La presente entrada le sigue dando vueltas al tema de qué representatividad real tienen los que «nos representan» en distintas democracias. El ensayo «La ley del número», de Ricardo Mella, es una de las obras imprescindibles para entender una de las críticas fundamentales a los sistemas de representación, y cómo por más que nos esforcemos los «representantes» salidos de las urnas no han sido electos por la mayoría de los habitantes de un país, siquiera por la mayoría de los ciudadanos. Habermas, si no mal recuerdo, afirmó que las normas para que fueran justas debían ser establecidas o decididas por las personas a quienes les iban a afectar, algo que, además de las dificultades que plantea, nos llevaría a pensar que ninguna «democracia» cumple con ese requisito, las leyes se aplican a multitud de personas que no tienen ningún derecho a votar por sus representantes (por edad, nacionalidad, etc.), los cuales hacen las leyes a espaldas de los representados (vamos, no pocas veces tienen el descaro de afirmar que «si digo lo que pienso hacer no me votan»).