ocurrió escribir algo como «todos somos Túnez frente a la élite represora», con lo que acusación y prisión al canto por insultos al emir y fomentar la caída del régimen, y tras un juicio secreto que debió ser muy justo, cadena perpetua por tamaño delito.
Y ya que tocamos el tema de caídas de regímenes, no podemos obviar cómo su señoría, el excelentísimo emir de Qatar, llegó al poder: Golpe de estado contra su padre. Ya era el príncipe heredero, ya era parte del gobierno catarí, pero ¿para qué esperar a la muerte del padre si uno puede aprovechar su posición y un viaje del gobernante para darle un golpe de Estado y hacerse con el poder? Tradición familiar, su padre, para ser coronado, le dio un golpe de estado a su tío. Casi cuesta una guerra civil, pero hay que decir que es el emir que «modernizó» Qatar (como se repite siempre), sea lo que sea que eso signifique. Un ejemplo de democracia burguesa, de monarquía a lo europea, imagino (por eso en el Índice de Democracia de la Economist Intelligence Unit se encuentra, incluso, por detrás de Cuba -aunque por delante de China-).
Según todos los informes de distintas organizaciones internacionales Qatar se posiciona como un país sin libertades civiles y políticas, algo «más libre» que su vecino y mentor Arabia Saudí, cierto, pero es que no es difícil ganarle en ese flanco. Incluso organizaciones «muy gringas» como la Freedom House ponen a las prácticas en el país árabe muy por detrás, en cuanto a libertades, de países como Venezuela, al que no se deja de acusar de todo menos de guapo. Venezuela se gana todos esos epítetos, claro, acá no cuestiono eso, sino el distinto tratamiento que se le da a un país con el que se comparte la forma de hacer dinero que con uno con el que no se comparte. Y eso que ambos son gobiernos fundamentados en la explotación del negro recurso.
El grito de ánimo a las primaveras del norte de África bajó en intensidad cuando los Hermanos Musulmanes comenzaron a ganar terreno político, y ya hasta se critica lo que pasa en Egipto y los abusos del nuevo gobierno, ese mismo que no cumple con las expectativas de buena parte de quienes salieron a protestar y se jugaron el pellejo para derrocar una dictadura, y que no desean pasar de Guatemala a Guatepeor, al margen del FMI y sus préstamos al nuevo régimen egipcio, el principal amigo del gobierno de ese país es… es… ¡Qatar! Aplausos por favor. Aplausos.
Vamos a reconocer que es de los pocos países de su zona que permiten a la mujer cosas como votar (en las elecciones locales y desde hace dos telediarios, que diría aquel, aun las únicas existentes, este año se supone que se celebrarán unas legislativas, no para toda la cámara y no para que el legislativo pueda elegir un «primer ministro», claro), y hasta tiene firmado y ratificado el convenio para eliminar la discriminación contra la mujer, aunque la declaración en la firma básicamente deja sin efecto el contenido del convenio (lo aplicamos en tanto no contravenga nuestra discriminatoria legislación, viene a decir); y ya que estamos con los convenios, Qatar es uno de esos países que básicamente no firma ninguno que busque proteger los derechos humanos ni, claro, acepta jurisdicciones internacionales sobre violaciones de derechos humanos. Para qué firmar si luego nos ciscaremos en él, parece que piensan.
Pero, todo hace indicar, a Qatar hay que reírle las gracias, porque pagan bien, así que no es extraño cómo se critica a un país por aplicar la Sharía como ley penal pero a otro, como Qatar, se le abraza y besa los pies, siendo este un lugar donde se aplica una interpretación estricta del texto religioso para los asuntos de la vida común y corriente de los súbditos (porque en Qatar no hay ciudadanos). Y ni se te ocurra ser chií.
(Todo esto debí escribirlo hace unos días cuando la selección española de fútbol fue a jugar contra la uruguaya a Qatar, con las ganas me quedé, la verdad. Me pregunto si los mismos que plantearon un falso boicot a las olimpiadas en Pekín harán lo propio con el Mundial de Fútbol de Qatar.)