Hace no mucho, en términos relativos, leí (bastante mal, pero lo hice) una editorial para el programa De Igual a Igual (lo sé, aún no actualizamos la página :S), que dedicamos a la inmigración (y por tanto, a la emigración), acá se los dejo, ya que aún no está en la página del programa de Radio:
Emigrante, Inmigrante, viajero sin destino fijo que presta su trabajo, su vida, lejos de su gente, construyéndose un futuro más allá de las fronteras, ayudando a formar cultura, asimilando lo bueno, o no, de las costumbres locales, tan extrañas para él como para los demás las suyas.
Una necesidad imparable, por más muros que quieran construir, el pan de cada día debe ganarse con el sudor de la frente, aunque signifique recorrer medio mundo, sortear desiertos y cruzar bravos mares… Para que el inmigrante se vea rechazado en una tierra a la que ha ido a contribuir, sin entender por qué ahora su posición está tan mal vista, cuando los más grandes imperios se han levantado gracias a la migración, cuando el ser humano ha poblado toda una tierra por no conformarse con los lugares originarios. A fin de cuentas, todos somos iguales, sólo separados por unas murallas ficticias llamadas fronteras, que existen en las mentes de quienes quieren separar lo igual, y otorgar más derechos sólo por la sangre que corre por las venas.
Recuerden la historia de ese joven campesino que partió hacia una lejana ciudad, para educar a unos hijos aún no nacidos, para poder vivir sin tener que apretarse el cinturón cada dos por tres. No recuerdo si nos lo contaba un ecuatoriano en Madrid, o un argelino en París, o tal vez fuera un italiano en Buenos Aires o un chino en Lima, quizá un mejicano en Los Ángeles o, lo más seguro, un español en Munich… Ahora resulta que es un "problema".
Simplemente no se entiende un mundo en que las mercancías tienen más libertad de movimiento que las personas.