«Esta noche estoy anunciando que la misión de combate estadounidense en Irak ha terminado», dice Obama. «Nuestra fase de combate ha concluido pero hemos trabajado demasiado duro para descuidar la labor que deben realizar las fuerzas de transición», matiza el presidente de Estados Unidos. Es interesante eso de poner fin a una misión que se mantiene en pie. Que sí, que sacan a más de la mitad de los soldados, en una retirada de una ocupación que nunca se debió producir, pero hay que tener en cuenta algo: No se ha conseguido ninguno de los objetivos declarados para emprender la guerra. Hoy el país está más destruido que antes de la guerra, las peleas religiosas y étnicas más que cesar crecen, el gobierno es infinitamente más inestable, los derechos humanos se respetan aun menos que en la dictadura (que ya es decir), hay terrorismo de corte fanático-islámico donde antes no había y, por supuesto, acá nadie ha pagado sus culpas, nadie es responsable por una invasión sobre causas falsas (la colaboración del régimen de Saddam Husein con Al Qaeda y la presencia de armas de destrucción masiva en ese país) y saltándose todo el derecho internacional a la torera.
Obama sí tiene razón cuando dice que los estadounidenses han pagado un precio muy alto, pero oculta una verdad: Los iraquíes han pagado un precio mucho mayor, y los beneficiados de la guerra y ocupación son en su mayoría estadounidenses también. No el pueblo llano, no el soldado que va a la guerra por un jornal, no, por supuesto, ellos son los que han sufrido, los que han dejado su vida, los que han perdido a padres, hermanos, hijos, mientras otros hacían el negocio del siglo, sea con las armas sea con el petróleo sea con la «reconstrucción» sea, finalmente, vendiendo «seguridad». También han pagado, los estadounidenses y el resto del mundo, un alto precio en privacidad y libertad, en nombre de la seguridad frente al terrorismo internacional (dentro de cuya campaña se enclavó «interesadamente» a Iraq cuando poco tenía que ver) vemos cómo se reducen nuestros derechos.
No deja de ser curioso que el fin de la operación militar (que no de la presencia militar ni el mando político, por supuesto) se anuncie seis años y algo después de cantar victoria, en una guerra que durante la ocupación ha habido más bajas que en la propia conquista. Se rompió un mengüe equilibrio y se mandó todo a años atrás y en el Iraq de hoy la democracia proclamada es tan burda como puede ser la afgana también ocupada, donde las elecciones son una pantomima y los enfrentamientos reales se recrudecen a costa de los pobladores.
También hay que recordar que esta pantomima de retirada no es nueva, ya en el 2008 el entonces presidente Bush, y principal culpable de la invasión, firmó el plan de retirada junto con el gobierno iraquí, que en el 2009 ya no quedaban (en teoría) tropas estadounidenses en las ciudades y era justo el día de ayer, según el plan, en que se ponía fin a la misión de combate, algo que ha realizado Obama. ¿Pero es real este «fin del combate»? Tal real como la «independencia» del (en funciones) gobierno iraquí frente a la administración estadounidense, un mero formalismo. Además, 50 mil tropas y no sabemos cuántos agentes de verdad continúan ahí, bajo mando estadounidense, para «apoyo logístico y entrenamiento» de las fuerzas de seguridad iraquíes y para, por supuesto, «misiones de inteligencia». Ya sabemos cómo se las gasta la inteligencia estadounidense. En Vietnam también estuvieron en apoyo logístico y entrenamiento, Kennedy llegó a mandar unas 60 mil tropas de «apoyo» para enseñar «tácticas» y realizar «entrenamiento militar», además del siempre presente «apoyo logístico».
En realidad Estados Unidos ha conseguido sus principales objetivos: Control del petróleo iraquí (no tanto como les gustaría por el alto costo de la seguridad, pero son detalles), un nuevo protectorado en la zona (además de acabar con un ex aliado que se atrevió sin querer queriendo a plantearle cara al imperio y a los aliados de este), demostrar que el Derecho Internacional solo se aplica a los débiles y nunca a los dueños del mundo y un negocio redondo para los que venden armas, seguridad y reconstrucciones (todos lobbies importantes).
Hubo un elemento en el que fracasaron, por supuesto, una victoria militar clara de Estados Unidos, no hay nada como construir un enemigo y derrotarlo una y otra vez para mantener distraído y feliz al pueblo, a la par que unido, eso no ha pasado, todo lo contrario, Iraq ha supuesto una sangría de votos y desmoralización desde que los chicos de la boina verde comenzaron a ser acribillados por terroristas que, años atrás, no se atrevían a pisar ese país.
¿Los iraquíes son ahora dueños de sus tierras y de su futuro? Por supuesto que no. Lo que sí son dueños es de un desastre monumental causado por otro que ni siquiera correrá con la factura, pero sí se lleva los cascos (y todo lo que haya de valor cerca).