«Si votar sirviera de algo, ya estaría prohibido», dice el refrán, y lo explica Rubén Kotler.
publicado originalmente en De Igual a Igual.
Me encantan las elecciones, y siento que no deberían existir. Soy, como casi todo humano que se precie, contradictorio, y entiendo mis propias contradicciones (al menos las más evidentes, como la presente). Sé que el sistema de democracia representativa o democracia formal se agota a sí misma por su propia definición y fin, sé que participar en el sistema no lo debilita, lo agranda, sé que caigo en la trampa de considerar que mi voto vale algo (cuando, en todos los sitios que he votado, mi opinión ha sido totalmente minoritaria, y esto también lo sé) pero también sé que simplemente no participar no significa nada, por más que asienta con la cabeza cada vez que veo una pintada de la CNT-AIT llamando a la abstención activa como acción directa contra una democracia formal ya acabada. Todo esto me pasa también con las elecciones sindicales.