Saben que mi postura genérica con respecto a los partidos es permitir la participación más amplia posible. Ya que estamos en un medio de representación, lo lógico es permitir que las distintas posturas, por más desagradables que nos parezcan, puedan ser elegibles por los ciudadanos, y lo que acá se deben mantener son las formas, y no los contenidos. Así pues, los partidos contrarios al statu quo por definición tienen o deben tener cabida dentro del Estado que se considere a sí mismo democrático, para no pervertir su propio Derecho y Democracia representativa por medio de una legalidad torticera que impide que exista representación alguna o la truca, por tanto, el sistema pierde la legitimidad que le da su propia definición.
Una de las defensas que se hacían de Israel es que era el único estado de la región con una «verdadera» democracia, y se ponía incluso el ejemplo de esos dos partidos árabes en la Kneset (el parlamento israelí), como muestra además de respeto a las minorías. Pues bien, la mayoría del parlamento ha decidido cargarse ese argumento a favor de Israel y, a petición de partidos sionistas ultranacionalistas (y perdonen la redundancia) han aprobado la prohibición de participar en las contiendas electorales a dichos partidos árabes.
Muchos ven un trasfondo electoral tras los actuales ataques, no tanto en la política actual de Israel con respecto a los palestinos en general, y a los habitantes de la Franja de Gaza, sino en la premura y oportunidad de los ataques sobre la Franja, porque lamentablemente vivimos en un mundo donde las guerras ganan elecciones (¡en vez de perderlas!), y en ese contexto, la petición del partido de un ruso ultranacionalista israelí (que la hacía siempre antes de unas elecciones) ha contado con la aceptación de todas las fuerzas no árabes del parlamento.
Hay que fastidiarse, es un partido filofascista que ha abogado en varias ocasiones con expulsar a los árabes de Israel, que apoyó todas las políticas de colonias y de expropiaciones a los palestinos y cuyas medidas, si las propusiera en cualquier país occidental, serían tildadas de xenófobas, y directamente contrarias a los intereses de la propia democracia y a la inherente defensa de las minorías dentro del Estado.
Se les expulsa del juego electoral, a menos de un mes de los comisios, por no apoyar ese genocidio, se les expulsa por sus «lazos» con Siria y el Líbano, olvidándose que si tienen que viajar tanto a esos territorios es por la cantidad de palestinos que aun viven ahí tras las expulsiones llevadas a cabo por Israel en cuanto se estableció el Estado, muestran la cara intolerante, racista e incoherente, donde un judío que nació en Rusia tiene más derechos que un árabe que nació en Israel, cuando, como poco, deberían tener los mismos derechos.
Israel es una media democracia, con ciudadanos de primera y de segunda, donde la etnia y la religión marcan a qué grupo perteneces y qué reglas se te aplican, igual que las otras medias democracias de todas esas tierras, como el propio Líbano, la ocupada Iraq, la inefable Afganistán, la propia Franja de Gaza, así que nada se puede decir a favor de una democracia que reparte los derechos políticos según le conviene, que divide a sus ciudadanos en enemigos y amigos, y a unos todo y a otros nada, donde los enemigos pueden ser expulsados sin problemas para que su casa sea dada a un amigo, donde el no apoyar al Estado se le considera directamente traición. Oponerse al genocidio se ha vuelto sinónimo de terrorismo, en este loco mundo, y merece la expulsión de una democracia que no es tal.
Lieberman le ha metido un gol a la democracia de su país y el resto de los parlamentarios no árabes lo aplauden. ¿Y así quieren que veamos al Estado de Israel como dialogante y dispuesto a la paz? Muchos esperamos que la Corte Suprema anule la decisión del parlamento, ya ha pegado otros palos a políticas oficiales del Estado o el ejército de Israel, con puro sentido común, esperemos que esta sea una de esas veces.